Byung-Chul Han, filósofo: “La palabra producción no significaba fabricación ni elaboración, sino exhibir, hacer visible”

Durante mucho tiempo hemos entendido la producción como una actividad ligada al esfuerzo, a la fabricación de resultados y a la acumulación de logros visibles. Producir se ha convertido en sinónimo de rendir, de aprovechar el tiempo, de justificar la propia existencia mediante tareas, objetivos y cifras. En ese marco mental, todo lo que no genera un resultado cuantificable parece quedar en suspenso, como si no terminara de existir del todo.

Esta forma de entender la producción no es solo económica o laboral, también es cultural y personal. La idea de que hay que producir constantemente se ha infiltrado en la manera en que nos relacionamos con el descanso, con el ocio e incluso con nosotros mismos. El tiempo libre se vive a menudo como tiempo improductivo, y la pausa como una anomalía que hay que corregir cuanto antes. Sin embargo, esa concepción dominante no siempre fue así. Byung-Chul Han recuerda que el sentido original de la palabra producción estaba muy lejos de esta lógica del rendimiento y la eficiencia.

La palabra producción no significaba fabricación ni elaboración, sino exhibir, hacer visible

Byung-Chul Han

Cuando el filósofo coreano afirma que producir no significaba fabricar ni elaborar, sino exhibir y hacer visible, introduce una fisura en nuestra manera habitual de pensar. Producir era, en su origen, permitir que algo apareciera ante la mirada, sacarlo de la ocultación y ofrecerlo al mundo. No se trataba de añadir valor, ni de optimizar procesos, ni de demostrar utilidad, sino de hacer presente algo que merecía ser visto. Ese desplazamiento semántico, aparentemente menor, encierra una crítica profunda a la forma en que hoy vivimos el trabajo, la creatividad y la propia identidad.

Cuando producir era mostrar, no rendir

En su sentido más antiguo, producir estaba vinculado a la idea de aparición. Algo se producía cuando dejaba de estar oculto y se mostraba, cuando entraba en el espacio común de lo visible y compartido. La producción no era una carrera contra el tiempo, sino un gesto que ponía algo en relación con los demás.

Esta idea conecta con una comprensión más amplia de la actividad humana, en la que no todo debía traducirse en utilidad inmediata. Mostrar no implicaba vender, ni convencer, ni optimizar. Implicaba simplemente permitir que algo existiera ante otros, que pudiera ser contemplado, interpretado o incluso ignorado. En ese marco, producir tenía una dimensión casi contemplativa, porque exigía atención, cuidado y paciencia.

También había en esa concepción una relación distinta con el valor. No todo lo que se producía tenía que ser rentable, ni todo lo visible debía justificarse mediante su función. Había gestos, obras y palabras que se producían porque tenían sentido en sí mismas, no porque respondieran a una demanda externa. La producción era, en cierto modo, un acto de confianza en que lo que se muestra puede encontrar su lugar sin ser forzado.

Producir no es acumular objetos, sino elegir qué merece ser puesto a la vista. A veces, hacer visible consiste en retirar todo lo demás. Fuente: ChatGPT

De la visibilidad compartida a la exposición constante

El problema surge cuando la visibilidad deja de ser un acto de apertura y se transforma en una obligación permanente. En la sociedad contemporánea, producir ya no es solo mostrar, sino demostrar. Demostrar competencia, valor, rendimiento, relevancia. Todo lo que se hace parece necesitar una justificación explícita.

En este contexto, la visibilidad se vuelve ambigua. Por un lado, es imprescindible para existir socialmente. Por otro, se convierte en una fuente constante de presión. Lo que no se muestra parece no contar, pero lo que se muestra queda inmediatamente sometido a evaluación. La producción deja de ser un acto libre y se convierte en un examen continuo.

No todo lo que se producía tenía que ser rentable,

Byung-Chul Han señala que esta dinámica no funciona mediante la imposición externa, sino a través de la autoexigencia. Cada persona interioriza la necesidad de producir y se convierte en gestora de su propia exposición. No basta con hacer algo, hay que hacerlo visible, compartible y validable. El resultado es una forma de agotamiento que no proviene del trabajo físico, sino de la presión constante por mantenerse activo y presente.

En este marco, incluso la identidad personal se ve afectada. El yo se convierte en un proyecto que debe producirse sin descanso, una especie de marca que hay que cuidar y actualizar. Producir ya no es solo fabricar cosas, sino fabricarse a uno mismo. Y esa tarea, lejos de liberar, suele generar cansancio, ansiedad y una sensación difusa de insuficiencia.

No basta con hacer algo, hay que hacerlo visible, compartible y validable.

Lo invisible como espacio perdido

Cuando todo debe producir, algo fundamental se pierde: la posibilidad de que existan espacios sin rendimiento. Lo que no se traduce en resultados visibles queda marginado, aunque sea precisamente ahí donde surgen la reflexión, la creatividad o el descanso profundo. El silencio, la espera y la contemplación se vuelven sospechosos en un mundo que exige actividad constante.

Recuperar el sentido original de la producción no significa rechazar el trabajo ni idealizar el pasado, sino cuestionar la reducción de toda actividad a rendimiento. Significa recordar que mostrar no es lo mismo que demostrar, y que hacer visible no implica necesariamente competir o justificarse. Hay formas de producción que no buscan aplauso ni rentabilidad, sino presencia y sentido.

Tal vez la propuesta implícita de Byung-Chul Han sea una invitación a reconciliarnos con lo que aparece sin exigirnos nada a cambio. A permitir que ciertas cosas existan sin ser inmediatamente evaluadas. A producir sin agotarnos, a mostrar sin exponernos del todo, a aceptar que no todo lo valioso tiene que rendir.

En la vida diaria, en este mundo saturado de actividad y visibilidad forzada, volver a pensar la producción como acto de aparición puede ser una forma discreta de resistencia. Una manera de recordar que, antes de fabricar resultados, producir consistía simplemente en hacer visible lo que merecía ser visto.

Cortesía de Muy Interesante



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