A partir de ahora, no se descarta que el primer contacto con extraterrestres venga de una civilización en crisis

Durante generaciones, la humanidad ha fantaseado con el momento del primer contacto con una civilización extraterrestre. Para muchos, esa escena lleva la forma de una nave gigantesca apareciendo en el cielo o un mensaje cargado de sabiduría interestelar. Pero las posibilidades reales pueden ser bastante distintas. Tal vez la primera señal que recibamos no sea un saludo, sino el eco agónico de una civilización en declive.

Esto es lo que plantea el astrofísico David Kipping en un nuevo artículo científico publicado en diciembre de 2025. En él, introduce la Hipótesis Eschatiana, una idea sugerente que propone que la primera civilización alienígena que detectemos podría estar atravesando su etapa final. En lugar de un mensaje cuidadosamente planeado, lo que captemos podría ser una señal “ruidosa”, caótica y breve, emitida por una sociedad que está colapsando o a punto de desaparecer.

Una hipótesis para tiempos inestables

La propuesta de Kipping parte de una observación conocida en astronomía: lo primero que solemos detectar no suele ser lo más común, sino lo más llamativo. Por ejemplo, los primeros exoplanetas descubiertos orbitaban púlsares, algo extremadamente raro. Lo mismo ocurre con las estrellas que vemos a simple vista: muchas son gigantes rojas, muy luminosas pero poco frecuentes.

Esta tendencia, conocida como sesgo observacional, se traslada ahora a la búsqueda de inteligencia extraterrestre. Si aplicamos el mismo patrón, Kipping argumenta que “la primera detección confirmada de una civilización tecnológica extraterrestre es probablemente un ejemplo atípico, uno inusualmente ‘ruidoso’ […] y posiblemente en una fase transitoria, inestable o incluso terminal” .

Ese “ruido” al que se refiere no es sonoro, sino visual o electromagnético: señales intensas, anómalas, difíciles de encajar con fenómenos naturales conocidos. Puede tratarse de un brillo excesivo, una fluctuación inusual en la luz de una estrella, o una alteración inesperada en el espectro. En todos los casos, un tecnofirmado extremo.

Fuente: ChatGPT

¿Qué significa que una civilización sea “ruidosa”?

Una civilización ruidosa, según la hipótesis, es aquella que emite una cantidad desproporcionada de energía en un corto periodo de tiempo, ya sea por una explosión tecnológica, una catástrofe ambiental, o simplemente porque atraviesa un pico de actividad inestable.

Kipping construye un modelo simple para explorar esta idea. Divide a las civilizaciones en dos grupos: las silenciosas y las ruidosas. Las primeras mantienen un perfil bajo durante toda su existencia. Las segundas tienen un periodo corto de emisión intensa, seguido por fases de calma o desaparición.

Lo interesante es que, aunque las civilizaciones ruidosas sean una minoría y estén activas solo un breve lapso, su luminosidad puede hacerlas mucho más fáciles de detectar. Kipping calcula que, si una civilización es “ruidosa” solo durante una millonésima parte de su existencia, para ser detectada primero necesitaría emitir al menos el 1 % de toda su energía disponible en ese corto tiempo.

Un mensaje o un grito de auxilio

La Hipótesis Eschatiana no solo describe una cuestión estadística o técnica. También plantea un cambio profundo en cómo podríamos interpretar una señal extraterrestre. ¿Y si el primer contacto es en realidad un grito desesperado?

Algunas señales podrían ser voluntarias, como una petición de ayuda. Otras, accidentales: emisiones resultantes de un colapso climático, una guerra o una explosión tecnológica. En todos los casos, se trataría de civilizaciones al límite, dejando una huella involuntaria mientras se extinguen.

En este contexto, incluso fenómenos conocidos, como la famosa señal Wow! de 1977, adquieren una nueva dimensión. Kipping sugiere que podría haber sido “un muy fuerte grito de auxilio de una civilización acercándose a su propio eschaton”, es decir, su final.

Fuente: ChatGPT

Cómo deberíamos buscar ahora

Esta hipótesis tiene implicaciones prácticas en la forma en que los astrónomos buscan vida inteligente. En lugar de enfocarse en señales continuas y ordenadas, Kipping propone priorizar las búsquedas amplias y agnósticas de anomalías, sin asumir de antemano qué forma debería tener una tecnofirma.

Con el avance de los observatorios modernos, esta estrategia es más viable que nunca. Telescopios como el Vera Rubin Observatory o programas como Evryscope y Gaia ya están diseñados para monitorear el cielo constantemente, captando eventos transitorios o fuera de lo común.

Según Kipping, “las estrategias de búsqueda Eschatianas priorizarían transitorios anómalos –en flujo, espectro o movimiento aparente– cuyas luminosidades y escalas temporales sean difíciles de reconciliar con fenómenos astrofísicos conocidos”.

Esto abre la puerta a nuevas formas de exploración, más flexibles y abiertas a lo inesperado. No se trata de buscar mensajes en código binario, sino de detectar comportamientos luminosos o espectrales que no encajan con ninguna estrella, galaxia o evento natural conocido.

No es que vaya a ocurrir mañana

Aunque el título puede sonar pretencioso, conviene matizar la expresión “a partir de ahora”. El artículo de Kipping no es una predicción de futuro inmediato, sino una hipótesis estadística sobre cómo es más probable que ocurra el primer contacto.

En ningún momento se asegura que el primer encuentro vaya a ser con una civilización en crisis, pero sí se argumenta, con fundamentos matemáticos, que tenemos más probabilidades de detectar un caso extremo y ruidoso que uno estable y discreto.

El razonamiento se apoya en la propia historia de la astronomía: detectamos lo brillante antes que lo común. Por eso, los primeros exoplanetas fueron gigantes y cercanos, aunque hoy sabemos que son excepcionales. Aplicar esa misma lógica a las civilizaciones tecnológicas es una forma prudente de ajustar nuestras expectativas.

Un escenario fascinante (y algo inquietante)

La hipótesis no descarta otras formas de contacto, pero pone sobre la mesa una posibilidad que ha sido poco explorada en la ciencia ficción y en la divulgación científica. En lugar de un diálogo interestelar, el primer contacto podría ser el hallazgo de una civilización que ya no existe, pero que dejó un rastro potente antes de desaparecer.

Más que desanimador, este enfoque es revelador. Nos obliga a pensar en la fragilidad de la vida tecnológica, en sus riesgos inherentes, y en la posibilidad de que la sostenibilidad sea una condición para la permanencia en el cosmos.

Si lo que detectamos primero es una civilización colapsada, ese mensaje no será un saludo… pero sí una advertencia.

Referencias

  • Kipping, D. (2025). The Eschatian Hypothesis. Monthly Notices of the Royal Astronomical Society. https://doi.org/10.48550/arXiv.2512.09970.

Cortesía de Muy Interesante



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