Paulina tiene una historia de adopción particular. Hoy es la hermana mayor de tres hermanas, tiene 14 años, está a punto de entrar a la preparatoria y tiene apenas dos años de vivir con su familia.
Iván, su papá, confiesa que antes de conocerla no les había pasado siquiera por la cabeza la posibilidad de adoptar a una jovencita. Lupe, su esposa y la mamá de Paulina, sonríe y confirma la idea, y agrega pronto: “fue un clic”.
Casos como el de Paulina no son muy frecuentes. Lxs adolescentes son el grupo de edad que con menos frecuencia es adoptado. La mayoría de menores que tienen su situación legal resuelta, no dejan lo que se llama “vida institucionalizada”.
Según Beatriz Rojas , directora del DIF en Ciudad de México, la situación de los adolescentes es más compleja debido a que las familias que buscan adoptar no necesariamente tienen en mente hacerse cargo de alguien que ya no es un niño o niña.
“Generalmente, la imagen mental que se hacen al momento de adoptar es la de tener un bebé, a veces dicen incluso ‘para que se acostumbre a mí’. La realidad es que nosotros no estamos buscando niños para las familias. Estamos garantizando a los niños y jóvenes su derecho a una familia, ellos van primero”, explicó.
Una familia que crece con la adopción adolescente
La familia de Paulina está conformada por mamá, papá y dos hermanas más pequeñas: Cami, de 12; y Juli, de 9. Paulina conoció a su familia un domingo y esos cuatro extraños juran que se enamoraron de ella ese mismo día.
Tenía 12 años y vivía en un orfanato que programaba algunos fines de semana convivencias con familias cuyos hijxs practican deporte.
En una de esas convivencias con un grupo de artes marciales fue que la familia de Paulina la conoció, cada quién en una dinámica distinta. Iván y Lupe pensaron que había sido una bonita coincidencia que la niña simpática les hubiera caído bien a los dos.
“Llega nuestra hija biológica mayor y lo mismo”, recordó Lupe. “Ella fue la que empezó: ¿Y si la adoptamos?”.
“No fue una planeada, pero la esperamos muchísimo”
Iván y Lupe enseñan una fotografía de sus hijas donde aparecen las tres juntas. Abrazadas. Era la foto de una fiesta y todas estaban con vestidos, sonriendo.
Señalan a cada una con el dedo y dicen su nombre además de una lista larga de cualidades. Una tiene mucha paciencia y los ojos idénticos a su mamá. Otra, la perseverancia y la nariz de su papá. La tercera sonríe como su mamá.
Los años en los que la historia de Paulina no estuvo en la familia se disolvieron rápido, casi todas las anécdotas la incluyen. Lo mismo las historias sobre las calificaciones en la escuela, los pasatiempos en familia cuando hacen pijamadas y hasta los achaques de los embarazos de Lupe.
Lo hacen con naturalidad, pero Lupe también resalta que Paulina los primeros meses estuvo buscando su sitio.
“Le digo, es que todo ‘mi embarazo’, yo comía guacamole. Por eso a ti te encanta el guacamole”. Dice Lupe con un ademán con los dedos. “De alguna manera fue una espera, ¿no? No fue una niña planeada, pero la esperamos con muchísimo cariño”.

Se refiere al proceso de adopción que incluso ahora a dos años de que Paulina dejó la casa hogar, no está totalmente concluido porque no han logrado obtener el acta con los apellidos.
Esto a pesar de que una parte del proceso legal, la pérdida de patria potestad, ya se había hecho, años antes cuando una familia había intentado adoptar a Paulina. “Ahora sí que nos hizo fácil el camino”, dijo Iván.
Seis años atrás, Paulina iba a irse con una familia, pero la integración no fue posible y regresó a la casa hogar. Sin embargo, como parte del proceso, los trámites de la pérdida de patria potestad de Paulina se terminaron, el juicio se llevó a cabo y al menos en papel, los trámites son más ágiles.
“Yo estaba preocupada: que con la reactivación de los trámites, por alguna razón su familia de nacimiento volviera. Que vinieran a reclamarla. No quiero que regrese porque su historia ahí no fue buena. Ella era muy chiquita y recuerda solo algunas cosas, pero no fue bueno”, dijo Lupe.
Adopción, un proceso complejo
El proceso ha tenido sus altibajos. Con el cambio de la administración de gobierno, durante una temporada Lupe e Iván se sintieron un poco sin rumbo. Tenían bajo su cuidado a Paulina, aunque legalmente aún sin sus apellidos.
En una parte del proceso, les pidieron que enviaran fotos periódicamente a la psicóloga que el DIF les asignó para tener constancia del proceso y de la integración. Cuenta divertida que se enteró meses después que la psicóloga había dejado de trabajar en el DIF y estuvo enviando evidencias a alguien que ya estaba totalmente fuera del proceso.
“Me dejó de contestar de un día para otro. Yo seguí mandándole las fotos porque no quería que hubiera motivo para que Paulina dejara de estar con nosotros”, contó.
Al principio, no tener concluido por completo el tema legal era algo que les preocupaba mucho, pero la tardanza tiene que ver con sobrecarga de procesos en los juzgados, así que decidieron dejar que los tiempos fluyan.
Por ahora se concentran en que Paulina llegue a la preparatoria, los trámites legales que necesitan hacer para inscribirla y, también, en las preocupaciones normales de una familia.
“Sabemos que hay una etapa en la que no todo es sencillo. Nuestra misma historia no siempre es perfecta, pero sabemos transitar por ella”, dijo Iván.
Cortesía de Chilango
Dejanos un comentario: