Trump y la IA son los artífices de las palabras de 2025

El lenguaje es el principal vestigio que dejamos de nuestro paso por el mundo. Las palabras cambian al ritmo que lo hacen las sociedades. Hay palabras que estuvieron en las mentes de nuestros antepasados y hoy apenas hacen parte de nuestro vocabulario cotidiano. Lo contrario también funciona: las nueva generaciones usarán vocablos -ya lo hacen- que nosotros aprendemos con dificultad. En síntesis, cada época construye su propio idioma, a partir de los cambios políticos, las innovaciones de las tecnologías y las emergencias de nuevas emociones.

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Estas ideas ayudan a entender que cada año algunas entidades culturales escojan palabras que marcaron la vida de la gente. Por ejemplo, la Fundación del Español Urgente (FundéuRAE), una entidad promovida por la Real Academia Española de la Lengua y la agencia Efe de noticias, afirmó que una palabra relacionada con las esferas del comercio internacional fue la más sobresaliente de 2025.

Se trata de arancel y no hay que tener un doctorado en las artes de Sherlock Holmes para caer en la cuenta que fue el presidente Donald Trump el que le concedió el prestigio mediático.

En este caso, una coyuntura política -la guerra comercial de los Estados Unidos con las potencias nacientes que ponen en entredicho su predominio- fue el motor que propulsó la palabra. A veces no ocurre lo mismo. Pensemos en 6-7, un vocablo conocido por los usuarios de las redes sociales, en particular de TikTok.

Dictionary.com la escogió porque es “el ejemplo perfecto de la velocidad vertiginosa de la jerga o slang digital”, dice la página web. El término proviene de una canción de rap gringo y no tiene un sentido unívoco. Los jóvenes lo usan en sintonía con la ocasión. Es decir, en una charla puede significar algo y en otra puede ser su antónimo.

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No hay que ir muy lejos para encontrar un ejemplo de estas mutaciones lingüísticas relacionadas con la esfera virtual. Los jóvenes cantantes de trap de Medellín han popularizado entre sus seguidores la expresión Gas, pirobo.

Si alguien mayor de treinta años escucha una frase que incluya esa expresión seguramente la asociará con algo despectivo. Sin embargo, en el contexto de los muchachos, la expresión tiene el sentido contrario. Para ser más claros: gas, pirobo es para los adolescentes de hoy lo que fue chimba o bacano para los pelados de los ochenta y noventa.

De nuevo, el lenguaje es una herramienta que sirve para hacer entendible la realidad. Desprovistos de las palabras, los humanos no seríamos animales de símbolos. Y la realidad es cambiante. Se parece a un río cuyo cauce se acomoda a los accidentes de la geografía. En consecuencia, pensar que hay un lenguaje puro y otro impuro es una postura naif. Tal vez la mejor actitud ante los cambios sea la de contemplarlos con admiración y crítica.

En los últimos meses, las noticias internacionales han estado marcadas por negociaciones y decisiones comerciales impulsadas por el presidente de Estados Unidos, en particular las vinculadas al intercambio de exportaciones e importaciones entre países. En ese contexto, el término arancel ha dejado de ser exclusivo de especialistas y del lenguaje técnico para incorporarse al habla cotidiana.

Aunque es una voz documentada desde 1726 en el Diccionario de autoridades y de uso frecuente en los campos de la economía y el derecho, la coyuntura informativa ha incrementado notablemente su presencia y la ha trasladado al debate público. Desde una perspectiva lingüística, FundéuRAE explica que arancel se emplea en política comercial para nombrar la cantidad que se cobra por la importación de determinados productos. Según el Diccionario de la lengua española, se trata de la tarifa oficial que establece los derechos que deben pagarse en servicios como las aduanas o las costas judiciales, o la fijada para retribuir a ciertos profesionales, y suele usarse para referirse al tributo que un Estado aplica a los bienes que ingresan a su territorio, por lo general a las importaciones.

“La palabra ganadora de este 2025 se ha impuesto a otras once candidatas. Relacionadas con la energía, el medioambiente y, en general, las catástrofes naturales, se escogieron apagón, macroincendio y preparacionista. Los conflictos internacionales y las manifestaciones sociales en diversos países hicieron que boicot, dron, generación Z, macrorredada y rearme estuvieran también entre las finalistas. Completaron el listado de candidatas de este 2025 papa, tierras raras y trumpismo”, se lee en la página web de FundéuRAE.

Los expertos en idiomas del Diccionario de Oxford escogieron la expresión rage bait–cebo de ira– para la distinción de palabra del año. La escogieron luego de depurar una lista de tres finalistas, que incuyó cultivo de aura y biohackeo.

El cebo de ira se define como el contenido en línea creado de manera intencional para provocar enojo o indignación mediante mensajes frustrantes, provocadores u ofensivos, con el fin de aumentar el tráfico o la interacción en sitios web o redes sociales.

En un 2025 marcado por el malestar social, los debates sobre la regulación de los contenidos digitales y la preocupación por el bienestar en línea, los especialistas identificaron que el uso de este concepto refleja un cambio en la forma en que se entiende la atención, la interacción y la ética en internet. En los últimos doce meses, su uso se ha triplicado.

El término apareció por primera vez en 2002 en una publicación de Usenet, donde se empleó para describir la reacción de un conductor ante la provocación de otro, introduciendo la idea de agitación deliberada. Con el tiempo, pasó a formar parte de la jerga digital para referirse a publicaciones virales, especialmente en redes sociales, y se usa hoy para cuestionar dinámicas más amplias de producción y circulación de contenidos en plataformas, entre creadores y tendencias.

El creciente interés por las relaciones parasociales —vínculos unilaterales que las personas establecen con celebridades, influenciadores y chatbots de inteligencia artificial— llevó al Diccionario Cambridge a elegir este concepto como su palabra del año 2025. El término ganó relevancia por su presencia constante en debates sobre cultura digital, consumo de contenidos y salud emocional.

Durante el último año, millones de seguidores se identificaron con las letras confesionales de Taylor Swift, centradas en experiencias de citas, desamor y deseo, lo que fortaleció vínculos emocionales que los psicólogos describen como parasociales. Ese fenómeno se hizo evidente cuando la cantante anunció su compromiso con el futbolista estadounidense Travis Kelce: numerosos fans expresaron sentir una conexión personal con la pareja, pese a no haber tenido contacto directo con ellos.

Expertos señalan que la espontaneidad, la imperfección y el tono íntimo de los presentadores de podcasts también han contribuido a este tipo de relaciones, al punto de sustituir, en algunos casos, vínculos sociales reales y reforzar la sensación de cercanía con figuras públicas. A este panorama se suma el auge de las relaciones parasociales con chatbots de inteligencia artificial. Usuarios comenzaron a interactuar con herramientas como ChatGPT no solo como asistentes informativos, sino como confidentes, amigos o incluso parejas. Estas interacciones han generado conexiones emocionales significativas y, en ciertos casos, preocupantes, lo que abrió un debate sobre posibles consecuencias psicológicas y sociales.

Dictionary.com anunció que 67 es su Palabra del Año 2025, una elección que, según la plataforma, no responde únicamente a la frecuencia de uso, sino a las historias que las personas construyen sobre sí mismas y a los cambios culturales reflejados en el lenguaje a lo largo del año. Aunque se trata de un número, su presencia recurrente en conversaciones digitales y cotidianas lo convirtió en un fenómeno lingüístico con interés informativo.

La selección de 67 generó reacciones diversas. Para algunos adultos, especialmente quienes tienen hijos en edad escolar, la cifra evoca una sensación de desconcierto ante códigos aparentemente simples pero cargados de nuevos significados.

En contraste, entre integrantes de la Generación Alfa, el término ha sido asumido como parte de una jerga que refuerza la distancia generacional y la dificultad de los adultos para descifrarla. Incluso desde el propio diccionario se reconoce que su significado exacto sigue en proceso de interpretación.

Para definir la Palabra del Año 2025, los lexicógrafos de Dictionary.com analizaron grandes volúmenes de datos, entre ellos titulares noticiosos, tendencias en redes sociales y resultados de motores de búsqueda, con el fin de identificar los términos que influyeron de manera decisiva en las conversaciones públicas, tanto en línea como fuera de ella.

De acuerdo con ese análisis, las búsquedas del número 67 registraron un incremento marcado a partir del verano de 2025. Desde junio, el interés se multiplicó por más de seis y, hasta el momento, no muestra señales de disminuir. A diferencia de otros números de dos dígitos, que no presentaron variaciones relevantes en el mismo periodo, 67 destacó como un caso atípico, lo que reforzó su elección como la palabra del año.

Merriam-Webster anunció que slop fue elegida como su Palabra del Año 2025, un término que sintetiza uno de los fenómenos más visibles del ecosistema digital reciente: la proliferación de contenido de baja calidad generado con inteligencia artificial. Según el diccionario, slop se refiere al material digital producido generalmente en grandes cantidades mediante IA y que carece de valor informativo o creativo.

El término fue recogido por medios como The Wall Street Journal, que advirtió sobre la omnipresencia del “AI slop”, y por CNET, que señaló que este tipo de material ha transformado las redes sociales en espacios cada vez menos productivos para la interacción.

Desde el punto de vista lingüístico, slop tiene una larga historia. En el siglo XVIII significaba “barro blando”; más tarde pasó a designar desperdicios y, finalmente, basura o productos sin valor. En 2025, la palabra adquirió un tono irónico que, más que alarmar, cuestiona la capacidad de la inteligencia artificial para sustituir la creatividad humana.

Cortesía de El Colombiano



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