Un análisis de ADN antiguo resuelve un misterio milenario: la peste ya se propagaba entre animales en plena Edad del Bronce

Durante milenios, la peste ha sido una de las enfermedades más temidas por la humanidad. Su devastador impacto en la Edad Media, con la famosa peste negra, dejó una huella imborrable en la historia de Europa. Sin embargo, mucho antes de que las ratas y las pulgas jugaran su papel letal en las ciudades medievales, otro tipo de peste, más antigua y misteriosa, ya recorría silenciosamente las vastas estepas de Eurasia. Y hasta ahora, los científicos no habían entendido del todo cómo era posible.

Un nuevo estudio publicado en la prestigiosa revista Cell, y liderado por un equipo internacional con participación del Instituto Max Planck y la Universidad de Harvard, podría haber dado con la clave: el ADN de la peste encontrado en los restos de una oveja de hace 4.000 años. El descubrimiento, realizado en el yacimiento arqueológico de Arkaim, en el sur de los Urales (actual Rusia), y sobre el que ya hablamos anteriormente cuando el artículo fue publicado en forma de preprint, aporta la primera evidencia directa de que la peste de la Edad del Bronce no solo infectaba a humanos, sino también a animales domesticados.

Este hallazgo cambia el enfoque: no fue solo un problema humano, sino una compleja red de transmisión que involucraba a animales, pastores y, probablemente, a reservorios naturales aún desconocidos.

Una oveja, un diente, una pista decisiva

El diente en cuestión procede de una oveja domesticada perteneciente a la cultura Sintashta, una sociedad de pastores-guerreros que habitó las estepas euroasiáticas entre los años 2.000 y 1.600 a.C. Esta cultura, conocida por su dominio del caballo, la metalurgia del bronce y sus carrozas de guerra, constituye un eslabón clave en la expansión indoeuropea.

Los restos del animal fueron excavados hace décadas, pero no ha sido hasta ahora, gracias a técnicas de secuenciación de ADN antiguo, que los investigadores han podido detectar entre el material genético conservado un genoma parcial de Yersinia pestis, la bacteria causante de la peste. Es la primera vez que se recupera esta bacteria en un animal no humano del periodo prehistórico. Hasta ahora, todas las evidencias genéticas procedían exclusivamente de restos humanos.

Este tipo de peste pertenece a una cepa antigua, conocida como linaje de la Edad del Bronce Tardía (LNBA, por sus siglas en inglés). A diferencia de la peste medieval, esta variante no estaba adaptada para transmitirse eficazmente a través de pulgas. Esto había planteado un enigma importante: ¿cómo pudo expandirse por un territorio tan amplio, desde Europa Central hasta Asia Central, durante más de 2.000 años?

Infografía conceptual que ilustra cómo Yersinia pestis infectó a una oveja domesticada asociada a la cultura ganadera Sintashta-Petrovka hace más de 3.500 años
Infografía conceptual que ilustra cómo Yersinia pestis infectó a una oveja domesticada asociada a la cultura ganadera Sintashta-Petrovka hace más de 3.500 años. Fuente: Ian Light-Maka et al, Cell (2025)

Animales domésticos y una nueva hipótesis sobre la transmisión

El hallazgo en la oveja permite plantear una nueva hipótesis. La peste de la Edad del Bronce podría haberse transmitido mediante un sistema más complejo que la simple interacción entre humanos, implicando también a animales domésticos como ovejas y cabras. Estos animales, al moverse con los pastores o entrar en contacto con roedores infectados, habrían actuado como puentes biológicos en la cadena de transmisión.

Aunque la oveja no fue probablemente un reservorio natural del patógeno (es decir, un animal que porta la bacteria sin enfermarse), sí pudo actuar como huésped intermedio, contrayendo la enfermedad al pastar en zonas infectadas o al interactuar con fauna silvestre. La infección, aunque quizás breve y sin manifestaciones visibles, habría sido suficiente para transmitir el patógeno a humanos mediante contacto directo o a través del consumo de carne contaminada.

Este modelo contrasta con la narrativa tradicional de la peste como una enfermedad vinculada exclusivamente al ser humano o a los roedores urbanos. Nos lleva, en cambio, a pensar en un ecosistema dinámico donde el ganado, la fauna salvaje y las comunidades humanas estaban estrechamente entrelazados.

La peste y la revolución de la movilidad en la Edad del Bronce

La Edad del Bronce no fue solo una era de innovaciones tecnológicas, sino también de cambios demográficos y sociales profundos. Las culturas de las estepas, como la Sintashta o la Andronovo, desarrollaron formas de vida altamente móviles gracias a la domesticación del caballo y al uso de carros. Estos pueblos podían recorrer enormes distancias en poco tiempo, llevando consigo sus rebaños, herramientas, prácticas funerarias y, ahora lo sabemos, también bacterias letales.

El ADN de Yersinia pestis hallado en la oveja de Arkaim es casi idéntico al encontrado en humanos de culturas contemporáneas situadas a miles de kilómetros de distancia. Esto sugiere que no hablamos de brotes locales, sino de una enfermedad que circulaba activamente en redes de contacto pan-eurasiáticas.

En este contexto, los animales domésticos pudieron jugar un papel crucial, facilitando el salto entre diferentes comunidades humanas, sin necesidad de intermediarios como las pulgas. La movilidad humana, combinada con la de los rebaños, habría sido el vehículo ideal para mantener la peste activa durante siglos.

pandemias
Escena de entierro durante la peste negra en Tournai, ilustrada por Pierart dou Tielt hacia 1353. Miniatura del Tractatus quartus de Gilles li Muisit, ms. 13076-13077, fol. 24v. Fuente: Wikimedia Commons.

¿Cuál fue el reservorio natural?

El hallazgo de la peste en la oveja plantea nuevas preguntas sobre el origen y mantenimiento de esta antigua pandemia. ¿Cuál era el reservorio original del linaje LNBA de Yersinia pestis? Todo apunta a que no eran las ovejas, ni los humanos, sino alguna especie silvestre, posiblemente roedores de las estepas eurasiáticas o incluso aves migratorias, como algunas teorías más recientes sugieren.

En el estudio, los investigadores argumentan que la presión evolutiva sobre esta cepa antigua era distinta de la actual: menos especializada en la transmisión por pulgas, más dependiente de la interacción directa entre hospedadores y con un patrón genético más conservador. Esto explicaría la extraña estabilidad del linaje durante casi dos milenios, sin derivar en variantes locales diferenciadas.

Yersinia Pestis
Yersinia pestis, la bacteria responsable de la peste. Un nuevo estudio ha demostrado que ya infectaba animales domésticos hace 4.000 años, mucho antes de la famosa Peste Negra. Foto: Istock

Un descubrimiento que cambia la narrativa

Este estudio representa un punto de inflexión en la historia de las enfermedades en la antigüedad. No solo amplía el rango conocido de hospedadores para Yersinia pestis en épocas prehistóricas, sino que nos invita a repensar cómo las primeras pandemias humanas pudieron estar profundamente ligadas al surgimiento de la ganadería intensiva y la movilidad pastoral.

Además, ofrece una lección contemporánea: los patógenos emergen y se diseminan muchas veces como consecuencia de nuestras interacciones con el medio natural. Al igual que ocurrió en la Edad del Bronce, hoy también nos enfrentamos a nuevas enfermedades que surgen cuando alteramos ecosistemas en busca de recursos o expansión.

Este hallazgo, extraído de un simple diente fosilizado, recuerda que la historia de la humanidad está entrelazada, para bien o para mal, con la de los animales que domesticamos y con la microbiología invisible que nos acompaña desde tiempos remotos.

Referencias

  • Ian Light-Maka et al, Bronze Age Yersinia pestis genome from sheep sheds light on hosts and evolution of a prehistoric plague lineage, Cell (2025). DOI: 10.1016/j.cell.2025.07.029

Cortesía de Muy Interesante



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