Hallan estructuras mayas bajo la selva de Campeche: revelan pirámides ocultas y túneles subterráneos de los últimos mayas

Durante siglos, la vasta y densa selva del estado de Campeche, en el sureste de México, ha ocultado más que vegetación. Lo que parecía una región sin importancia arqueológica, relegada entre otras más conocidas como el Petén o los Chenes, acaba de convertirse en el nuevo foco de atención para los especialistas del mundo maya. En esta ocasión, no se trata de una gran ciudad con estelas monumentales o palacios decorados, sino de una zona en apariencia marginal que podría aportar piezas clave para entender los desplazamientos humanos en el final de la era maya.

El proyecto, liderado por el arqueólogo esloveno Ivan Šprajc con autorización del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), ha centrado sus trabajos en la Reserva de la Biosfera Balam Kú. Esta área, aún cubierta por selva mediana y con escasa intervención humana, se sitúa entre la región de los Chenes y los poblados de Conhuás y Constitución. A lo largo de 140 kilómetros cuadrados, el equipo ha documentado numerosos asentamientos antiguos, que hasta ahora habían permanecido ocultos tanto por el follaje como por la falta de indicios superficiales.

LiDAR y estructuras olvidadas: cuando la selva deja de ocultar

La herramienta decisiva ha sido el escaneo láser aerotransportado, conocido como LiDAR, una tecnología que en los últimos años está revolucionando la arqueología en las selvas tropicales. Gracias a sus pulsos láser que penetran la vegetación y reconstruyen el terreno en modelos tridimensionales, se han detectado estructuras que a simple vista serían imposibles de identificar.

Entre los hallazgos más llamativos se encuentra una plaza ceremonial dominada por una pirámide, al parecer modificada a lo largo del tiempo, donde apareció un sistema de drenaje oculto bajo el suelo de la plaza. Este túnel, ya cubierto durante etapas posteriores, demuestra un nivel de planificación y adaptación arquitectónica que ha sorprendido a los investigadores. A tan solo cinco kilómetros del conocido sitio de Nadzcaan, este conjunto podría haber tenido un rol específico dentro de una red de asentamientos menores.

Imágenes LiDAR de uno de los asentamientos, donde se distingue un túnel de desagüe integrado en la estructura
Imágenes LiDAR de uno de los asentamientos, donde se distingue un túnel de desagüe integrado en la estructura. Fuente: INAH

Otra sorpresa ha sido la aparición de una cancha de juego de pelota construida sobre una estructura anterior, posiblemente del periodo Clásico Temprano (200-600 d.C.). Los vestigios de estuco y restos de pintura sugieren un uso ceremonial o simbólico más allá del mero deporte ritualizado, reflejando la continuidad de ocupación en estos lugares durante distintos periodos históricos.

Una región con menos densidad, pero no menos historia

A diferencia de otras zonas de las Tierras Bajas, la región documentada presenta características ambientales poco favorables para la agricultura intensiva: suelos delgados, afloramientos rocosos y humedales de difícil drenaje. Estas condiciones habrían limitado el desarrollo de grandes ciudades, pero no impidieron la presencia humana constante durante siglos.

Los asentamientos hallados hasta ahora son más modestos que los grandes centros mayas conocidos. Sin embargo, esa modestia es precisamente la que permite entender los patrones de desplazamiento y adaptación de los grupos humanos que, al final del periodo Clásico y comienzos del Posclásico, se reubicaron buscando nuevos recursos, nuevas tierras y posiblemente huyendo de conflictos o presiones sociales.

En algunos sitios se han registrado estructuras de hasta 13 metros de altura que, por su escala, indican cierta jerarquía o función cívico-ceremonial. Uno de ellos incluso posee una pirámide de 16 metros coronada por una ofrenda inusual: fragmentos cerámicos, una punta de pedernal tallada y lo que parece ser la pata de un animal, posiblemente un tepezcuintle o un armadillo. Este hallazgo, fechado tentativamente en el Posclásico Tardío (1250-1524 d.C.), muestra que la ocupación en la región persistió hasta poco antes del contacto europeo.

Un nuevo paradigma sobre el colapso y la resiliencia maya

La importancia del descubrimiento no radica en la monumentalidad, sino en lo que revela sobre los últimos siglos del mundo maya. Tradicionalmente, se ha asociado el “colapso” de las ciudades clásicas del sur con un abandono total de las Tierras Bajas Centrales. Pero estos nuevos datos muestran que, aunque las estructuras políticas complejas se desintegraron, la vida continuó, quizás de forma más sencilla, pero igualmente significativa.

Estos espacios menos estudiados podrían haber funcionado como zonas de refugio, transición o reorganización para poblaciones desplazadas desde las regiones más densamente pobladas. No se trató de un abandono total, sino de una transformación. La cerámica, las estructuras adaptadas al terreno y la presencia de ofrendas rituales son testigos silenciosos de esta persistencia cultural.

El estudio, financiado por instituciones de Eslovenia y organizaciones estadounidenses como la Milwaukee Audubon Society, ha sido realizado por un equipo internacional en el que participaron arqueólogos mexicanos y europeos, y ha abierto un nuevo capítulo en la arqueología mesoamericana. En lugar de buscar únicamente las grandes ciudades y monumentos, este enfoque pone la lupa sobre los márgenes, los caminos menos transitados, las comunidades que sobrevivieron en los límites.

Zona central del sitio arqueológico donde fue localizado el conducto de drenaje
Zona central del sitio arqueológico donde fue localizado el conducto de drenaje. Fuente: INAH

¿Qué más se esconde bajo la selva?

La clave está ahora en el análisis del material cerámico recolectado, que permitirá precisar las cronologías y relaciones entre los sitios. Pero más allá de las fechas, el trabajo en Balam Kú plantea una pregunta crucial: ¿cuántas historias hemos pasado por alto por centrarnos únicamente en lo grandioso?

En las zonas sin estelas, sin muros en pie y sin inscripciones llamativas también se construyó historia. Las terrazas inexistentes y los canales ausentes no significan olvido, sino adaptación. Y es que a veces, en los lugares que menos lo parecen, se esconden las respuestas a los grandes enigmas de la civilización maya.

El hallazgo no es solo un avance arqueológico, sino una invitación a repensar las narrativas establecidas. Porque detrás de cada cerro, bajo cada plaza o escondido en el subsuelo, puede encontrarse una clave que reescriba la historia.

Cortesía de Muy Interesante



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