Premiado en el mundo, presionado en casa: la otra batalla del vino mexicano

En los viñedos del Valle de Guadalupe, el aroma a tierra y a uva madura se mezcla con una sensación amarga. Los vinos mexicanos ganan reconocimiento en el mundo por su calidad y experimentación, pero están atrapados en una guerra comercial que se libra no solo en las copas y los concursos internacionales.

La queja del sector es que mientras que Europa cuenta con subsidios que les permiten crecer en mercados externos, en el país se acabó el apoyo hasta para el bombeo de agua. En México, apenas el 30% del vino consumido es nacional, el mayor volumen llega de países con fuerte tradición vinícola, como Francia, España o Chile.

Sin embargo, lo que inquieta a los productores no es solo la reputación del vino extranjero, sino el terreno en el que compite el mexicano. Salomón Abedrop, presidente del Consejo Mexicano Vitivinícola (CMV), sostiene que los productores europeos o los importadores de vino mantienen “prácticas desleales” derivadas de los subsidios que la Unión Europea ofrece a sus productores a través de la Política Agrícola Común (PAC).

En España, por ejemplo, contempla un presupuesto de 202.1 millones de euros anuales entre 2023 y 2027. Estos fondos no se distribuyen por hectárea, sino con base en objetivos específicos, como la sustentabilidad, la modernización, la reconversión varietal y la promoción en terceros países.

El apoyo llega incluso a los insumos esenciales, como etiquetas, corchos y barricas. “Eso hace que el costo de producción disminuya todavía más y puedan exportar a precios por debajo de los costos de producción”, dice Fernando Cruz, socio director del Grupo Consultor de Mercados Agrícolas (GCMA). Aunque hay algo cierto, la escala y la cantidad de uva plantada en el Viejo Continente son mucho mayores que en México. De acuerdo con las estadísticas de la Unión Europea, en 2020 se cultivaron 3.2 millones de hectáreas, 45% de la superficie mundial de cultivo de uva para vino.

A esto se suma que el rendimiento por hectárea en estos países es “prácticamente entre 30 y 40% más elevada”, señala Cruz. Es decir, incluso sin subsidios, la competitividad europea sería mayor. Los países de la Unión Europea también cuentan con estructuras organizativas más consolidadas, como cooperativas que facilitan la vinificación y la comercialización conjunta, generando economías de escala.

En España, por ejemplo, muchas bodegas cooperativas pueden acceder a mejores condiciones del mercado y financiamiento, señala el experto. La queja no es nueva, un estudio publicado en la Revista Argentina de Economía Internacional en 2013 estimó que, de eliminarse los subsidios europeos al vino, la Unión Europea podría perder hasta el 30% de sus exportaciones. En cambio, calcula que las exportaciones del país sudamericano crecerían 10%.

Políticas dispares, la situación en México

En contraste, México eliminó en 2018 gran parte de los subsidios al sector agroindustrial, incluyendo el vitivinícola, que abordaban desde la instalación de sistemas de riego, la plantación de vides, la adquisición de maquinaria o la construcción de bodegas hasta campañas de promoción internacional, muchas operadas a través de la Agencia de Servicios a la Comercialización y Desarrollo de Mercados Agropecuarios (ASERCA), eliminada en 2019. Cruz explica que la visión del gobierno se enfocó en canalizar los apoyos hacia pequeños productores en el marco del programa Producción para el Bienestar, eliminando programas específicos de fomento a cadenas agroindustriales de mayor escala.

Esteban Chavoya, expresidente del Sector Agroindustrial de la Canacintra, explica que ninguna otra institución ha cubierto el vacío tras la también desaparecida Finaciera Nacional de Desarrollo Agropecuario, Rural, Forestal y Pesquero, que otorgaba créditos accesibles al campo, y las tasas que hoy ofrecen las instituciones privadas pueden llegar al 25% anual, demasiado elevado para financiar nuevas inversiones, sostiene el empresario, quien también siembra zarzamoras en Michoacán.

El aumento en las tarifas de energía eléctrica para uso agrícola también tuvo efectos, tras eliminar el subsidio al rebombeo.

Antes, los apoyos al campo incluían paquetes tecnológicos completos: asesoría de un ingeniero agrónomo, fertilizante, herbicidas, insecticidas, semillas mejoradas y capacitación. Hoy, eso ya no existe

Esteban Chavoya, expresidente del Sector Agroindustrial de la Canacintra.

Ahora, el programa principal del gobierno federal es Producción para el Bienestar que, en 2024, dispersó alrededor de 15,200 millones de pesos entre más de dos millones de pequeños y medianos productores, en 23 entidades del país. Es decir, cada agricultor recibió entre 6,200 y 24,000 pesos anuales.

A la falta de subsidios se suma la carga fiscal. Durante el 4º Foro Internacional Agroindustrial, celebrado en junio de este año en Baja California, el enólogo Víctor Manuel Torres denunció que “una botella de vino mexicano de 1,500 pesos paga hasta 1,000 pesos en impuestos, cuando una francesa equivalente apenas paga seis centavos”. Calcula que el 46% del valor total del vino nacional se va en impuestos, lo que obstaculiza el crecimiento del consumo interno.

El país tiene uno de los consumos per cápita más bajos del continente: apenas 1.5 litros por año, frente a los 46 de Francia, los 61 de Portugal o los 10 de Estados Unidos. El escaso consumo interno limita las economías de escala y la inversión en infraestructura, coinciden los expertos consultados.

Abedrop critica la falta de acción frente a lo que considera prácticas comerciales desleales por parte de la Unión Europea. Asegura que existen exportaciones de excedentes de vino europeo que no cumplen con los requisitos de denominación de origen y que son “reetiquetados” para venderse a precios muy por debajo del promedio. “No se trata de proteccionismo ciego, sino de que las reglas sean justas”, afirma.

El excedente se genera, por ejemplo, cuando una bodega produce más de lo permitido bajo su denominación. Ese vino pierde su valor comercial en Europa, pero puede entrar a México sin restricciones, explica. A pesar de los retos, la industria del vino en México presenta avances. En 2024, los caldos nacionales obtuvieron 870 medallas en concursos internacionales, superando las 630 de 2023.

El chef Eduardo Figueroa, jefe de sala de Balcón del Zócalo, destaca el crecimiento de regiones como Querétaro, Zacatecas y Aguascalientes, además del tradicional Valle de Guadalupe. También celebra que los vinos nacionales han encontrado su identidad, buscando destacar el terroir local y explorar uvas adaptadas a climas extremos; es decir, factores que incluyen el suelo, el clima, la topografía, la variedad de uva y las prácticas de cultivo.

La diversidad del vino mexicano enriquece nuestra gastronomía y permite maridajes cada vez más sofisticados

chef Eduardo Figueroa, jefe de sala de Balcón del Zócalo.

Sin embargo, esa diversidad también plantea retos. “Un sommelier en La Rioja sabe exactamente qué esperar de un vino de esa región. En México, esa previsibilidad no existe”, advierte Aurélie Skorupa, directora de vinos de Pedro Domecq.

La falta de regulaciones sobre zonas, variedades y métodos de producción impide avanzar hacia una denominación de origen robusta. “No hay una política de calidad a nivel nacional. Mientras no exista, el vino mexicano seguirá siendo una sorpresa, a veces, grata, otras, no tanto, y eso afecta la confianza del consumidor”, agrega. El propio Víctor Manuel Torres señaló que el gobierno está más interesado en promover el turismo enológico que en apoyar la producción.

El vino ha sido instrumentalizado como parte del discurso del turismo rural, pero se han olvidado del campo, del viñedo, de la uva

Víctor Manuel Torres, enólogo, en el foro de Baja California.

¿Hacia una nueva estrategia?

El Consejo Mexicano Vitivinícola promueve campañas para fomentar el consumo local, capacitación de personal en restaurantes y vigilancia a las importaciones, señala Abedrop. Además, en 2025, el gobierno federal incluyó al sector en la campaña Hecho en México, lo que facilita encuentros con cadenas comerciales, plataformas de comercio electrónico y distribuidores, para dar prioridad a la exhibición, al comercio y al consumo del vino nacional. Pero los retos estructurales permanecen, con un menor presupuesto al campo, falta de alternativas de financiamiento, comercio desleal e impuestos, señala Chavoya.

El ingeniero agrónomo argumenta que todos los países desarrollados cuentan con apoyos a la producción agrícola de gran escala y reclama que el presupuesto de Agricultura por parte del gobierno federal pasó de más de 92,000 millones de pesos en 2015, a apenas 74,000 mdp para este año.

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Nota del editor: Esta historia se publicó originalmente en la edición impresa de la revista Expansión de agosto.

Cortesía de Expansión



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