
La capitalización de Estados Unidos en la actual administración está alcanzando una cifra récord en sus logros y récord en los medios elegidos para obtenerla. Si nos atenemos a las declaraciones del presidente Trump, se hablaría de 9 millones de millones de dólares solo en inversiones extranjeras. Por supuesto que ningún analista serio acepta esta elevada cifra, pero aun el monto más conservador sigue siendo impresionante.
La Unión Europea, los países árabes petroleros, Japón, Corea del Sur y otros más del sudeste asiático han por lo menos prometido inversiones millonarias en todo tipo de negocios ubicados dentro de la Unión Americana, esto porque previamente fueron sometidos a una tensión prolongada que se llama “aranceles”. En la noche de brujas, los niños llaman a las casas pidiendo dulces o, de lo contrario, maldición; Trump ha ido personalmente a muchos países pidiendo inversiones o, de lo contrario, aranceles, ni más ni menos una nueva forma de extorsión que solamente pueden hacer quienes tienen el poder de perjudicarte si no cooperas.
Contemporáneamente Estados Unidos no ha dejado de advertir los grandes negocios que pueden suponer la reconstrucción de Palestina y de Ucrania, y la compra tácita de Argentina, que ya debe tanto a los norteamericanos que le iría mejor entregándose por completo a ellos. Dentro de esta visión, forzar a los países europeos, al menos a los miembros de la OTAN, para que inviertan más en seguridad, es decir, en armas, lo que verdaderamente asegura es el mercado estadounidense armamenticio y, por ende, otro camino para seguirse capitalizando.
Y porque todo aporta, siendo Estados Unidos uno de los países que más visas pide al resto del planeta, venderlas al doble de lo establecido también ayuda, junto con los extraordinarios recortes al gasto federal que han dejado sin empleo a miles de personas y sin apoyo a una innumerable cantidad de organismos sociales dentro y fuera del país.
Al resto de países americanos, exceptuando hasta cierto punto a Brasil y a Argentina, a la que ya compró, no les puede exigir que hagan inversiones millonarias o se atengan a los aranceles; hay otros rubros en que la extorsión puede igualmente funcionar: migrantes, balanza comercial, monopolio de “nomás a mí me compras”, “nomás a mí me vendes”, “nomás mis inversiones aceptas”, freno al narcotráfico, venta libre de armas, “mis amigos serán tus amigos y mis enemigos, tus enemigos”, “tu país-piñata nomás yo lo puedo manejar”, “yo decido de qué aeropuerto tuyo acepto vuelos y de cuál no”, de la misma forma en que ellos deciden qué lanchas o barcos deben ser hundidos. ¿Quién va a averiguar si eran o no “terroristas”?
¿Es viable este sueño americano? Hasta ahora lo había sido a cambio de muchas ventajas para el resto del mundo, mismas que Trump ha comenzado a disminuir, poniendo en duda su futuro. ¿Es viable para Estados Unidos? Lo está siendo, si bien un alto porcentaje de la población no acepta la política económica de Trump, entre ellos diversos economistas de aquel país que observan, por un lado, que mucha de la inversión prometida “no vale más que el papel en que está firmada”, o está ofrecida a plazos largos, mientras que los beneficios concretos de los recortes presupuestales se hacen esperar. Las pasadas elecciones en aquel país, aunque menores, no dejan de enviar una señal de descontento a la actual administración que habrá que leer sin exageraciones; para las macroestructuras, el descontento de los votantes es un mal menor.
Cortesía de El Informador
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