Su vida es lo que ha sido por una cuestión de tiempo. El primero de julio de 1994, María Eugenia Moreno sintió los dolores que avisaban que su hija Karen estaba por llegar al mundo. La mujer chocoana, madre soltera, salió de su casa en el barrio La Iguaná de Medellín, algo afanada, y se montó en un taxi.
Pidió que la llevaran al Hospital San Vicente, cerca de la Universidad de Antioquia. Entre el barrio que construyeron en la orilla occidental del río Medellín migrantes que, en su mayoría, llegaron desde Chocó, y el centro médico universitario hay aproximadamente 15,2 kilómetros. Según los cálculos de Waze, el recorrido, con las vías de hoy, se demora 28 minutos.
Hace 31 años podía ser un poco más. Aquel viernes primero de julio, el tráfico estaba pesado. María Eugenia no alcanzó a llegar al hospital. Karen corrió para nacer. Vio la luz del mundo en un carro amarillo que intentaba llegar rápido al San Vicente. Cuando alcanzaron la puerta de urgencias, la niña ya estaba en el mundo. Su madre no sabía qué hacer.
Los médicos llegaron hasta donde estaba el carro. Allí cortaron el cordón umbilical que, durante nueve meses, fue la conexión vital entre Karen y María Eugenia. Después se llevaron a la niña a una sala del hospital para que recibiera oxígeno. Tiempo después, los galenos le dijeron a la madre que, durante algunos segundos, ese elemento vital no llegó al cerebro de su hija, por lo que era posible que la niña creciera con hemiparesia.
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París, Francia, 31 de agosto de 2024. Las tribunas del Stade de France están llenas a reventar. El mundo tiene los ojos puestos en la pista de atletismo color violeta que los organizadores de París 2024 dispusieron para las competencias de los Juegos Olímpicos y Paralímpicos, que pusieron a la “Ciudad Luz” en el centro del planeta entre agosto y septiembre de ese año.
La atleta paralímpica antioqueña Karen Palomeque está parada detrás de los tacos de salida de los 100 metros planos T38, mientras el “maestro de ceremonias” anuncia el nombre de las competidoras. Le tocó correr por el cuarto carril. Lleva una camisa de manga corta blanca, una licra negra y una balaca sobre el cabello que, vista desde lejos, parece una corona.
Las nueve atletas que lograron cupo en la final de la prueba reina del atletismo se ponen en posición de salida. El estadio entra en un silencio profundo. Suena el disparo. Las deportistas corren a toda velocidad. Karen toma la delantera con sus zancadas largas y enérgicas.
Su entrenador de siempre, Raúl Díaz, un chocoano que llegó a La Iguaná en una ola migratoria y terminó siendo profesor de educación física en una de las escuelas del barrio, ha manifestado en repetidas ocasiones que le parece que Karen corre todo el tiempo como si la estuvieran persiguiendo.
Esa noche de septiembre en París, la rusa Goncharova, las británicas Down y Hahn, la griega Manthopoulou, la húngara Ekler, la australiana Clarke y la colombiana Faisury Jiménez corrieron todo el tiempo detrás de Palomeque y, aunque dieron todo de sí para alcanzarla, no lo consiguieron. Karen cruzó la meta primero. Detuvo el cronómetro en 12,26 segundos: un suspiro, un récord mundial.
Por detrás suyo pasaron la meta la griega Manthopoulou y su amiga Jiménez. Karen continuó la carrera algunos metros, mientras mermaba el ritmo. Se persignó y, después, se detuvo para llorar profundo, esas lágrimas gruesas que solo la alegría puede producir. Aquella tarde, en la prueba para deportistas con movilidad y coordinación levemente afectadas en el torso inferior y las piernas, “La princesa”, como ella misma se dice, alcanzó su sueño más grande, aquel que a los ojos de muchos parecía imposible —menos para ella—: quedarse con una medalla en las Paraolimpiadas para atletas con alguna “limitación”.
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La hemiparesia con la que creció Karen Palomeque suele ocurrir en 1 de cada 1.000 personas, de acuerdo con datos de la American Stroke Association, una organización que trabaja por prevenir los accidentes cerebrovasculares en todo el mundo. Karen no sufrió uno, pero sí las consecuencias de que a su cerebro no llegara oxígeno suficiente durante un par de segundos después de nacer. Quizás se pudo evitar de haber logrado su madre llegar al Hospital San Vicente antes de que ella naciera en un taxi. Sin embargo, hay ocasiones en las que la vida —o el destino, Dios— se vale de ciertas circunstancias para encaminar una existencia.
A Palomeque la hemiparesia le generó una parálisis leve y algo de debilidad en el lado izquierdo de su cuerpo. No obstante, ella nunca se sintió limitada. Mucho tuvo que ver la crianza de su madre, la forma en que creció en su casa. María Eugenia no crió a Karen con ningún cuidado especial. En medio de los afanes de la vida cotidiana, donde debía trabajar para comprar comida y pagar el arriendo —algunos meses había que elegir cuál de los dos hacer—, la madre no limitó a su hija. Sin embargo, según manifestó en una charla con Los Informantes, el “problema” físico se le notaba.
Cuando Karen bailaba siendo niña, no se movía con la misma habilidad que lo hacía cuando apoyaba la pierna derecha. No importaba. Así creció. Así jugó yermis, tintín corre corre y otras actividades propias de los niños con sus amigos de la infancia. Incluso con la falta de fuerza en la zona izquierda del cuerpo, Palomeque solía correr para todo: si la mandaban a la tienda o cuando iba al colegio.
Por eso era rápida. Tenía una habilidad natural, aunque debía hacer un poco más de esfuerzo que los demás. Su capacidad llamó la atención de Raúl Díaz cuando empezó a hacer unas escuelas de atletismo en La Iguaná. Este fue uno de los barrios más golpeados por la violencia de los años 80 y 90 en Medellín. Muchos jóvenes vieron en la fantasía del narcotráfico una salida para mejorar su vida y, después, quedó la fiereza de ese mundo como consecuencia en el barrio. Muchos niños soñaban con unirse a grupos, mientras que algunas mujeres veían en el trabajo doméstico o en el uso de sus cuerpos una manera de subsistir.
Por eso la idea de Díaz. En los entrenamientos con los chicos del barrio, Karen se destacó. Era tan buena que la llevaron a entrenar a la pista de atletismo Alfonso Galvis Duque, en la Unidad Deportiva Atanasio Girardot. Ella misma ha dicho que fue amor a primera vista. Empezó a entrenar con disciplina. Veía el atletismo como una terapia, tanto física como mental, para amainar los efectos de la hemiparesia.
Se tomó el atletismo en serio. Cuando podía, le ayudaba a su mamá a mover el carrito donde vendía arepas de choclo con queso por el sector del estadio. Lo hacía aunque terminaba cansada de los entrenamientos, hasta que un día Díaz le dijo que debía dormir mejor para competir. Empezó a participar en carreras. Entonces, en Colombia no había pruebas para deportistas paralímpicos. Karen competía con el resto de atletas y ganaba. Fue campeona nacional en 100, 200, 400 y hasta 800 metros. Después le dijeron que, por su condición, podía correr en el atletismo adaptado.
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En la vida de Karen Palomeque todo ha sido cuestión de tiempo. A sus 31 años, la antioqueña es la mujer más veloz del mundo en varias pruebas del paratletismo. Finalizó 2025 con tres plusmarcas en el atletismo T38: es la reina —aunque ella dice que princesa— de los 100, 200 y 400 metros planos.
Este año que está por terminar, en el que fue elegida como la mejor paratleta de Colombia por su destacada participación en eventos internacionales como el Mundial de Para Atletismo, realizado en Nueva Delhi, India, rompió dos veces el récord de los 200 metros planos.
Una fue en una prueba que se realizó en Cali, donde paró el cronómetro en 25,07 segundos. La otra fue en la final de la distancia en territorio indio. Allí firmó un tiempo de 24,98 segundos. Lo celebró con mucha alegría. Cuando supo que había establecido una nueva marca, se envolvió en la bandera de Colombia (como aparece en la foto) y mostró su sonrisa grande, arrolladora, que no hace pensar a nadie que sea tímida.
Sin embargo, fue su alegría —tan íntima, cercana—, así como pensar en su mamá, su pareja, sus amigos y, sobre todas las cosas, en los retos que tuvo que superar en su vida, lo que la motivó a seguir adelante en medio de las adversidades: el inconveniente físico, las críticas cuando empezó a participar en carreras adaptadas después de triunfar en el atletismo convencional colombiano, entre otras cosas. Todo eso la llevó a ser, con autoridad, la princesa del paratletismo colombiano y dueña de varios récords mundiales. En la vida de Karen Palomeque todo ha sido cuestión de tiempo.
Cortesía de El Colombiano
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