Alumno de la Escuela Nacional de Arte Dramático, Antonio Gasalla alcanzó su primer éxito a mediados de la década del ’60 con Help, Valentino!, junto a Nora Blay, Edda Díaz y Carlos Perciavalle, con quien más tarde haría una dupla formidable que se repetiría en varios espectáculos de café-concert. Ellos dos fueron emblemas de ese género en la Argentina.
Entrados los ’70, y a lo largo de varias temporadas, Antonio Gasalla empezó montar espectáculos de gran producción, escribiendo junto a Enrique Pinti: Pan y circo, Gasalla y Corrientes, Gasalla for Export, Gasalla 77, El Maipo es el Maipo y Gasalla es Gasalla, Gasalla en terapia intensiva, Maipo 100 % Gasalla o Maipo Made in Gasalla.
Help Valentino!, el siempre mítico comienzo del café concert, ¿dio algo de guita? “Sí, con Antonio nos llenábamos de guita y la gastábamos toda“, nos dijo Carlos Perciavalle. “Yo me llegué a mudar de un conventillo al Hotel Alvear. Después, si me iba como el culo, volvía.”
Cantaban: “Desde Help, Valentino/hemos sido tú y yo/los dos grandes amigos/en las malas rachas/y en tiempos de hilachas… /Somos inseparables como las Legrand/y lo que nos tiene unidos/ es nuestra horrible amistad”.
Estuvieron unidos desde el comienzo hasta que se volvieron separables. “Pelearnos, lo que se dice pelearnos, no, nunca sucedió”, dijo Gasalla.
Help Valentino! surgió a partir de los cuadros y sketches que ellos hacían en el Conservatorio. Sus muestras tenían enorme aceptación y provocaban un raro suceso entre sus compañeros. De ahí decidieron armar un espectáculo y presentarlo en vivo.
La obra parodiaba la figura mítica de Rodolfo Valentino, símbolo sexual de la década de 1920, conocido en Hollywood como el primer “Latin Lover”. Incluía la proyección de fragmentos de sus películas y una banda de sonido con jingles televisivos. La escenografía era de Antonio Berni.
Los que saben de teatro dicen que el café concert es el género que mejor representa a los argentinos: un monumento a la creatividad levantado por los artistas de los sesenta y setenta, cuando hablar de lo que no se hablaba era un arriesgado desafío al ingenio.
Gasalla y Perciavalle se habían conocido en 1960, el día que dieron la prueba para ingresar al Conservatorio.
“Incluso después de egresar, para nosotros era imposible conseguir trabajo en los elencos oficiales del San Martín o el Cervantes. O bien porque ya había un elenco establecido o porque nosotros no teníamos la altura para hacer de pueblo o de soldado, los papeles con los que empezaban casi todos los actores”, contaron.
“Empezamos a hacer en clave de humor las escenas que hacíamos en serio durante las clases de arte escénico“, recordó Gasalla. “En las horas libres del Conservatorio, cuando faltaba algún profesor, no nos dejaban salir de clase, así que nosotros ensayábamos, pero un poco pasados de rosca“.
Los lugares elegidos para decir cosas que otros no se animaban eran un secreto a voces: La Recova o La Fusa y espacios como La Gallina Embarazada, El Gallo Cojo y El Pollito Erótico.
Cortesía de Clarín
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