31 de diciembre, 12:00 de la noche. Son innumerables los rituales y agüeros que en cada familia hacen para recibir el Año Nuevo. Haga memoria y empiece a contar esos comunes en su familia: la vuelta a la manzana con la maleta llena, comerse las 12 uvas a medida que van pasando las campanadas y se dicen 12 deseos, quemar sahumerio en toda la casa, estrenar de pies a cabeza, escribir una carta con 12 deseos y después quemarla, y así podemos seguir.
Como lo explica Johnny Orejuela, doctor en psicología de la Universidad de São Paulo, Brasil y profesor adjunto del Doctorado en Ciencias Sociales de la Universidad de Salamanca, España, un ritual es una práctica social muy concreta que opera como un dispositivo simbólico que nos permite conectarlos con el pasado, la tradición, y abrir el futuro, conecta intencionalmente con el porvenir anticipándolo.
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Se dice que los rituales de Año Nuevo se conocen desde la época romana y que también tienen orígenes ancestrales en las comunidades indígenas y africanas. “Estos han acompañado la evolución de la humanidad como colectivo social que enfrenta contingencias, riesgos, peligros e incertidumbres desde la prehistoria donde se hacían para controlar y anticipar los ciclos agrícolas o controlar las fuerzas desmesuradas de la naturaleza: tormentas, sequías, desborde de ríos, tempestades”, cuenta Orejuela.
En la web de Nat Geo explican que los babilonios fueron una de las primeras civilizaciones en celebrar el comienzo de un nuevo año, conmemorando la ocasión con festivales y rituales. “Existe mucha documentación escrita sobre los festivales de Año Nuevo en la antigua Babilonia, Siria y otros lugares de Mesopotamia relacionados con la idea del comienzo del nuevo año”, detalló para este canal Eckart Frahm, profesor de lenguas y civilizaciones del Cercano Oriente en la Universidad de Yale.
Otro punto importante que precisa Candida Moss –profesora de la Universidad de Birmingham especializada en historia antigua y cristianismo primitivo–, para Nat Geo, es que aunque los babilonios pueden haber concebido la idea, los romanos consolidaron el 1 de enero como el comienzo del nuevo año. Y que justo fueron los romanos quienes incorporaron elementos prácticos de renovación, como la “limpieza sobrenatural de primavera” y los votos de renovación. “Estas tradiciones se centraban en empezar el año con buen pie: limpiar las casas, abastecer la despensa, pagar las deudas y devolver los objetos prestados”, dijo.
Orejuela añade que con la evolución natural de la sociedad y desde la antigüedad, la edad media y la modernidad, los rituales han ido cambiando, “se complejizaron y pasaron de ser rituales eminentemente sociales y religiosos a ser individuales y seculares, así hoy tenemos rituales personales como los que hacemos en fechas especiales como cumpleaños, cierre y apertura de ciclos vitales, iniciación por edad etc., también hoy hay rituales en las empresas, colegios y demás instituciones, y no solo en las iglesias”.
El antropólogo francés Marc Auge dice que un ritual se hace con el propósito de anticipar algo negativo, una sequía, la pérdida de una cosecha o el no logro de una meta, y el ritual apunta a asegurar que eso no ocurra y entonces se hace para que llueva, haya buena cosecha o se logren las metas planeadas.
“Un ritual tiene por función la estabilización de las condiciones de vida para asegurar la supervivencia y paz interior, evitando el estrés derivado de la incertidumbre”, explica el doctor en psicología.
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En psicología, insiste Orejuela, los rituales son muy importantes por que cumplen con la función simbólica de organizar nuestro psiquismo, nuestra subjetividad o vida íntima. “Los rituales son dispositivos de organización simbólica para las personas. Al hacer un ritual uno hace un alto en la acción cotidiana para poner un hito, una marca ritual que pone un límite y delimita un cambio. La marca ritual tiene la función de señalar para la consciencia y la fijar en la memoria algo que es valorado como significativo, una nueva etapa, el comienzo de algo, la declaración de un propósito o unas metas, etcétera”.
Por eso son tan importantes en esta fecha en la que por calendario se termina un año y empieza otro, porque además influyen en las metas de las personas, que en sus 12 deseos escriben por ejemplo logros a alcanzar como hacer más ejercicio o terminar una tesis. “De ahí su importancia, si tienes una meta o deseo y no lo declaras y ritualizas es menos probable que lo cumplas porque es más fácil que lo olvides, no te comprometas con ello, no prestes atención ni dediques esfuerzos y recursos a ello, por eso es importante declararlos, escribirlos y ritualizarlos así fijas tu intención y alineas con ello tus acciones, decisiones y recursos, pues te están obligando a ser consistente y comprometido con aquello que declaras y dices desear lograr ser, hacer o tener”.
Algunos son muy lógicos como un vision board o mapa de sueños, otros más supersticiosos como quemar sahumerio o palo santo y unos más enfrascados en lo simbólico como estrenar ropa o ponerse ropa interior amarilla. Sean de la categoría que sean los rituales nos enfocan en un propósito concreto y nos dan esperanza para el Año Nuevo que llega.
Cortesía de El Colombiano
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