Muy Science Fest Madrid 2025 volvió a reunir en pleno centro de Madrid una conversación que no es habitual fuera de auditorios y aulas: qué hacemos con el conocimiento cuando sale del laboratorio y aterriza en la vida real. El festival, celebrado en los Cines Callao, encadenó ponencias sobre ciencia, medicina, historia y futuro. Pero hubo un tramo del programa que cambió de tono sin perder intensidad: cuando David Pastor Vico subió al escenario para recordar que la pregunta decisiva no es solo qué sabemos, sino qué hacemos con eso que sabemos.
Su intervención y la entrevista posterior, giran alrededor de una idea que Vico enuncia sin rodeos desde el primer minuto: “Lo que es imposible es que haya una ciencia sin ética.” No lo plantea como un ideal deseable, sino como una condición mínima para que el progreso no se convierta en una fuerza descontrolada. En un momento en el que la palabra ética se usa como eslogan, Vico la aterriza en un terreno casi antropológico: “La ética es el modo de relación de los animales humanos entre sí.”
Ese arranque resume bien el enfoque del filósofo. Para él, la ética no es un adorno para discursos, ni una asignatura secundaria: es el tejido que sostiene cualquier convivencia y, por extensión, cualquier proyecto científico o social. En su ponencia repite el término como si quisiera romper una inercia: “Ética, ética, mucha ética pero la ética sin confianza no tiene sentido ninguno.” Y ahí aparece un matiz relevante: la ética no opera en el vacío. Depende de una condición previa, frágil y difícil de construir: la confianza.
En esa misma secuencia, Vico plantea una tensión que muchas veces se ignora cuando se habla de ciencia y progreso. La ciencia, dice, necesita un anclaje ético para poder ser verdaderamente útil, pero la ética tampoco es una pieza aislada. La vincula explícitamente con la moral: “Cualquier cosa que haga el ser humano siempre va a ser ética, lo que pasa que a veces se nos olvida y se nos olvida que la ética está regida por la moral.” La frase, tal cual aparece en la transcripción, tiene el tono de quien no pretende agradar, sino colocar un espejo.

El núcleo del argumento se ordena alrededor de una pregunta simple que él formula también de manera literal: “¿Para qué soy útil?” La utilidad aparece aquí como una idea incómoda, porque obliga a elegir. Y elegir implica asumir costes, límites y responsabilidades. Vico insiste en que, si no se puede llegar a una respuesta clara, al menos debe mantenerse una actitud crítica: “Pues son demasiadas cosas, pero por lo menos si no reflexiona sobre nada, por lo menos que dude sobre muchas cosas.”
A partir de ahí, su discurso se convierte en una narración larga con historia, humor y giros contemporáneos. Vico utiliza un episodio de la Antigüedad para hablar del presente: la decisión de Filipo II de Macedonia de buscar un tutor excepcional para su hijo Alejandro, y el papel de Aristóteles como educador. En el relato, el acento no cae solo en la figura del filósofo, sino en la idea de que el aprendizaje humano es inseparable de la convivencia. En la transcripción aparece formulado de forma directa: “Nadie aprende solo, ni con el mejor maestro del mundo, va a aprender lo que debería aprender si no está con los demás.”
Ese punto es fundamental porque conecta ética con comunidad. La ética, en la propuesta de Vico, no es un código que se memoriza, sino una práctica que se entrena en el trato cotidiano con los otros: en el desacuerdo, en la cooperación, en la amistad, en la lealtad y también en los conflictos de poder. Por eso su relato avanza hacia la amistad como una herramienta civilizatoria: no solo nos ayuda a vivir, también nos ayuda a comprendernos.
En ese tramo, Vico introduce una idea que atraviesa su intervención: el ser humano necesita pertenencia. Incluso cuando cree que no. Y cuando esa pertenencia falla, aparece el malestar. De ahí que recurra a las escuelas filosóficas clásicas para explicar que, muchas veces, lo que hoy llamamos “filosofía” funcionó en la práctica como una tecnología ética para sobrevivir a épocas de ansiedad, incertidumbre y pérdida de referencias.
Sin embargo, el discurso no idealiza. En la misma narración, el filósofo subraya cómo, tras la muerte de Alejandro, los vínculos se tensan, los aliados se enfrentan y el reparto del poder rompe el horizonte común. El mensaje es claro: los grupos humanos construyen cohesión con facilidad, pero también levantan fronteras con una rapidez inquietante. Y ahí aparece una palabra que enlaza explícitamente con lo dicho por Arsuaga en el festival, según la propia transcripción: “Somos gregarios. Somos tribales.” En el marco de Vico, esa tribalidad no se presenta como una condena inevitable, sino como un riesgo permanente que exige vigilancia ética.

En el tramo final, su ponencia se vuelve más frontal y más política en el sentido amplio. Vico habla de un mundo “muy complicado” y evita los consuelos fáciles. Pero, en lugar de concluir con una lista de crisis, coloca un criterio para interpretarlas. Y lo hace con una frase que, por su contundencia, funciona casi como titular: “Los grandes problemas de la humanidad siempre, recuérdenlo, siempre son éticos.” No dice que la economía, la tecnología o la ciencia sean irrelevantes. Dice otra cosa: que, por debajo de todo eso, el problema de fondo es qué decidimos hacer, a quién incluimos, a quién dejamos fuera, y qué aceptamos como normal cuando ya no debería serlo.
Vico vuelve entonces al punto de partida: sin ética no hay ciencia con sentido social, y sin confianza la ética se queda en discurso. El festival, en ese momento, deja de ser una suma de conferencias y se convierte en una escena reconocible de actualidad: un auditorio repleto escuchando a alguien que no ofrece promesas, sino responsabilidades.
En un tiempo en el que la palabra “ética” se usa para limpiar reputaciones o para cerrar debates, la propuesta de David Vico en el Muy Science Fest Madrid 2025 fue justo la contraria: abrirlos. Recordar que la ética no sirve para quedar bien, sino para tomar decisiones difíciles cuando lo fácil sería mirar hacia otro lado. Y, sobre todo, advertir que el conocimiento sin brújula moral no es neutral: simplemente es más peligroso.
Cortesía de Muy Interesante
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