El canciller alemán, Friedrich Merz, anunció este lunes que los principales aliados occidentales de Ucrania, incluida Alemania, ya no impondrán restricciones sobre el alcance de las armas enviadas a Kiev. Esta modificación implica un cambio significativo en la política de defensa del país. “Ya no hay límites de alcance para las armas entregadas a Ucrania”, aseguró Merz durante una entrevista con la televisión pública WDR en Berlín.
La reacción rusa no tardó en llegar, calificando la decisión como “peligrosa” y un obstáculo para cualquier solución diplomática. Merz, sin embargo, evitó especificar si este cambio afectaría los futuros envíos de misiles Taurus al frente. Durante el mandato de Olaf Scholz, Alemania había sido reticente a suministrar estos misiles por el temor a una escalada con Moscú. Sin embargo Merz se mostró abierto a su envío, aunque se mantuvo ambiguo sobre las armas que serán entregadas, citando razones estratégicas.
El anuncio se suma a una serie de cambios en la postura mediante los cuales el nuevo gobierno de coalición planea “devolver a Alemania al primer plano de la geopolítica internacional”. A los cambios anunciados en la política migratoria y el plan de reactivación económica, ahora se suman nuevas definiciones en un frente clave: su profundización del esfuerzo militar.
En su primer discurso ante el Bundestag (Parlamento) como jefe de gobierno, Merz declaró como “máxima prioridad” para su gobierno el fortalecimiento del Ejército. Tras lo que la prensa local definió como un “falso arranque” (Merz necesitó una segunda votación para asumir, hecho inédito desde la creación de la República Federal), la coalición rojinegra entre la Unión Cristianodemócrata (CDU/CSU) y el Partido Socialdemócrata (SPD) empieza a mostrar sus verdaderos colores: endurecimiento migratorio, retorno al militarismo y relanzamiento económico, posturas de emergencia en el marco del avance de la ultraderecha.
El militarismo como respuesta
Una de las primeras iniciativas del nuevo gobierno, según anunció el canciller, es convertir al Ejército alemán en “el más poderoso de Europa”. Merz defendió que el refuerzo de la fuerza militar alemana, limitada por la propia Constitución después de la Segunda Guerra Mundial, es “propio” de la nación más poblada y el mayor peso económico del Viejo Continente. “Nuestros socios no solo lo esperan, lo exigen”, afirmó.
La afirmación se apoya en reformas constitucionales aprobadas en marzo por el gobierno del ex canciller Scholz, que excluyen del límite de endeudamiento todo gasto militar que supere el uno por ciento del PBI, unos 43 mil millones de euros, una medida impuesta para limitar la inversión en armamento. Además el Ejecutivo planea lanzar un “nuevo y atractivo servicio militar voluntario”, bajo la premisa de que “muchos jóvenes quieren asumir esa responsabilidad por Alemania”.
El anuncio de este lunes es parte de un cambio de postura fundamental. El mensaje es claro: Alemania debe recuperar protagonismo estratégico en Europa, en especial en el marco del conflicto con Rusia. Tras asumir, Merz emprendió una intensa gira diplomática en la que reiteró su apoyo a Ucrania, apuntó a la imposición de nuevas sanciones a Rusia y su rechazo a cualquier “paz dictada” por el Kremlin.
“El que crea que Rusia se conformará con una victoria sobre Ucrania o con la anexión de partes del país, se equivoca”, afirmó Merz. En línea con él, su ministro de Exteriores, Johann Wadephul, advirtió durante la reunión de la alianza geopolítica Weimar+ en Londres que, sin un alto el fuego duradero, “Occidente ejercerá fuerte presión” sobre Moscú. Alemania, reafirmó, seguirá enviando armamento a Ucrania y mantiene un compromiso “inquebrantable” con la OTAN.
Wadephul destacó que en el momento actual existe un impulso que podría significar “que Europa por fin vuelva a una situación en la que puede reinar la paz”, pero que para ello “Rusia se tiene que mover”. Pero mientras Merz defendía esta postura ante los socios europeos, desde la oposición se alzaban voces críticas. Desde el ala izquierda del Bundestag, el copresidente del grupo parlamentario de Die Linke, Sören Pellmann, criticó el rearme y pidió “una política de paz, no una locura armamentista”. Incluso Alice Weidel, líder de la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD), acusó al gobierno de propagar una “retórica marcial” para ocultar los problemas internos.
El objetivo de reactivar la economía
En su discurso ante el Parlamento, Merz también alertó que “nunca hemos vivido un período tan largo sin crecimiento económico en la historia de nuestro país”. Alemania, históricamente el motor de la Eurozona, arrastra dos años de recesión y se asoma a un 2025 sin señales de mejora. A pesar de ello, el jefe de gobierno se mostró optimista: “Podemos volver a ser una locomotora económica que el mundo admire”.
Para lograrlo, su estrategia combina incentivos fiscales, inversión pública y reformas estructurales. “Nuestra economía sigue siendo competitiva, pero las condiciones ya no lo son”, admitió Merz, quien prometió recortes impositivos, rebajas en los precios de la energía y menos burocracia para las empresas, junto con un fondo de infraestructura de 500 mil millones de euros.
“Debemos profundizar y ampliar nuestras asociaciones en el mundo”, dijo un Merz que llamó a colaborar con sus socios europeos, así como con las “dinámicas economías” asiáticas, y a ratificar velozmente el tratado con el Mercosur. Sin embargo, un informe del Instituto IFO de Munich advierte que esta crisis no se resolverá con recetas tradicionales.
El potencial de crecimiento del país ronda el 0,5 por ciento, muy por debajo del promedio histórico de 1,2. Para revertir esta tendencia, el gobierno prevé medidas como la “jubilación activa”, que permitirá a los mayores de 67 años trabajar sin tributar hasta dos mil euros mensuales, y la eliminación de impuestos a las horas extra.
Un nuevo enfoque migratorio
La política migratoria es otro eje central del nuevo gobierno de coalición. Para el canciller alemán, los esfuerzos en materia internacional deben ser acompañados por una política migratoria más restrictiva, con aumentos en los controles fronterizos y el freno a las solicitudes de asilo.
El nuevo ministro del Interior, Alexander Dobrindt, anunció apenas asumió el cargo que revocaría la directiva de 2015 que permitía a solicitantes de asilo sin papeles ingresar al país. Desde entonces, salvo casos vulnerables como niños o mujeres embarazadas, se aumentó en un 45 por ciento la cifra de solicitantes de asilo cuyo ingreso fue rechazado.
“Queremos reducir la migración clandestina”, explicó Dobrindt, alineándose con la promesa de campaña de Merz de establecer una “prohibición de entrada de facto”. Aunque el acuerdo de coalición prevé que toda acción se realice “en coordinación con los socios europeos”, Dobrindt no aclaró si tal coordinación fue efectivamente consultada. Tras críticas del gobierno polaco por el cierre de fronteras, Merz defendió una política migratoria “tolerable para nuestros vecinos”, pero firme en su señal hacia la ciudadanía. “La competencia transmite confianza”, zanjó.
Según explicó el sociólogo Armin Nassehi al portal de noticias Faz, esta “semántica del rechazo”, inspirada en el discurso de la ultraderecha, no alcanza sin una política migratoria integral, aún ausente. Precisamente esta falta de política fue el principal objetivo de los reproches que lanzó contra el canciller la colíder de AfD, quien exigió a Merz que redujera “a cero” la entrada de inmigrantes ilegales en el país.
Informe: Mateo Nemec
Cortesía de Página 12
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