Agricultores advierten que redadas de Trump amenazan seguridad alimentaria de EE. UU.

La agricultora Lisa Tate, cuya familia ha trabajado la tierra en el sur de California por más de un siglo, afirma que nunca vio una amenaza a los cultivos como en los últimos meses con la arremetida antinmigración del gobierno de Donald Trump.

Radicada en Ventura, ciudad al norte de Los Ángeles y escenario de varias redadas de las autoridades migratorias recientemente, Tate sostiene que la ejecución de esta política federal no resuelve el problema en el campo, por el contrario, “solo va a desmantelar toda la economía” y pone en riesgo la seguridad alimentaria del país.

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“Me comencé a preocupar cuando vi a grupo de agentes de inmigración venir al valle central, e ir a las haciendas para cazar a la gente, evadiendo el derecho de propiedad”, dijo la granjera de 46 años en entrevista con AFP en una de sus plantaciones de aguacate.

“No estamos acostumbrados a ver eso en la agricultura”, agregó Tate, cuya familia administra ocho haciendas dedicadas principalmente a los cítricos y al aguacate, además de café.

La agricultora explica que no se trata apenas de los trabajadores que recogen la cosecha en los campos. “Toda la cadena alimenticia está involucrada”.

Camioneros, empacadores, vendedores, mercados. Más allá del estado migratorio, todo el mundo tiene miedo, dijo, incluso ella, cuyas raíces están muy afincadas en Estados Unidos. “Estoy nerviosa y asustada porque nos sentimos atacados”, comentó.

Varios de los agricultores consultados por AFP declinaron conversar por temor a represalias de la administración.

Tate sostiene que su sector ha intentado por años buscar soluciones permanentes para el campo que satisfagan la demanda existente, y no apenas permisos temporales para trabajadores inmigrantes, mano de obra esencial en las plantaciones.

El número de vacantes que califican al programa temporal de visas para el campo prácticamente se triplicó entre 2014 y 2024, según datos del Departamento del Trabajo, lo que da cuenta de la dependencia del sector en mano de obra extranjera para ocupar sus vacantes.

Y alrededor del 42% de los trabajadores agrícolas no tiene autorización para trabajar en Estados Unidos, de acuerdo con un estudio de 2022 del Departamento de Agricultura.

Los números coinciden con la continua escasez de trabajadores que los agricultores viven en el campo.

De paso, afirman que los estadounidenses no buscan este tipo de trabajo que implica extensas jornadas bajo extremas temperaturas, sea lluvia o sol, y con un enorme esfuerzo físico.

En consecuencia, Tate señala que remover a quienes realmente están en los cultivos causaría un estrago inmensurable.

No solo paralizaría haciendas, que tendrían que trabajar años para recuperar su producción, sino que también dispararía los precios de los alimentos, e incluso amenazaría la seguridad alimenticia del país obligándolos a importar alimentos, comenta.

“Lo que realmente necesitamos es una legislación que establezca el tipo de programa que necesitamos, y que funcione para los trabajadores garantizando su seguridad, que garantice la igualdad de condiciones en el comercio internacional, así como en las necesidades nacionales”, dijo.

Los trabajadores también advierten que las redadas solo siembran miedo.

“Lo único que hacemos es trabajar”, dijo Silvia, quien vio a varios de sus amigos ser arrestados en una redada reciente en Oxnard, a unos 16 kilómetros al oeste.

La mexicana de 32 años vive ahora siempre temerosa de ser la próxima y, por ende, que la separen de sus dos hijas nacidas en Estados Unidos.

“Estamos entre la espada y la pared. Si no vamos a trabajar, ¿de dónde vamos a sacar dinero para los gastos? Y si salimos pues corremos el riesgo de que podemos toparnos con ellos”, refiriéndose a los agentes de inmigración.

Los campesinos insisten en que estas políticas no atienden las verdaderas necesidades del campo.

“Así como está trabajando el gobierno de acá actualmente, todos pierden”, dijo Miguel, quien lleva tres décadas en las plantaciones del sur de California, y ahora trabaja en una de las haciendas de Tate.

El hombre de 54 años, que no quiso dar su verdadero nombre por precaución, sostuvo que por un lado ellos pierden el empleo, por otro los agricultores se quedan sin mano de obra, y de paso, los estadounidenses se quedan sin comida.

“Son trabajos muy duros”, comentó Miguel quien se ha desempeñado en varias áreas del sector, incluso durante los años de la pandemia, y que ahora se siente una presa blanco de cacería.

“Que investiguen un poquito para que se den cuenta. Pero todo el producto que ellos consumen llega de los campos, ¿verdad?”, comentó.

“Entonces sería bueno que tomaran algo de conciencia y nos dieran esa oportunidad de poder participar más positivamente, de no andarnos escondiendo”.

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Cortesía de El Colombiano



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