Apaga tu ciclo de insatisfacción 2.0: ¿cómo sobrevivir a la envidia y las comparaciones en las redes?

El verano está a la vuelta de la esquina y asistiremos a uno de los fenómenos más curiosos que han producido las redes sociales: la exhibición vacacional. Gran cantidad de personas la usarán para convencernos de que están viviendo en un paraíso. Presumirán de su veraneo colgando fotos de su palmito, de lo que comen, de sus baños en la playa, de las vistas desde su hotel… Conscientes de que son observados y evaluados, intentarán trasmitir una continua sensación de felicidad perfecta. Sus amigos y sus hijos exhibirán una sonrisa perpetua que nos hará sentir que nuestra vida es triste y monótona.

Pero, por la velocidad con la que colgarán en la red fotos y comentarios, podremos deducir que se trata de individuos incapaces de disfrutar de la actividad en sí misma, si no es para alardear de ella. Son personas que necesitan competir y confrontarse con los demás en una carrera infinita para ver quién la tiene más grande –la felicidad veraniega o lo que sea–. Pero, aunque seamos conscientes de su estrategia, es difícil no sucumbir a otro fenómeno muy propio de estos tiempos: la envidia en red.

Las mentiras en internet

Un estudio reciente de dos universidades alemanas mostraba que una gran cantidad de individuos se sienten más insatisfechos con su vida tras navegar por internet, porque ven acrecentado su resquemor hacia la buena vida que tienen sus vecinos. La mentira en la web no está en lo que se dice, sino en lo que no se dice. La consigna parece ser ocultar siempre el lado malo o menos atractivo de la vida propia, así, los demás creen que salen perdiendo en la comparación con ese ideal.

Medir nuestros logros usando los ajenos como rasero es parte del software mental del ser humano. Resulta natural: para saber si estamos haciendo algo bien, tenemos que contextualizarlo. Los sentimientos que nos provocan los éxitos o fracasos de otros nos sirven para poner en valor nuestros propios actos.

Imagen de Алекс Бон en Pixabay
Apaga tu ciclo de insatisfacción 2.0. ¿cómo sobrevivir a la envidia y las comparaciones en las redes? Imagen de Алекс Бон en Pixabay.

La envidia y la comparación social

Susan Fiske, psicóloga de la Universidad de Princeton, analiza en su libro “Envy up, Scorn Down. How Status Divide Us” (2011) el estatus –la posición que ocupamos respecto a los demás– y las emociones que se relacionan con él, como la envidia y el desprecio. Son sentimientos que nadie quiere tener y a nadie le gusta reconocer, pero que, por otra parte, son inevitables. Normalmente, envidiamos a los individuos que tienen más o nos superan y menospreciamos a los que están por debajo.

En la confrontación, la envidia nos azuza para contrarrestar el desnivel y compensar la frustración de sentirnos inferiores. Y si en la comparación salimos ganando, el desprecio nos proporciona la autoestima necesaria para mantener nuestra apuesta vital.

Sara Hill y David Buss, psicólogos de la Universidad de Texas, han estudiado las características de este equilibrio dividiendo a los voluntarios de su experimento en dos grupos. A los del primero les pidieron que recordaran situaciones en las que habían sentido una envidia intensa, y a los del segundo, no. Después, a todos les solicitaron que leyeran escritos de compañeros suyos hablando de sus objetivos vitales. Los del primer grupo se concentraron mucho más en la lectura.

El resultado delataba que esos sentimientos de comparación sirven para acentuar la atención social. Eso nos permite aprender de los demás cuando fallamos o reforzarnos a nosotros mismos cuando acertamos.

La comparación constante: un instinto humano

La importancia de este mecanismo se aprecia muy bien cuando analizamos las consecuencias que tiene no usarlo. ¿Cómo son aquellos que no se fijan en los demás para saber qué tal lo están haciendo? La respuesta es sencilla: son narcisistas que corren el riesgo de estrellarse contra la realidad.

El psicólogo Steven Huprich, profesor de la Universidad de Detroit, investiga hasta qué punto puede resultar tóxico un elevado concepto de uno mismo. En su opinión, una de las características de la autoestima insana es, precisamente, la falta de feedback externo. Los narcisistas tienden a creer que son superiores a la media, sin comprobar nunca esa hipótesis. Caminan por la vida sin la referencia ajena, sin medir sus logros con los de los demás, y construyen un autoconcepto idealizado que no se corresponde con la verdad. En cuanto las circunstancias los obligan a confrontar sus éxitos con los de otros, se vienen abajo.

La estrategia de comparación es, por tanto, perfectamente adaptativa, aunque hoy en día se lleva al extremo. Las redes sociales actúan como gasolina derramada en la llama de esta tendencia cognitiva. El psicólogo Mitch Prinstein, profesor de la Universidad de Carolina del Norte, analiza en su libro “Popular: The Power of Likability in a Status- Obsessed World” (2017) por qué la Red ha convertido en peligrosa la estrategia del contraste social.

Una de las razones es, por supuesto, la cantidad: hasta el advenimiento de internet, absorbíamos información sobre las vidas de los vecinos de manera esporádica. Sin embargo, hoy se ha multiplicado por mil la cantidad de información, y la mente puede caer fácilmente en la trampa.

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¿Cómo sobrevivir a la envidia y las comparaciones en las redes?. Imagen de Gerd Altmann en Pixabay

Nuestros agujeros negros

También ha cambiado la circunstancia: ahora tendemos a mirar las vidas ajenas en momentos de inactividad propia, cuando es más fácil que visualicemos nuestros agujeros negros, la parte de nuestra existencia que no optimizamos. Leemos sobre las estimulantes salidas nocturnas de los amigos mientras estamos en casa aburridos, porque ese día no teníamos ningún plan. O descubrimos sus éxitos laborales mientras esperamos a que entre un cliente en una mañana de secano en el trabajo. Cuando se disfruta de un momento estimulante con alguna actividad que nos interesa especialmente, es raro abandonarlo para entrar en las redes sociales.

Otro factor a tener en cuenta es la falta de control sobre las áreas de evaluación. En el pasado, cada uno elegía los campos en los que contrastaba sus logros con los ajenos. El que se creía físicamente atractivo, tendía a medirse con los demás respecto a eso. El que pensaba que era académicamente competente, se medía con otros en ese sentido. Pero, actualmente, la felicidad de los demás nos asalta en cualquier área. Navegando por las redes sociales, se descubre que los amigos decoran mejor las tartas de cumpleaños de sus hijos, planifican vacaciones más estimulantes o hacen deporte con más regularidad. Ya no podemos elegir arma para el duelo social.

Más vulnerables en la adolescencia

Prinstein apunta también a la influencia de la edad. De hecho, muchos estudios se centran en la adolescencia como etapa más vulnerable. En el artículo “The Power of the “Like” in Adolescence,” coordinado por la psicóloga Lauren Sherman, los investigadores llegaban a la conclusión de que hay factores neuronales que nos hacen más propensos, en esos años, a la búsqueda febril de la valoración a través de las redes sociales.

En la juventud, se sobrealimentan varias regiones cerebrales, como el núcleo accumbens, que están relacionadas con las interacciones. Esto hace que la comparación con los demás, los comentarios positivos o la confluencia de opiniones activen la producción de dopamina. Según los autores del estudio, esa estimulación de ciertas áreas es muy similar a la que producen algunas drogas.

En la adolescencia, además, se acentúa un fenómeno que Thomas Gilovich denomina efecto foco o tendencia a creer que los que nos rodean nos evalúan constantemente. En un experimento, este psicólogo de la Universidad de Cornell (EE. UU.) propuso a varios jóvenes que se pusieran la camiseta de un cantante de moda antes de entrar en una habitación con otros estudiantes. Más de la mitad creyeron que todos habían estado pendientes de la prenda que llevaban puesta, pero solo el 23 % se había fijado en ella.

¿cómo sobrevivir a la envidia y las comparaciones en las redes?
¿Cómo sobrevivir a la envidia y las comparaciones en las redes? Imagen de Mahbub Hasan en Pixabay

La presión social

La realidad es que esa sensación de presión social es exagerada y que los demás se fijan muchísimo menos de lo que creemos en nuestro aspecto físico, nuestros aciertos, errores, cambios y desempeños. Pero los jóvenes creen que esa atención continua existe y mantienen una continua competición para salir victoriosos de las comparaciones.

Otro estudio de 2015 llevado a cabo por investigadores de las universidades británicas de Essex y Cambridge concluyó que la tendencia a participar en los procesos de comparación disminuye a lo largo de la vida. Una de las razones es que, a medida que se envejece, es probable que uno se evalúe en relación a su propio pasado, más que con el estado actual de los demás.

Pero, aunque la madurez nos haga menos vulnerables, los efectos multiplicativos de internet están ahí. Muchos adultos se han descubierto cotejando sus vidas de una forma obsesiva cuando se han introducido en las redes sociales.

Las rivalidades míticas

El mecanismo forma parte de nuestro funcionamiento mental desde la noche de los tiempos. Como decía el filósofo Bertrand Russell, “Napoleón envidiaba a César, César envidiaba a Alejandro, que probablemente envidiaría a Hércules, el cual nunca existió”. La historia está teñida de rivalidades míticas: Platón y Demócrito, Napoleón y Wellington, Cervantes y Lope de Vega, Thomas Edison y Nikola Tesla…

La amplificación que ha hecho internet de ese fenómeno resulta perjudicial, porque es fácil que acabe haciéndote sentir crónicamente inferior o deprimido. Aunque compararse puede ser útil cuando se emplea en las dosis justas. Como se trata de un impulso humano fundamental, los investigadores se centran más en identificar su uso adaptativo que en demonizarlo.

¿Cómo sobrevivir a la envidia y las comparaciones en las redes? Imagen de Gerd Altmann en Pixabay

Olvidar quiénes somos

Algunas de las hipótesis para que resulte verdaderamente útil parten de centrarse especialmente en los elementos diferenciales. Mai-Ly Nguyen, psicóloga de la Universidad de Houston, en Texas, ha estudiado los factores que conducen a la depresión de internet y ha llegado a la conclusión de que el riesgo está en que las redes sociales nos pueden hacer olvidar quiénes somos y en qué se basa nuestra autoestima.

Por eso, la mejor protección contra la trampa de la confrontación es desarrollar y mantener un sentido estable de uno mismo. Hay que sostener un tira y afloja entre la búsqueda de recompensas externas y la confianza en los propios valores. Aunque puntualmente nos comparemos con los demás en todos los aspectos, hay que volver cada cierto tiempo a sintonizar con las creencias más profundas y recordar las prioridades vitales que estamos optimizando.

En segundo lugar, es aconsejable recuperar el control sobre el cómo y el cuándo. Prinstein insiste en la idea de retomar las riendas del tiempo que les dedicamos a las redes sociales (Facebook, Twitter, Instagram…) y a las comparaciones. En definitiva, que es mejor fijar previamente un número de horas para sumergirnos en la web. También es importante ser proactivo, participar en la búsqueda de información y evitar la pasividad. Es bastante más sano contrastar nuestros logros con los ajenos a través de un chat interactivo que limitarse a creerse todo lo que aparece en Facebook o Instagram. En el primer caso, se puede preguntar al interlocutor y contextualizar o desmitificar la información que aporte.

Motivación para mejorar y alcanzar nuestros objetivos

Otra clave tiene que ver con fijarse en lo que está dentro del área de crecimiento personal. El psicólogo Dan Ariely, en su libro “Las trampas del deseo,” ejemplifica las consecuencias de elegir mal los patrones de comparación y recuerda que el punto ideal se aproxima mucho a lo que conocemos como sentido común. Se trata de cultivar el examen al alza y buscar como baremo a aquellos que están un poco –solo un poco– por encima de nosotros en las metas que queremos alcanzar. Esa estrategia da motivación y anima a esforzarse. Se trata de ver que el camino hacia la mejora es alcanzable: es mejor medirse con alguien que está un peldaño o dos por encima que con alguien que está por debajo o en la parte superior de la escalera.

Un truco que también ayuda es recordar a menudo lo que se ha conseguido. En el mundo actual, es mucho más habitual que nos hagan acordarnos de lo que nos falta que de aquello que sí tenemos. Pero la psicóloga Loretta Breuning, autora de “Hábitos de un cerebro feliz,” ha comprobado en sus investigaciones que las personas que son más felices rememoran continuamente lo que funciona bien en sus vidas.

Un ejemplo de esta herramienta, que Breuning denomina comparación consciente descendente, es contrastar nuestra vida con la de nuestros antepasados. Por ejemplo, es una técnica adaptativa recordar que no tenemos que convivir a diario con unos niveles brutales de violencia y de falta de higiene, que el dolor físico no forma parte de la cotidianidad o que la apertura a la diversidad humana es mejor que en ninguna época histórica.

paga tu ciclo de insatisfacción 2.0. ¿cómo sobrevivir a la envidia y las comparaciones en las redes
paga tu ciclo de insatisfacción 2.0. ¿cómo sobrevivir a la envidia y las comparaciones en las redes. Imagen: Leonardo.

¿Admirar o envidiar?

Por otra parte, es más sano admirar que envidiar. Niels Van de Ven, psicólogo de la Universidad de Tilburg (Países Bajos), publicó un exhaustivo estudio en el que pedía a miles de personas de varios países diferentes que recordaran experiencias en las que se habían sentido mal después de medirse con los demás. El investigador encontró que los sentimientos que se habían generado –de frustración, de inferioridad…– tenían mucho que ver con la falta de admiración hacia el otro.

Su conclusión es que la comparación sana tiende a mezclar el resquemor con el respeto hacia el vencedor y con la motivación para la superación. La tóxica, por el contrario, lleva a la parálisis, a la sensación de indefensión y, finalmente, a la amargura: se acaba deseando el mal ajeno sin que esto nos lleve a mejorar.

Estrategias claves eficaces

Asimismo, un hábito muy práctico es compararse con uno mismo. Sonja Lyubomirsky, psicóloga de la Universidad de California en Riverside y autora de “La ciencia de la felicidad,” señala que “las personas que son felices activan más a menudo su evaluación interna”. No es que no se den cuenta de los logros ajenos, pero no dejan que afecten a su autoestima.

La clave es que se concentran en su propia mejora. Por ejemplo, en vez de mirar la forma física de los demás evalúan su propio estado y deciden si están mejor o peor de lo que estaban antes. Así, evitan una estrategia tentadora pero ineficaz: la desvalorización de los otros. Y es que la tendencia a la percepción autocomplaciente subyace en muchos de los conflictos humanos.

En última instancia, desconectar es el consejo que se desprende de todos los estudios. Si las redes sociales desbordan nuestra capacidad de control, lo principal es poder quitárselas de la mente. El problema es que hay sujetos con una sensación de dependencia exagerada, y esto los convierte en adictos. Desactivar de vez en cuando Facebook o Instagram, dejar de medirnos con los demás durante un fin de semana, concentrarnos en nuestra vida o aprender a reírnos de nuestros complejos son formas de hacer paréntesis en esta inflación comparativa que genera el mundo actual.

Cortesía de Muy Interesante



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