Descubren en el desierto de Judea un molde de 1.400 años para fabricar ‘souvenirs sagrados’: así nació el primer turismo religioso del cristianismo

Entre los barrancos calcinados por el sol del desierto de Judea, donde la roca desnuda se encuentra con el cielo sin nubes, un equipo de arqueólogos ha descubierto una pieza aparentemente modesta que está revolucionando nuestra comprensión del cristianismo antiguo. Se trata de un molde de piedra caliza, dividido en dos partes, diseñado para producir pequeñas ampollas de peregrino, también llamadas ampullae. Pero detrás de su simpleza material, esta herramienta encierra una historia de fe, comercio y redes de influencia que se extienden por todo el Mediterráneo bizantino.

El hallazgo se produjo en Hyrcania, un monasterio remoto construido sobre las ruinas de una fortaleza judía de la época de Herodes. El molde, decorado con una cruz y una inscripción en griego que puede traducirse como “bendición del Señor desde los lugares santos”, fue creado con el propósito de fabricar recuerdos espirituales para los peregrinos cristianos. Muy lejos de ser un simple objeto de devoción personal, lo que estos arqueólogos han desenterrado es la prueba de un sistema organizado, casi industrial, de producción de reliquias para viajeros llegados desde todos los rincones del imperio.

El corazón del turismo espiritual bizantino

Durante los siglos VI y VII, Tierra Santa se convirtió en uno de los destinos más codiciados para los cristianos del mundo romano oriental. Monasterios como el de Hyrcania no eran sólo centros de reclusión ascética, sino también estaciones clave dentro de las rutas de peregrinación que unían Jerusalén con lugares como Belén, el monte de la Tentación o el monasterio de Mar Saba. Miles de personas recorrían estos caminos cada año en busca de perdón, milagros o simplemente una conexión más profunda con su fe.

Los objetos como las ampullae eran vendidos o regalados a los peregrinos como testigos tangibles de su paso por lugares sagrados. Estas pequeñas vasijas se llenaban con aceite, agua o tierra de los santuarios cristianos más venerados y eran llevadas de vuelta a Italia, Grecia, Asia Menor o incluso el norte de África como recuerdos espirituales. El molde hallado en Hyrcania es la primera prueba directa de que estos objetos eran producidos localmente, en talleres probablemente vinculados al propio monasterio.

Este descubrimiento no solo aporta contexto a la expansión del cristianismo, sino que ilustra cómo la espiritualidad también generaba un dinamismo económico. En torno a estos monasterios existía un ecosistema donde se vendían objetos religiosos, se ofrecía hospedaje, comida, copias de textos sagrados, e incluso se intercambiaba información sobre otras rutas o reliquias. La fe era también un motor de desarrollo local.

Los arqueólogos Oren Gutfeld y Michal Haber, del Instituto de Arqueología de la Universidad Hebrea de Jerusalén
Los arqueólogos Oren Gutfeld y Michal Haber, del Instituto de Arqueología de la Universidad Hebrea de Jerusalén. Foto: Oren Gutfeld/Michal Haber

Hyrcania: del bastión judío al refugio cristiano

El emplazamiento de Hyrcania tiene una historia densa y estratificada. Fundado originalmente por los reyes asmoneos en el siglo II a.C., fue una de las muchas fortalezas que custodiaban las fronteras orientales del reino judío. Posteriormente fue reconstruido por Herodes el Grande como parte de su red de refugios personales. Abandonado durante siglos, resurgió en el siglo V como un monasterio cristiano bajo la influencia de San Sabas, una de las figuras más influyentes del monacato palestino.

La elección del lugar no fue casual. El desierto de Judea era visto como un territorio sagrado, una especie de antesala del cielo, donde el aislamiento geográfico ayudaba a purificar el alma. Pero su proximidad a rutas importantes, como la que conectaba Jerusalén con Jericó y Belén, hacía de estos centros religiosos puntos de tránsito ideales para peregrinos de paso.

En las recientes campañas de excavación también se han hallado monedas de oro, un anillo con piedra amarilla, fragmentos de inscripciones griegas y la tapa de un pequeño relicario, todo ello fechado entre los siglos VI y VII. Estos hallazgos refuerzan la idea de que Hyrcania no era un simple cenobio perdido en el desierto, sino un monasterio próspero, bien conectado y posiblemente visitado por mujeres peregrinas, algo poco frecuente pero no imposible en aquella época.

Una moneda de oro con la efigie del emperador bizantino Heraclio, del siglo VII, fue hallada en el yacimiento arqueológico de Hyrcania
Una moneda de oro con la efigie del emperador bizantino Heraclio, del siglo VII, fue hallada en el yacimiento arqueológico de Hyrcania. Foto: Tal Rogovski/Hebrew University of Jerusalem

El molde y su mensaje: portadores de lo sagrado

Las ampollas fabricadas con este molde tenían una función específica: ser contenedores de lo divino. No se trataba de botellas decorativas ni de simples recuerdos estéticos, sino de cápsulas de santidad, objetos capaces de transmitir la bendición de Tierra Santa a lugares lejanos. Su portabilidad las convertía en auténticos vehículos de fe, una especie de “souvenirs sagrados” que mezclaban la espiritualidad con la materialidad.

El hallazgo del molde en su contexto original —enterrado bajo una sección derrumbada del monasterio— es de enorme importancia. No se trata de un objeto hallado fuera de lugar ni descontextualizado, sino de una herramienta aún incrustada en su espacio funcional. Esto permite confirmar que la producción se realizaba in situ, probablemente como parte de un sistema de manufactura artesanal controlado por la comunidad monástica o por artesanos en colaboración con ella.

Este hallazgo también explica por qué ampollas similares han aparecido en catedrales tan lejanas como la de Monza, en el norte de Italia. La fe viajaba, y con ella, estos objetos. En su recorrido no solo llevaban la devoción del portador, sino también símbolos, inscripciones, e iconografías que se difundían por todo el mundo cristiano. Eran, en cierto sentido, emisarios culturales de Tierra Santa.

Un antiguo molde de piedra caliza, con unos 1.400 años de antigüedad, ha sido hallado en Hyrcania, en la región desértica de Judea
Un antiguo molde de piedra caliza, con unos 1.400 años de antigüedad, ha sido hallado en Hyrcania, en la región desértica de Judea. Foto: Michal Haber/Institute of Archaeology of the Hebrew University of Jerusalem

El reto de conservar y comprender

La excavación de Hyrcania es parte de un esfuerzo más amplio por salvar un patrimonio amenazado por el saqueo y la erosión. Durante décadas, el lugar ha sido víctima de expolios ilegales, especialmente por su doble valor como sitio bíblico y estratégico. El equipo de arqueólogos trabaja contrarreloj para documentar, analizar y conservar los restos antes de que desaparezcan para siempre.

El molde, aunque discreto a simple vista, encarna una red de relaciones entre monjes, artesanos, peregrinos y comerciantes que funcionaba como un sistema complejo en un mundo que, a menudo, imaginamos demasiado estático. Al rescatar objetos como este, no solo se recupera una pieza arqueológica, sino que se reconstruye un entramado social y espiritual que tejía oriente y occidente, fe y economía, desierto y ciudad.

A medida que avancen las excavaciones, los investigadores esperan encontrar más pistas sobre el día a día de los monjes, el papel del monasterio en las rutas de peregrinación y las conexiones que unían a Hyrcania con otros centros del cristianismo bizantino. Lo que queda claro es que, en el corazón del desierto, se producía mucho más que silencio: se fundía fe, historia y memoria.

Cortesía de Muy Interesante



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