
“Aviso al público. Algunas presentaciones dentro de la programación del Festival Internacional Cervantino pueden incluir escenas con desnudos artísticos, uso de luces estroboscópicas, lenguaje explícito o soez que podrá resultar sensible para algunas personas. Se recomienda discreción al público asistente”.
Es la advertencia que el FIC coloca en los detalles de programación de obras específicas, como “Terebrante”, escrita, dirigida y protagonizada por la actriz y dramaturga Angélica Liddell, considerada como la figura más influyente del teatro español contemporáneo, pero también dueña de un cuerpo de obra que ha sido rechazado por el uso reiterado de autolesiones y discurso confrontativo, entre otras apelaciones críticas sobre varias obras de Liddell.
Pero quizás la anterior no es una advertencia suficiente sobre lo que la obra de Liddell tiene para ofrecer en los poco más de sesenta minutos de duración que esta puesta en escena ofreció durante su estreno en México con dos funciones en el primer fin de semana de la edición 53 del Cervantino, junto con la compañía Atra Bilis Teatro, fundada por la dramaturga en 1993.
“Es una de esas obras que tienes que ver, incluso aunque no te guste”; “Me pareció muy vulgar”. Son comentarios en los extremos de apreciación de quienes asistieron en la primera jornada de la obra. Y los comentarios encontrados no hicieron más que animar la asistencia de mucha más prensa que cubre el festival. Es la curiosidad, el morbo, la cosquilla que se siente cuando una obra desata emociones encontradas.
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Un dolor taladrante
Terebrante. Dícese del “dolor que produce sensación semejante a la que resultaría de taladrar la parte dolorida”. Es la definición del Diccionario de la lengua española.
El título adelanta un posible escenario de lo que le espera al público en la puesta en escena que, además de presentarse en el Cervantino, en los próximos días tendrá un circuito adicional en la Ciudad de México, en el Centro Nacional de las Artes (Cenart) y el Centro Cultural Helénico.
La obra es corta, pero contiene en sí un crisol de símbolos místicos, religiosos, paganos, sincréticos, que el público debe descifrar, interpretar, incorporar a su propia percepción de vida; que provocará la conversación y el intercambio de estímulos o indignaciones.
El flamenco, se advierte, es el hilo conductor de esta historia. Es una deconstrucción de los rasgos característicos de la danza: el zapateo, el braceo, el desplante, pero desprovistos de la música que les da sentido.
Hay elementos simbólicos del flamenco, como una serie de guitarras, 16 en total, que visten una de las escenas más bellas de la presentación, y parecen flotar sobre el escenario mientras Liddell baila en la penumbra, pero que luego habrán de desplomarse, como se desploma un cuerpo devastado por el dolor.
“El flamenco yo no sé explicarlo. He sufrido mucho. Si tú no has sufrido, ¿qué flamenco vas a cantar? Para ser flamenco hay que tener una causa. ¿Cuál es la causa? Primero tienes que estar con una mujer que tú quieras. Y que tú la dejes o que te deje. Y ahí está el sufrimiento y la queja. Si usted no tiene causa, ¿por quién va usted a cantar?”.
Es una reflexión del cantaor de flamenco Manuel de los Santos, “Agujetas”, que Liddell considera una de las figuras máximas del pensamiento sobre una expresión de la que la comunidad gitana es considerada guardiana.
No hay duda, es la dramaturga y su marca registrada, la autoflagelación y la provocación visual hacia el público lo que está sucediendo sobre el escenario. Para muchos, indignante, para otros, seductor. Pocas veces se consigna un momento así, en que el público no pueda sostener la mirada, sin virar la cara, taparse los ojos, o cerrar los párpados, frente a lo que está viendo, como en esta pieza.
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“¡Se devastó en el escenario!”
Ha terminado la segunda presentación de “Terebrante” en el Auditorio del Estado de Guanajuato. Hasta este punto, una parte importante del público ya no está en el recinto.
Quizás fueron tres momentos de desbandadas. El primero de los grupos salió sin siquiera llegar a la mitad de la obra, indignado por la exposición de imágenes prolongadas y apabullantes –con especial advertencia a quienes padezcan de una severa tripofobia–. La segunda marcha cuantiosa sucede cuando Liddell sugiere una serie de escenas paganas, en una ciudad notoriamente religiosa, y la tercera, cuando la actriz encabeza una secuencia de devastación personal, rápida y peligrosa, que pudo haberla llevado al hospital.
La obra termina sin ese guiño sutil de muchas de las puestas en escena que indica el final, y a partir de cual el público entonces puede aplaudir. Pero aquí no hay ese marcaje, y hasta ese detalle resulta incómodo.
“¡Se devastó en el escenario!”; “ésta es pura iconoclasia”; “es que hay que darlo todo por el teatro”. Es lo que el público que resistió comenta, quizás aliviado, de que finalmente se va del auditorio. Certezas hay: “Terebrante” es una obra que no va a dejar indiferente a nadie.
“Terebrante”
- Directora: Angélica Liddell
- País: España
- Duración: 60 minutos
- Intérpretes: Angélica Liddell, Saité Ye, Gumersindo Puche, Palestina de los Reyes
- Texto, espacio y vestuario: Angélica Liddell
Circuito Cervantino
- Teatro de las Artes
- Centro Nacional de las Artes
- 16 de octubre, 20:00 horas
- Foro La Gruta
- Centro Cultural Helénico
- 17 de octubre, 12:00 horas
Cortesía de El Economista
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