Mientras Emmanuel Macron y su esposa Brigitte Macron prometen que llevarán hasta los tribunales estadounidenses las pruebas médicas de que ella no es trans, como sostienen voceros digitales de la ultraderecha trumpista que buscan “desprestigiarla” en esos términos, la sociedad francesa suspira un “¿y a mí qué…?” colectivo. Lo cierto es que tiene otros problemas: la crisis económica y de gobernabilidad que sepultó la imagen del presidente en el punto más bajo desde su primera elección en 2017.
No es la primera vez que se vincula en forma de rumores al matrimonio Macron con la comunidad LGBTI. De Emmanuel Macron se ha dicho que mantenía una relación extramatrimonial con el presidente de Radio France. Brigitte, por su parte, no es el único blanco de este tipo de supuestas revelaciones sobre su identidad de género; estas forman parte de una teoría conspirativa transfóbica que traspasa fronteras y que ha alcanzado también a otras primeras damas.
En en julio la pareja presentó ‘una demanda por difamación’ contra la influencer conservadora Candace Owens, a quien acusan de difundir deliberadamente una teoría falsa para sumar audiencia y obtener beneficios económicos. Se trata de un pleito judicial que tiene más impacto en Estados Unidos que en Francia, donde la ni orientación sexual del presidente, ni la identidad de género de su esposa son —ni han sido— temas de interés. Allí, la atención está puesta en el momento político especialmente conflictivo que atraviesa el gobierno, con protestas y movilizaciones masivas contra las embestidas neoliberales, a menos de dos años de la elección nacional. Se trata de un gobierno asediado no solo por el pulso de las calles, sino también en el Parlamento: por la derecha —ultraderecha nacionalista—, que lo acusa y critica por su internacionalismo/globalismo; y por la izquierda, porque ser un liberal que gobierna como tal.
La versión de que Brigitte Macron nació hombre circula en Francia al menos desde 2021, cuando dos blogueras, Amandine Roy y Natacha Rey, difundieron un video en YouTube que viralizó el tema. En aquel momento, Brigitte y su hermano mayor, Jean-Michel Trogneux, iniciaron acciones legales contra ambas. Obtuvieron inicialmente un fallo favorable por difamación, pero en apelación el tribunal lo anuló, alegando que el caso no encajaba en la definición legal de difamación y priorizando la libertad de expresión. El proceso sigue su curso en la Corte de Casación, el máximo tribunal francés.
En paralelo hay otra demanda en Estados Unidos, en cambio, apunta directamente a la responsabilidad de Owens. Según el escrito presentado en julio, la influencer “ignoró todas las pruebas creíbles que refutaban su afirmación a favor de la plataforma de conocidos teóricos de la conspiración y difamadores probados”. En términos jurídicos, los Macron deben demostrar que Owens actuó con “malicia real”, es decir, que difundió información falsa a sabiendas o ‘con un desprecio imprudente por la verdad’, requisito exigido en los casos de difamación que involucran a figuras públicas en Estados Unidos.
Esta campaña conspiranoica tiene a Brigitte en el centro en este momento, pero no es la única. Al menos desde 2020 circula en internet un compendio de teorías similares que “acusan” a las esposas de jefes de Estado de no ser mujeres cis. Es algo que se ha dicho también de Michelle Obama o Begoña Gómez, esposa de Pedro Sánchez. Son fakes difundidas con estrategias parecidas, como montajes fotográficos cambian el aspecto físico a partir de herramientas como FaceApp.
La sociedad francesa tiene una tradición de desinterés en la vida privada de sus personajes públicos, especialmente la de los políticos, en comparación con otros países. Por ejemplo, cuando en el año 2022, circularon rumores de que Kylian Mbappé tenía una relación con Inés Rau, la primera modelo trans en ser tapa de PlayBoy, la noticia transitó por la tierra natal del jugador sin pena ni gloria, pero en Argentina recorrió canales, conversaciones y canchas, y pareció tomar la forma de un gran debate de alto impacto nacional.
La vida privada, en la idiosincrasia francesa, es la vida privada. Goza de una dimensión de consideración mucho mayor que en otros lugares, pero con los límites que imponen la ley y la afectación a terceros, es decir cuando se trata por ejemplo, de casos de abuso sexual. De esto da cuenta el impacto que tuvieron la condena a Gérard Depardieu por agresión sexual o el caso de Dominique Strauss-Kahn, directivo del FMI, que en 2011 fue acusado de violación por una empleada de un hotel en Nueva York. Dos historias que resonaron internacionalmente y también hacia adentro.
Pero muy distintos son los casos de François Mitterrand, presidente de Francia entre 1981 y 1995, tuvo una hija extramatrimonial. Su existencia se mantuvo en secreto durante muchos años y se reveló públicamente en 1994, generando una conmoción que no fue más trascendente que los problemas políticos que enfrentaba el gobierno en ese momento.
Sobre Jacques Chirac (presidente de 1995 a 2007), todo el mundo sabía que tenía affaires extramatrimoniales sin que eso moviera las pestañas de la conversación pública. Algo similar pasaba con François Hollande, que gobernó entre 2012 y 2017: visitaba por su cuenta a quien entonces era su amante en una scooter, sin custodia, y todo Francia estaba al tanto. El único problema que tenía era con el equipo que debía brindarle seguridad, que le cuestionaba quién se haría cargo en caso de que le pasara algo en alguna de sus ‘escapadas’.
Cortesía de Página 12
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