Se conoce como el cáliz de ˁAin Samiya y es una pequeña copa de plata de apenas 8,2 centímetros de altura. Aunque de tamaño modesto, la decoración de este recipiente constituye uno de los relatos cosmológicos más antiguos y sofisticados de todo el Próximo Oriente. La pieza se encontró en 1970 en una necrópolis asociada a las comunidades del Bronce intermedio (2650–1950 a. C.), una época caracterizada por la dispersión de los grandes centros urbanos a favor del auge de las redes tribales y pastoriles en la región. Ahora, una reciente artículo publicado en la revista Journal of the Ancient Near Eastern Society ‘Ex Oriente Lux’ reinterpreta su iconografía.
Un hallazgo único en la arqueología del Levante
La copa, que se halló en una tumba intacta en las colinas de Judea, se elaboró con lámina de plata, trabajada mediante repujado e incisión. Sobre su superficie, presenta dos escenas verticales que ocupan aproximadamente la mitad de la circunferencia cada una. Desde el momento de su descubrimiento, los especialistas han discutido para dilucidar el posible significado de las escenas representadas. Ahora, tras décadas de estudios iconográficos, un equipo de investigadores cree haber dado con la clave. El cáliz de ˁAin Samiya se trataría, pues, de un objeto que representa el paso del caos primordial al establecimiento del orden cósmico.
La escena del caos primordial: criaturas híbridas y un sol recién nacido
La copa presenta, en el lado izquierdo, un conjunto de figuras que encarnan el carácter informe del universo antes de la separación de los elementos. En el centro, aparece una quimera con torso humano y dos cuerpos bovinos, cuyos brazos sostienen sendas plantas estilizadas. Su anatomía, en la que se fusionan animales y humanos, expresaría, según los expertos, un mundo sin divisiones en el que la creación todavía no se ha completado.
Bajo la criatura, entre sus cuatro patas, se observa una pequeña roseta de ocho pétalos. De acuerdo con la interpretación de los investigadores, representaría un sol miniaturizado, todavía débil. Su tamaño reducido indicaría un nacimiento reciente, la irrupción inicial de la luz en un cosmos plagado de indeterminación.
A la derecha, una gran serpiente erguida domina la escena. Su figura evocaría la serpiente primordial que, en múltiples tradiciones del Asia occidental, simboliza el caos anterior a la estructuración del mundo. La serpiente aparece aquí como dueña del universo precreado, un ser cuyo poder se encuentra en su máximo apogeo momentos antes de ser sometido.
Según el estudio, las plantas que sujeta la quimera, rígidas y esquemáticas, aludirían a la infertilidad del mundo primigenio. Incluso en ese momento inicial, los dioses, unidos entre sí, habrían sido indistintos, sin funciones diferenciadas. Solo con el nacimiento del sol se habría separado el cielo y la tierra y, con ello, habría surgido la vida.

El triunfo del orden: dioses que sostienen la Barca Celeste
La investigación, además, cree haber resuelto la interpretación de una de las escenas en las que se presenta el estado final del cosmos tras la instauración del orden. Dos figuras antropomorfas aparecen enfrentadas; cada una sostiene el extremo de un objeto en forma de un creciente lunar cuajado de círculos. Esta forma se ha identificado ahora como una Barca Celeste, el vehículo con el que las divinidades transportan los cuerpos astrales a través del firmamento.
El paralelismo con las iconografías egipcias y anatolias es, según los autores, evidente. Desde los barcos solares del valle de los Reyes hasta los relieves de Yazılıkaya, el motivo del barco celeste actúa como marcador del tránsito cósmico. A su vez, sobre el creciente se sitúa una gran roseta de once pétalos con rostro humano, que correspondería a una representación antropomorfa del sol.
Bajo la Barca Celeste se postra una segunda serpiente, esta vez curvada y replegada: su postura contrasta con la figura erguida del caos primordial. La serpiente vencida sugiere la expulsión del caos al inframundo, un paso fundamental para la creación de un cosmos estable. Este proceso se plasma también en la apariencia de los dioses: ahora visten túnicas gunakku, típicas de la iconografía mesopotámica del III milenio a. C., y portan tocados y pendientes, lo que indica una fase histórica posterior a la escena inicial.
Según el estudio, esta transición visualiza la separación de cielo y tierra. Los dioses alzan la Barca Celeste como un dintel que divide ambos mundos y que permitiría la activación del ciclo solar. El cosmos ya se ha ordenado y la luz circula con regularidad entre el este y el oeste, garantizando la renovación del mundo y, desde el punto de vista funerario, la regeneración del alma del difunto.

De Mesopotamia al Levante: el viaje del mito y del objeto
La iconografía del cáliz remite de manera inequívoca al repertorio mesopotámico del III milenio a. C., especialmente al de Ur y la tradición acadia. La forma de las figuras, sus atuendos y la presencia de la Barca Celeste apuntan hacia un origen conceptual y artístico en el ámbito mesopotámico. Con todo, el objeto se halló en una tumba del sur del Levante. Según los investigadores, el diseño del friso pudo ser obra de un artista procedente del ámbito mesopotámico que viajó hacia el noroeste, donde la pieza habría sido manufacturada, quizás en el norte de Siria.
En esta región, articulada por redes de intercambio vinculadas a Ebla y otros centros, circulaban tanto bienes preciosos como ideas religiosas. El cáliz, por tanto, podría haber viajado más tarde hacia el sur a través de las rutas caravaneras y los intercambios pastoriles, hasta terminar siendo parte de un ajuar funerario en ˁAin Samiya hacia el 2200 a. C. Su función última, en la lógica funeraria de la época, sería conectar al difunto con el ciclo solar y garantizar su inscripción en la renovación del orden cósmico.

Una cosmología visual antes de los grandes mitos
Los autores de la investigación descartan la interpretación clásica que vinculaba la copa con el Enuma Elish. En cambio, la copa se ajusta a modelos cosmogónicos sumerios más antiguos, donde el énfasis recae en la transición pacífica del caos a un cosmos estructurado, articulado por el nacimiento del sol y el dominio de los dioses sobre la serpiente primordial. El cáliz de ˁAin Samiya, por tanto, no narraría una batalla mítica, sino un proceso: el establecimiento del orden universal como condición para la vida, la luz y la renovación, un mensaje muy apropiado para acompañar al difunto en su tránsito al más allá.
Referencias
- Zangger, E., D. Sarlo y F. Haas Dantes, F. 2025. “The Earliest Cosmological Depictions: Reconsidering the Imagery on the ˁAin Samiya Goblet”. JEOL, 49. DOI: 10.5281/zenodo.17594730
- Zangger, E., D. Sarlo y F. Haas Dantes, F. . 2025. “Lifting the Sky: The Cosmic Program on the ˁAin Samiya Goblet”. The Ancient Near East Today 13.11. URL: https://anetoday.org/ain-samiya-goblet/.
Cortesía de Muy Interesante
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