Durante más de un siglo, los mosasaurios han sido descritos como animales ligados exclusivamente al océano. Sus restos aparecen en antiguos fondos marinos de Europa, África y América, y su anatomía parecía confirmar que eran nadadores plenamente adaptados al agua salada. La idea de un mosasaurio viviendo en un río simplemente no encajaba.
Esa certeza comenzó a resquebrajarse en 2022, cuando un equipo de paleontólogos encontró un gran diente fósil en la Formación Hell Creek, en Dakota del Norte. Este yacimiento es conocido por preservar dinosaurios terrestres y animales de agua dulce, no fauna marina. El diente apareció junto a restos de Tyrannosaurus rex, cocodrilos y dinosaurios herbívoros.
El hallazgo planteó una pregunta para la paleontología: ¿cómo podía terminar un diente de mosasaurio en un antiguo entorno fluvial? La respuesta no estaba en la forma del diente, sino en su composición química.

Un fósil que no encajaba con el paisaje
El diente pertenece a un mosasaurio adulto de gran tamaño, probablemente de la tribu Prognathodontini, un grupo conocido por su robustez y su potente mordida.
Por sus dimensiones, los investigadores estiman que el animal pudo medir cerca de 11 metros de longitud. Se trata de uno de los mosasaurios más grandes asociados a un ambiente no marino.
Lo verdaderamente relevante fue el contexto geológico. El fósil se encontró en sedimentos formados por ríos y llanuras de inundación, sin señales de influencia marina directa. Además, el diente no muestra desgaste ni daños que indiquen que fue transportado desde la costa. Todo apunta a que el animal vivía en ese entorno cuando perdió el diente.
Este detalle es clave, porque durante mucho tiempo se asumió que los restos de mosasaurios hallados tierra adentro eran producto de corrientes, tormentas o desplazamientos tras la muerte. En este caso, la evidencia contradice esa explicación.
La química como testigo del pasado
Para confirmar si el mosasaurio vivió realmente en agua dulce, los científicos analizaron el esmalte del diente utilizando isótopos estables. Estas variaciones químicas permiten reconstruir el tipo de agua que un animal bebía y el entorno en el que se formaron sus tejidos. Es una forma de leer la historia del animal sin necesidad de un esqueleto completo.
El oxígeno fue el primer indicador. Los valores detectados en el esmalte coincidían con los de animales de agua dulce y no con los de especies marinas del mismo período. A esto se sumó el análisis de estroncio, un elemento que refleja el tipo de rocas y aguas de una región. Los resultados estaban claramente fuera del rango marino.
También se estudiaron los isótopos de carbono, que aportan información sobre la dieta y el comportamiento del animal.
En este caso, los valores sugieren que el mosasaurio no realizaba inmersiones profundas, como otros de su grupo, y que se alimentaba en un ecosistema fluvial. Las tres líneas de evidencia coincidieron en la misma conclusión.

Cuando un mar empezó a desaparecer
Hace 66 millones de años, gran parte de América del Norte estaba cubierta por el Western Interior Seaway, un enorme mar interior que dividía el continente en dos. Sin embargo, en los últimos millones de años del Cretácico, ese mar comenzó a retirarse progresivamente. Los ríos y el agua dulce ganaron terreno.
El estudio muestra que la salinidad del sistema disminuyó de forma gradual. En algunas zonas se formaron capas de agua dulce sobre agua salada, creando un entorno mixto. Este tipo de estructura, conocida como haloclina, permitía que distintos animales ocuparan niveles diferentes del agua. Los datos isotópicos apoyan este escenario.
Al comparar el diente del mosasaurio con fósiles de tiburones y amonites, los investigadores observaron un patrón claro. Los animales que respiraban por branquias mantenían señales marinas, mientras que los que necesitaban salir a la superficie mostraban firmas de agua dulce. Los mosasaurios se alinean con este segundo grupo.
Un depredador adaptable
Hasta ahora, los pocos mosasaurios asociados a ambientes de agua dulce eran pequeños y considerados excepciones. Este nuevo caso demuestra que incluso los grandes depredadores podían adaptarse a estos entornos. No se trataba de juveniles ni de animales marginales. La morfología del diente indica que pertenecía a un individuo adulto, plenamente desarrollado y capaz de cazar presas grandes. Esto sugiere que los ríos del final del Cretácico podían sostener cadenas tróficas complejas, incluyendo superdepredadores. El ecosistema era más rico de lo que se pensaba.
Los autores del estudio señalan que adaptarse del mar al agua dulce es, evolutivamente, menos complejo que el proceso inverso. En ese sentido, los mosasaurios pudieron aprovechar un entorno cambiante mientras otros animales quedaban restringidos a hábitats cada vez más limitados. La flexibilidad fue una ventaja temporal.

Lo que cambia este descubrimiento
Este diente no es solo una curiosidad paleontológica. Obliga a revisar cómo se interpretan los últimos millones de años antes de la gran extinción del final del Cretácico. Los mosasaurios no eran tan rígidos como se creía.
La química del esmalte indica que el diente se formó mientras el animal vivía en agua dulce, lo que descarta una visita ocasional o un accidente. Este mosasaurio pasó parte de su vida en ríos, compartiendo el entorno con dinosaurios y cocodrilos. Eso amplía radicalmente su imagen ecológica.
Mientras habitaban un planeta sometido a cambios climáticos y ambientales rápidos, algunos gigantes del pasado supieron adaptarse. Este estudio muestra que incluso los grandes depredadores marinos buscaron nuevas oportunidades cuando el mundo que conocían empezó a desaparecer. Y todo quedó registrado en un solo diente.
Referencias
- During, M. A., Van Vranken, N. E., Boyd, C. A., Ahlberg, P. E., Warmerdam-Verdegaal, S. J., & Van der Lubbe, J. H. (2025). “King of the Riverside”, a multi-proxy approach offers a new perspective on mosasaurs before their extinction. BMC zoology, 10(1), 25. doi: 10.1186/s40850-025-00246-y
Cortesía de Muy Interesante
Dejanos un comentario: