Amin Maalouf: la esperanza vive entre las páginas


El exilio y la memoria; la pérdida y la melancolía cargada como un saco de piedras. El encuentro entre mundos que se creen irreconciliables, siempre entre el conflicto y la fascinación. El desconcierto de una modernidad desbordada, donde la tecnología avanza y las mentes retroceden. La añoranza de un tiempo que no vivimos y la dicha de ser hijos del presente, con todas sus posibilidades. Y la certeza, todavía viva, de que esas posibilidades inéditas pueden usarse para lo común: el bienestar y el progreso de la humanidad.

La obra de Amin Maalouf centra su universo literario en estas inquietudes. Humanista contemporáneo y voz lúcida sobre los abismos de la geopolítica, Maalouf fue lector voraz desde la infancia, de Tolstoi y Dostoievski a ensayos de divulgación científica. Nacido en el Líbano en 1949, la guerra civil de 1976 lo obligó a abandonar su ciudad natal a los 27 años, tras una juventud marcada por los primeros desvelos de la adultez. Ya entonces escribía como reportero y enviado especial en Vietnam y Etiopía, mientras estudiaba Sociología y Economía en Beirut. El exilio en Francia consolidó su vocación literaria y le permitió explorar sus raíces: cristiano en el mundo árabe, árabe en Occidente.

Su primer éxito literario llegó en 1983 con “León el africano”, obra que consolidó su decisión de dedicarse a la escritura. “Samarcanda” también recibió elogios, y en 1993 “La Roca de Tanios” le valió el Premio Goncourt, uno de los más prestigiosos de Francia. Sus novelas combinan historia y ficción, sirviendo de puente entre Oriente y Occidente, con protagonistas que enfrentan el exilio y recorren tierras desconocidas donde los esperan nuevos idiomas y religiones. Sus ensayos, por su parte, son incisivos, marcados por una profunda inquietud humana y la desazón ante un mundo donde la tecnología avanza aceleradamente mientras las mentes retroceden, y se exacerban el individualismo, la insolidaridad, el racismo y la xenofobia.

Pese a sus inquietudes, Maalouf no cae en el pesimismo: confía en que la humanidad vive el mejor momento para replantearse, soltar identidades rígidas y avanzar hacia un futuro común. Cree demasiado en nuestro tiempo como para entregarse a la melancolía.

Amin Maalouf recibió el Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 2010 y, desde 2023, ocupa la silla 29 como secretario perpetuo de la Academia Francesa. Este año se le otorgó también el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances, que recibirá en Guadalajara, donde llega entusiasmado, reafirmando su visión de los libros como refugio, esperanza y trinchera frente a los tiempos actuales.

En entrevista exclusiva con EL INFORMADOR, el maestro conversó sobre su proceso creativo, las inquietudes de la modernidad, pero también las esperanzas de esta, el encuentro entre los mundos, y los libros, siempre los libros, como esperanza. 

-Su obra combina una mirada histórica con una profunda dimensión humana. ¿Cómo comienza para usted una novela?

-En realidad, es muy variable. Algunas veces se debe a una lectura, a una manera de leer. Por ejemplo, con la primera novela que escribí, “León el Africano”, estaba yo leyendo un texto y había una pequeña nota que decía: “Esta observación fue confirmada por León el Africano”. Y eso despertó en mí el interés por ese personaje. Nunca había escuchado ese nombre y tuve mucha curiosidad por saber quién era. Fue en 1973. En esa época no teníamos toda la información que tenemos ahora ni la posibilidad de obtenerla. Entonces busqué en libros, en diccionarios, y encontré quizá cuatro líneas sobre “León el Africano”. Pero esas cuatro líneas bastaron para despertar mi interés.

Decían que había nacido en Granada en una familia árabe, que se encontró en Roma y que escribió un libro en italiano. Con esos pocos elementos fue suficiente para darme un enorme deseo de escribir ese personaje y contarlo. Hice muchas lecturas sobre su tiempo, sobre su época; es la época que precedió la caída de Granada. A mí me gusta empezar mi trabajo de escritura con muchas lecturas e investigación. Esa es la parte que me apasiona de mi trabajo: la investigación y el descubrimiento de un universo nuevo. Después de muchas lecturas puedo reconocer quién es quién, cuáles son los nombres de la gente de la época. Eso es lo más apasionante. A partir de ahí empiezo a escribir los elementos que conciernen al personaje por sí mismo, realmente biográficos. Podría haberlos resumido en dos páginas, pero la novela tiene 400. ¿Por qué? Porque hay una mezcla de realidad histórica y ficción, y de algo que está entre la verdad y la ficción: la reconstitución de algo que pudo haber sido así, la época y la vida de los personajes.

-Ha dicho que escribe “para reconciliar mundos”. ¿Qué significa eso en su proceso de escritura?

-Yo nací en el Líbano en el seno de un universo cultural árabe. Pasé lo esencial de mi vida adulta en Francia. Pronto serán 50 años que llevo de estar en Francia. Tengo lazos, vínculos muy fuertes entre esos dos mundos. Y es cierto que la relación entre esos dos mundos son un elemento esencial para mí. Primero, en relación con la identidad, considero que tengo mucha pertenencia distinta, y quiero asumir esa identidad, esas diferencias. No siempre es fácil, porque son mundos que están muy opuestos, y diría que están más opuestos hoy que hace 50 años. Las relaciones son mucho más difíciles, y al mismo tiempo, yo siento que pertenezco a ambos. Por eso tengo la obligación de reconciliarlos de alguna manera. No puedo conciliarlos en la realidad, no tengo ningún medio de hacerlo. Pero a través de lo que escribo puedo mantener algunos puentes, algunos pasajes entre esos mundos, y crear razones de solidaridad.

-¿Qué papel juegan la nostalgia y la pérdida en su proceso creativo?

-Ciertamente juegan un papel. Pero no quiero encerrarme en la nostalgia. Tengo el sentimiento de que vivimos en una época fascinante. Pienso que es un privilegio que vivamos lo que estamos viviendo hoy. De tener la posibilidad de acceder a todo el universo, de contactar al mundo entero desde una habitación en casa. Es un privilegio que no tenían las generaciones de antes; muchos otros privilegios en muchos dominios, en particular en la salud. Entonces mi nostalgia es parcial solamente. Hay cosas por las que siento una nostalgia, pero globalmente considero que el mundo de hoy es muy superior al mundo de ayer, y no me gustaría regresar al mundo de ayer. No me gustaría, por ejemplo, regresar al siglo XVI.

-¿Qué libros lo han formado más como lector, como persona y como hombre?

-Soy alguien que lee mucho. Que es apasionado en muchos dominios. Amo los libros de historia, mucho. Tengo también muchos libros de divulgación científica. Evidentemente, muchas novelas también. Soy ecléctico. Hay algunos nombres que puedo citar con los que me siento cercano, como Stephan Zweig, Camus, Orwell. Amo a Tolstoi y a Dostoievski, pero con una pequeña preferencia a Tolstoi… (sonríe). 

-Si mira su obra en conjunto, ¿siente que ha cambiado su manera de mirar el mundo? ¿Qué libro lleva más usted en el corazón?

-Realmente uno no es el mejor juez de lo que uno mismo ha escrito. En realidad, siempre estoy reflexionando sobre el libro que estoy escribiendo. Mis libros son como mis hijos: no puedo amar a uno más que a otro… (sonríe).

El progreso de las mentes

Amin Maalouf ha sido una voz temprana en advertir sobre los choques de identidad que marcan nuestro tiempo. Frente a la pregunta de si hoy estamos más cerca de la reconciliación o del enfrentamiento, afirma que lo que necesitamos es una nueva concepción de la identidad. La visión predominante aún arrastra siglos de conflictos y supone que lo que siempre ha sido, debe ser: una creencia que él rechaza. “Vivimos en una época singular, llena de riesgos y oportunidades inéditas, que exige repensar cómo nos definimos y nos vinculamos con los demás”.

Para Maalouf existen dos tipos de identidad: las verticales, que nos conectan con nuestros ancestros, y las horizontales, que nos unen a nuestros contemporáneos. La sociedad ha privilegiado históricamente las primeras, pero él sostiene que es un error aferrarse a ellas como únicas. “No nos parecemos a quienes nos precedieron; nos parecemos a quienes comparten nuestro tiempo. Reconocerlo es esencial para avanzar”.

El escritor alerta sobre un peligro actual: el progreso científico, tecnológico y material avanza a un ritmo extraordinario, mientras que nuestras mentalidades a menudo retroceden. Esta disparidad genera tensiones y desafíos inéditos, que requieren reflexión, apertura y afinidad con nuestros contemporáneos. Según Maalouf, la verdadera identidad no se hereda ni se impone desde el pasado; se construye en el presente, en diálogo con quienes viven y piensan a nuestro lado. Solo así, asegura, podremos aprovechar las posibilidades de nuestro tiempo y responder con conciencia a los retos de un mundo que cambia más rápido que nuestra percepción de él.

-¿Qué es lo que le da esperanza? 

-Creo que la gran esperanza viene del progreso de las ciencias y de la tecnología. Si llegamos a elevar nuestras mentalidades al nivel del progreso de las ciencias, podremos resolver todos los problemas de la humanidad. Ninguna generación antes de nosotros podría haber hecho lo mismo. En los siglos precedentes veíamos el problema, pero no teníamos ni el conocimiento ni los medios necesarios para darles soluciones. Hoy, por primera vez en la historia del mundo, podemos resolverlos todos. Y eso para mí es una verdadera razón de esperanza.

-En un mundo dominado por la inmediatez, ¿qué lugar queda para la profundidad que exige la lectura?

-La lectura es más importante hoy que en ningún otro momento. El verdadero problema es que las mentalidades no están evolucionando al nivel de las ciencias y la tecnología. ¿Cómo hacer avanzar las mentalidades? A través de la reflexión, la lectura, de intercambios fructuosos y no de intercambios polémicos. Necesitamos más que nunca de los libros, que nos permiten encontrar la serenidad necesaria para comprender el mundo, y para hacerlo evolucionar.

-¿Qué representa para usted ser secretario perpetuo de la Academia Francesa?

-La Academia Francesa es una institución excepcional. Y dentro de 10 años cumplirá 400 años de existencia. Su principal preocupación es, evidentemente, la lengua francesa. Pero pienso que más allá de la lengua, lo importante es tener instituciones un poco al margen de la sociedad que tengan la serenidad y la distancia necesaria para reflexionar sobre la evolución del mundo. En todo caso, mi ambición en la Academia es justamente que se convierta en un lugar de reflexión de un mundo tan complejo que tiene realmente necesidad que lo observemos.

El libro, espacio privilegiado

Amin Maalouf recibirá el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances el próximo 29 de noviembre en Guadalajara. El escritor expresó su entusiasmo por participar en una de las ferias más importantes del mundo, un espacio donde miles de personas se reúnen convocadas por los libros y por la certeza de que, pese a las diferencias, compartimos una misma inquietud: entender el mundo a través de la lectura.

“Que tantas personas sigan buscando en los libros una forma de pensar el rumbo del mundo es, en efecto, esperanzador”, afirma. “Vivimos un momento histórico que pone el conocimiento al alcance de todos, pero el libro sigue siendo el espacio privilegiado para comprenderlo. Estoy muy feliz de ir a Guadalajara, de encontrarme con esa atmósfera consagrada al libro, a la lectura y a la reflexión sobre el mundo”.

Actividades del autor en la FIL

  • Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances. Ceremonia de Inauguración de la 39 Feria Internacional del Libro de Guadalajara.

Participa: Amin Maalouf.

Sábado 29 de noviembre, de 11:00 a 12:50 horas, en el Auditorio Juan Rulfo, planta baja, Expo Guadalajara.

*Se requiere invitación

  • Mil Jóvenes con Amin Maalouf, premio FIL de Literatura en Lenguas Romances 2025.

Participa: Amin Maalouf.

Modera: Carmen Alemany Bay.

Lunes 01 de diciembre de 16:00 a 17:20 horas, en el Auditorio Juan Rulfo, planta baja, Expo Guadalajara.

CT

Cortesía de El Informador



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