Mis temas de 2025

En 2025 publiqué 251 columnas en este diario. Al ordenarlas por temas, el resultado describe mejor al país que cualquier discurso oficial.

El tema dominante fue la seguridad, el crimen organizado y la corrupción: 68 columnas, 27% del total. No por interés en el hecho violento, sino por su impacto directo en la economía y la gobernabilidad. La extorsión opera como un impuesto paralelo: sube los costos, encarece los precios, frena la inversión y obliga a muchos negocios a decidir entre pagar y cerrar. No es un delito más: es un mecanismo de control territorial que se cobra de forma regular y, al hacerlo, termina fijando precios, rutas, horarios y hasta decisiones políticas. La corrupción hace lo demás: degrada la fe pública, convierte en negocio lo que debería ser regla y abre espacios para que grupos políticos y criminales controlen las decisiones locales. En ese contexto, la discusión sobre el Poder Judicial no es abstracta: si se facilita que el dinero o la presión criminal decida quién juzga y cómo se juzga, el país se vuelve más riesgoso para la inversión.

El segundo bloque fue de economía y hacienda pública: 58 columnas, 23%. El punto insistente fue la brecha entre la narrativa y los datos. Se presume baja desocupación, pero se omite la precariedad; se presume éxito, pero la informalidad rebasa el 54% y ronda el 55%. A eso se suma la subocupación (6.6% en la ENOE de marzo de 2025), que muestra cuánta gente trabaja, sí, pero por debajo de lo que necesita. Y cuando se baja al dato duro, el cuadro se enfría: el Inegi reportó una caída anual de 6.8% en la inversión fija bruta. En ese marco, el tema fiscal es central: los programas sociales pueden ser un piso necesario en un país desigual, pero sin crecimiento sostenido y sin disciplina presupuestaria terminan presionando la deuda y reduciendo el margen para la inversión pública, la salud y la seguridad.

El tercer eje fue la relación bilateral / T-MEC: 52 columnas, 21%. Donald Trump reordenó la agenda por una razón: utiliza aranceles y el tratado como herramientas de presión. Además, Washington mezcla el comercio con la seguridad (migración, fentanilo, crimen transnacional). Eso obliga a México a ir a la mesa con preparación técnica, coordinación interna y objetivos claros. No hay espacio para improvisación, porque un error se refleja en costos comerciales y también en cooperación de seguridad. Y con la revisión del T-MEC en 2026, el margen se achica: cualquier señal de debilidad interna se convierte en munición externa.

En política interior y reformas (48 columnas, 19%), el hilo fue el mismo: la velocidad no sustituye a la calidad. Dictámenes en fast-track, debates mínimos y técnica legislativa sacrificada elevan el costo institucional. Desaparecer contrapesos o debilitar reglas no mejora la gobernabilidad; la empeora.

El cierre del año deja una conclusión simple: 2026 llega con un entorno externo más exigente y problemas internos que reducen el margen. Sin Estado de derecho, no hay inversión. Sin inversión, no hay crecimiento.

Gracias por leerme este año y por debatir estas ideas. Aquí seguiré en 2026, celebrando lo que avance y cuestionando lo que nos detenga.

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Cortesía de El Economista



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