
En México, la masificación de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) ha redefinido la manera en que trabajamos, estudiamos, nos informamos y entretenemos todos, los de todas las edades y generaciones, sin excepción.
Como consecuencia del impulso inesperado e indeseado de la pandemia, la conectividad dejó de ser una ventaja generacional para convertirse en una herramienta generalizada de adopción transversal.
No obstante, a mediados del 2025 persisten diferencias sustanciales en los hábitos, la intensidad de uso y la inversión tecnológica entre los llamados nativos y no nativos digitales. Lejos de un debate etario, las cifras demuestran que la apropiación tecnológica está dejando de ser una cuestión de edad para volverse un reflejo de aprovechamiento adaptativo.
Desde los Baby Boomers hasta la Generación Z, todas las cohortes se han incorporado al ecosistema digital, aunque a ritmos y motivaciones distintas.
No nativos digitales: apropiación progresiva. Los Baby Boomers (1949-1968), nacidos en un entorno analógico, protagonizan una transformación silenciosa pero sostenida.
Hoy, siete de cada diez ya son internautas. Ciertamente su consumo de datos y gasto promedio por usuario (ARPU) son los más bajos del mercado, pero registran los mayores crecimientos anuales en adopción tecnológica. Su incursión en plataformas de video bajo demanda (45.5% del total) y videojuegos (22.8%), particularmente en títulos de estrategia y rompecabezas, revela que #JugarNoEsCosaDeNiños.
Por su parte, la Generación X (1969-1980) representa el puente entre los mundos analógico y digital. Con un 97.2% de penetración de smartphones y una adopción de 88.1% de la conectividad a internet, estos “migrantes digitales” han consolidado una relación madura con la tecnología. Su gasto promedio de $4,502 pesos en equipos de gama media-alta y su creciente adopción de servicios de streaming (81.9%) y videojuegos (41.6%) confirman que no solo se adaptaron al cambio, sino que se han apropiado de la tecnología.
Nativos digitales: intensidad y diversificación. Los Millennials (1981-1993) se consolidan como la generación económicamente más intensiva y tecnológicamente más exigente. No solo destinan el gasto más alto en smartphones ($5,007 pesos por dispositivo), sino que también registran el ARPU más elevado, con $156.9 pesos mensuales. Esta combinación de independencia económica y dominio digital los convierte en el grupo que más depende de los datos móviles para trabajar, comunicarse y entretenerse.
Nueve de cada diez son internautas, ocho de cada diez consumen plataformas de video por suscripción y más de la mitad son usuarios de videojuegos.
Por su parte, la Generación Z (1994-2010) representa el paradigma de la hiperconectividad. Prácticamente todos poseen un smartphone (99.2%) y navegan en internet (95.7%).
Su relación con la tecnología es integral: la utilizan para estudiar, socializar, comprar y jugar. No es casualidad que alcancen los mayores niveles de adopción en videojuegos (78.9%) y un ARPU de $148.5 pesos, en tendencia ascendente. En ellos, la frontera entre lo físico y lo digital se ha desdibujado.
Convergencia más allá de la edad. Esta segmentación generacional revela que la brecha digital ya no se mide solo en términos de acceso, sino de intensidad, propósito y sofisticación en el uso de las TIC.
Si bien los nativos digitales encabezan la adopción, los no nativos están acortando distancias a través de la familiarización, el aprendizaje continuo y la accesibilidad creciente de dispositivos y servicios tecnológicos.
En suma, el dominio del mundo conectado no pertenece a una generación, sino a quienes logran adaptarse con flexibilidad a las transformaciones tecnológicas. La revolución digital es intergeneracional: los Boomers la descubren, la Generación X la domina, los Millennials la perfeccionan y la Generación Z la expande.
Más que una carrera entre edades, la digitalización en México es hoy un fenómeno de inclusión progresiva y aprovechamiento compartido, tal que cada generación la adapta de acuerdo con su experiencia, ritmo y preferencia, en la era de la conectividad masiva.
Cortesía de El Economista
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