Los manuales de historia y los museos suelen explorar la realidad de la guerra centrándose en las estrategias y maniobras político-militares, los relatos heroicos o el armamento utilizado. Sin embargo, pocas veces se le da espacio a unos protagonistas silenciosos: los animales que combatieron y murieron en los frentes. Más allá de su empleo como medio de transporte o comunicación, los caballos, los perros, las palomas o los camellos también participaron a la fuerza en conflictos creados por los humanos sacrificados en nombre de causas que nunca comprendieron.
La participación animal en las guerras: cifras y funciones
La escala de la participación animal en los conflictos bélicos del siglo XX es abrumadora. Durante la Primera Guerra Mundial, se movilizaron más de ocho millones de caballos. La mayoría no sobrevivió. La Segunda Guerra Mundial, a pesar del despliegue de tecnología avanzada, no prescindió de ellos: se estima que el ejército alemán utilizó dos millones y medio de caballos hasta 1945. Su papel fue esencial para permitir el avance en aquellos terrenos donde los vehículos motorizados fracasaban, como los frentes orientales congelados o las montañas escarpadas.
Los caballos no fueron los únicos animales en el frente. Los perros se emplearon de forma masiva como centinelas, detectores de minas y mensajeros. Las palomas, por su parte, sobrevolaron las trincheras transportando millones de mensajes vitales. En algunos contextos, como en el ejército soviético, los perros incluso se entrenaron para convertirse en bombas vivas, una estrategia tan controvertida como ineficaz, que acabó cobrándose tanto vidas animales como humanas del propio bando.

El precio del servicio: hambre, heridas y muerte
Los animales, como los humanos, también tuvieron que hacer frente a las condiciones extremas en los campos de batalla. Muchos murieron de hambre, sed, agotamiento, frío o enfermedades. Las heridas de guerra, el ruido ensordecedor de los bombardeos y la exposición constante al estrés creaban cuadros de sufrimiento que rara vez se atendían mediante cuidados veterinarios. El trauma, una lacra feroz entre los soldados humanos, también les afectó. Los animales sufrían estados de pánico y colapso psicológico frente a las condiciones del frente.
La crudeza del conflicto llevó, en muchas ocasiones, a que los propios soldados sacrificaran a sus animales para evitarles un final más atroz o por simple desesperación. Sin embargo, también se han documentado casos en los que los vínculos profundos de afecto entre soldados y animales se materializaron en la compartición de raciones de comida, calor y compañía.
Memoria selectiva: el olvido posterior a la guerra
Una vez finalizado el conflicto, la mayoría de los animales desaparecieron sin reconocimiento. En el caso británico, la ley de repatriación prohibía traer animales de vuelta al país, por lo que miles de caballos y perros se vendieron, sacrificaron o abandonaron en el extranjero. Esta práctica resultó dolorosa para muchos soldados, que consideraban a esos animales como compañeros de fatigas.
El olvido también se manifestó en lo institucional. Durante décadas, los homenajes a los caídos excluyeron deliberadamente a los animales, como si su sacrificio no fuera digno de recordarse. A finales del siglo XX y comienzos del XXI, surgieron iniciativas para revertir este vacío de memoria, impulsadas por los veteranos, las asociaciones protectoras de animales y los activistas.

Monumentos y homenajes: rescatar la memoria animal
Una de las iniciativas más significativas al respecto es el Animals in War Memorial. Inaugurado en 2004 en Londres, en las cercanías de Hyde Park, este monumento homenajea a todos los animales que participaron en conflictos bélicos junto a las tropas británicas. La inscripción principal reza: “They had no choice”, es decir, “No tuvieron elección”, una frase que resalta la condición involuntaria del sacrificio animal en la guerra. El monumento incluye esculturas de caballos, mulas y perros, acompañadas por relieves y textos que documentan su participación.
Francia también ha rendido homenaje a sus animales combatientes. En 2022, la Asamblea Nacional aprobó una resolución para honrar la memoria de los animales que participaron en las guerras, luego de una intensa campaña liderada por Stéphane Lamart, defensor de los derechos de los animales. Este reconocimiento institucional busca reparar un olvido prolongado.
Australia, por su parte, cuenta con el Australian War Animal Memorial Organisation, que ha impulsado varios memoriales y placas en honor a los animales. Uno de los símbolos más difundidos en este país es la “poppy purple” o amapola morada, que se utiliza cada 24 de febrero, Día de los Animales de Guerra, para distinguir el homenaje a los caídos no humanos.

Entre el símbolo y el sacrificio: el caso de Wojtek
Entre los casos más célebres de animales soldados, destaca el del oso Wojtek, que fue adoptado por los soldados polacos en Irán durante la Segunda Guerra Mundial. Wojtek no solo convivió con ellos, sino que también ayudó a transportar cajas de municiones durante la batalla de Montecassino. Esto le valió el grado simbólico de soldado del 22º Regimiento de Artillería. Wojtek sobrevivió al conflicto y pasó sus últimos años en el zoológico de Edimburgo. Su estatua en Princes Street Gardens, en Edimburgo, constituye un ejemplo de cómo las figuras animales también pueden ser reconocidas como sujetos de memoria histórica.
Una ética del recuerdo
El reconocimiento del papel de los animales en la guerra plantea algunas preguntas éticas sobre el uso y sacrificio de seres vivos sin capacidad de decisión. Recordarlos implica dar cuenta de que el sufrimiento y la muerte en el conflicto no afectaron exclusivamente a los humanos.
Aunque su sacrificio se ignoró durante mucho tiempo, el reconocimiento tardío de su rol en los frentes de batalla revela una evolución en la sensibilidad histórica y moral. Honrarlos no borra su sufrimiento, pero permite integrar en la memoria colectiva una dimensión más justa, inclusiva y empática de lo que significan los “caídos” en la guerra. A todos ellos, humanos y no humanos, la historia les debe memoria.
Referencias
- Sánchez, David, 2024. Animales de combate. Madrid: Pinolia.

Cortesía de Muy Interesante
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