MARTES, 25 de enero de 2022 (American Heart Association News) — Christina Saldívar se sentía bien descansada y con energía una mañana de lunes de febrero de 2020 cuando se dirigió a su escuela primaria en Newport News, Virginia. A los 26 años, disfrutaba de su primer año enseñando música en un mismo plantel, en lugar de tener que trasladarse de un lado a otro como profesora itinerante.
La mañana se abrió con clases consecutivas de alumnos de segundo y primer grado. Utilizando instrumentos sencillos como flautas dulces y palos rítmicos, enseñó a los niños el tono y el ritmo.
Lo siguiente era llevar a los chicos de preescolar a bailar al gimnasio, pero primero, tenía que ir al baño.
Cuando se encontraba en uno de los cubículos, se sintió invadida por un dolor de cabeza tan fuerte que parecía que alguien le estaba martilleando la parte delantera del cráneo.
Luego vinieron oleadas de náuseas y mareos. Intentó vomitar pero no pudo.
Lo siguiente que supo fue despertarse en el suelo del cubículo. La germofóbica que había en ella quiso ponerse de pie rápidamente, pero carecía de energía.
Desde su reloj inteligente, llamó a uno de los profesores de educación física. “¿Puedes llevar a mi clase al gimnasio?”, preguntó. “Creo que tardaré un poco en llegar. No me siento muy bien”.
“¿Debo enviar a la enfermera?”, preguntó el profesor de educación física.
“No, no. Estoy bien”, respondió Saldívar. A medida que hablaba, los martillazos comenzaron a extenderse por toda su cabeza.
“Espera, sí, adelante, envía a la enfermera”, dijo en su reloj antes de desmayarse por segunda vez.
Sus próximos recuerdos son turbios. Un administrador de la escuela y una enfermera hablando entre ellos sobre ella. Estar adentro de una ambulancia. Despertar en la sala de emergencias.
En algún momento el personal de la escuela llamó a la pareja de Saldívar, Brean Hicks-Bailey, y a Catherine Saldívar, su madre. Hicks-Bailey salió de su casa en Hampton, Virginia y llegó a la escuela justo cuando introducían a Saldívar en la ambulancia. Luego condujo hasta el hospital donde se encontró con la madre de la maestra.
“No teníamos idea de qué podría estar sucediendo”, dijo Hicks-Bailey. “Fue muy confuso”.
Más tarde, un médico les explicó que Saldívar había tenido un aneurisma cerebral roto. Esencialmente, se le había desgarrado un vaso sanguíneo en el cerebro haciendo que la sangre entrara en la zona circundante y ocurriera lo que conoce como un ataque cerebrovascular hemorrágico.
Justo cuando procesaban esa devastadora noticia, el médico dijo que Saldívar necesitaba someterse a un procedimiento para detener el flujo de sangre en la zona dañada. Le realizaron un tratamiento en que se cierra ese flujo sanguíneo hacia el aneurisma, empaquetándolo firmemente con espirales de platino desmontables. El procedimiento se lleva a cabo a través de un catéter colocado desde la entrepierna hasta el cerebro.
La recuperación suele durar un par de días, pero Saldívar permaneció en el hospital dos semanas porque sus dolores de cabeza continuaban. Los médicos reajustaron el embobinado y luego la monitorearon varios días.
Regresó a casa sin prácticamente ningún déficit físico ni cognitivo, aunque sí algo confundida. ¿Por qué le había ocurrido esto?
En el hospital, sus continuos dolores de cabeza le impedían utilizar el teléfono o la computadora. Cuando regresó a casa, se sintió lo suficientemente fuerte para investigar todo y poco después tuvo tiempo suficiente para continuar ya que la dieron de alta a principios de marzo de 2020, días antes de que surgiera la pandemia de COVID-19.
Después de leer sobre los ataques cerebrales y los aneurismas, Saldívar se dio cuenta su suerte en cuanto a cómo se desarrollaron las cosas.
“Había oído hablar de F.A.S.T., pero no le había prestado atención”, dijo, refiriéndose al acrónimo en inglés que ayuda a recordar los signos de un ataque cerebral: Face drooping (rostro caído), Arm weakness (brazo débil) Speech slurring (dificultad para hablar o de otro tipo), Time to call 911 (es tiempo de llamar al 911). “Además, definitivamente no sabía que alguien de mi edad podía tener un accidente cerebrovascular de este tipo”.
La cuestión de por qué ocurrió su situación sigue siendo un poco misteriosa. Su neurólogo no encontró ninguna explicación. Por desgracia, los médicos ahora le monitorean otro aneurisma más pequeño y existe la posibilidad de que necesiten realizarle el mismo procedimiento para evitar que esta burbuja estalle.
Como superviviente joven y fuerte, Saldívar luchó por encontrar a otras personas que pudieran entender lo que le ha pasado y las secuelas. Los grupos de apoyo en línea han ayudado. También su gato, Butter.
“En cuanto llegué a casa del hospital, empezó a acurrucarse conmigo y se ha quedado literalmente a mi lado”, dijo. “Me ayuda con mi nivel de estrés, que intento controlar”.
El año pasado, Saldívar quedó embarazada y la consideraron de alto riesgo por su ataque cerebral. Aunque dio a luz prematuramente a las 36 semanas, eso se debió a una causa no relacionada y, lo que es más importante, dio a luz a un bebé sano a quien nombraron Brean Jr.
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Por Diane Daniel
Cortesía de Health day
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