El gobierno mexicano decidió blandir un nuevo filo en su política comercial, en una era de proteccionismo impulsada desde Washington. La iniciativa de la presidenta Claudia Sheinbaum enviada al Congreso para reformar la Ley de los Impuestos Generales de Importación y Exportación plantea un ajuste sin precedentes: subir los aranceles a 1,463 fracciones de 19 industrias, con un valor de 52,000 millones de dólares en importaciones, equivalente a 8.6% del total nacional.
La medida, inscrita en el Plan México, tiene el objetivo de blindar sectores estratégicos ante la competencia externa. La apuesta luce ambiciosa y riesgosa a la vez. El gobierno defiende que los nuevos aranceles, que oscilarán entre 10 y 50% según el sector, protegerán 325,000 empleos, impulsarán polos industriales y generarán 70,000 millones de pesos adicionales de recaudación, mientras se reduce un déficit comercial con China que superó 119,000 millones de dólares en 2024 y se sustituirán importaciones de Asia.
Pero expertos advierten que la medida encarecerá el consumo popular, restará competitividad a las cadenas productivas que dependen de insumos asiáticos y ahuyentará inversiones extranjeras, con el riesgo de también enfrentar represalias de Beijing. El golpe apunta con claridad hacia China. Es el segundo socio en importaciones de México, con una participación de 20.4% y un valor de 129,457 millones de dólares.
La Secretaría de Economía incluyó en la lista a otros países sin tratado que, si bien no alcanzan la magnitud de China en las importaciones mexicanas, también quedarán sujetos a los nuevos aranceles. Corea del Sur concentra 3.62% de las compras externas, India 1.41%, Tailandia 1.70%, Turquía 0.33%, Indonesia 0.52% y Rusia 0.26%.
El ajuste eleva los gravámenes a un promedio de 33.8%, casi el doble del nivel actual de 16.1%. En algunos sectores, como autopartes, autos ligeros, textiles, vestido, calzado, siderurgia y electrodomésticos, las tasas alcanzarán 50%, esto si la iniciativa se aprueba. La estrategia, sostiene la Secretaría de Economía, busca proteger 325,000 empleos en Nuevo León, Jalisco, Estado de México, Ciudad de México y Querétaro, así como generar condiciones para que industrias con potencial no pierdan terreno frente a lo que califican como competencia desleal.
Los cambios respetan los compromisos internacionales de México y se ajustan al principio de nación más favorecida de la Organización Mundial de Comercio. Además, vinculó el anuncio con la estrategia de Polos de Desarrollo para el Bienestar, que busca detonar nuevas industrias como la farmacéutica, la de semiconductores, la electrónica y la microelectrónica.
Pero el arma luce de doble filo. Andrés Díaz Bedolla, CEO de Yumari y experto en comercio exterior, advierte que los aranceles no generan capacidad productiva por sí solos. “No porque se cierren las puertas al producto chino significa que México pueda cubrir de inmediato la demanda local”, señaló. Para el especialista, la ausencia de políticas claras de transferencia tecnológica, modernización industrial y capacitación de talento hace inviable sustituir importaciones con proveeduría nacional en el corto plazo.
Díaz recordó que los productos chinos llegan con subsidios que van de 40 a 60% según la categoría, lo que complica establecer un arancel que realmente compense esa distorsión. Además, alertó que las empresas extranjeras instaladas en México enfrentan un panorama complejo.
Para cualquier inversionista es crucial integrar su cadena de proveeduría, y si de repente se les encarece el acceso a insumos, se complica su operación. La consecuencia es pérdida de competitividad, salida de capital y freno a nuevas inversiones
Ya lo vimos: el decreto textil entró en vigor de la noche a la mañana el 19 de diciembre, y el de la suspensión de las importaciones temporales de calzado, hace unas semanas. En cuestión de días hubo alertas en aduanas para detener cruces de productos sensibles. Es decir, ya está pasando. El mensaje que se envía es detener la llegada masiva de productos subsidiados de Asia, pero sin medir las consecuencias. “Puede ser que México se esté dando un balazo en el pie”.
Ignacio Martínez, coordinador del Laboratorio de Análisis en Comercio, Economía y Negocios de la UNAM, destacó que la iniciativa refleja un giro en la política arancelaria mexicana después de casi 30 años sin cambios y responde, en buena medida, a presiones de Estados Unidos.
La estrategia se concentra en acero, vestido y calzado, pero no toca productos con alto valor agregado tecnológico, que son la mayoría de lo que exporta China a México
Martínez alertó que la medida envía señales delicadas hacia Beijing. China modificó su Ley de Comercio Exterior y tiene margen para responder con aranceles espejo. “Si México sube gravámenes, es casi seguro que China replicará. Así ocurrió con Estados Unidos en los últimos años”. Aunque el impacto directo sería menor porque México exporta poco al gigante asiático (9,937 millones de dólares), más bien las represalias pueden sentirse más en proyectos de inversión o financiamiento.
El especialista también advirtió que el peso del ajuste recaerá sobre los hogares que perciben entre uno y tres salarios mínimos, principalmente en vestido y calzado, tomando en consideración de que son bienes de consumo que se demandan de manera inmediata.
Se contagia el proteccionismo
La medida mexicana se inscribe en una tendencia global de mayor proteccionismo. Estados Unidos elevó aranceles a una amplia gama de productos chinos, y Europa debate medidas similares. México decidió alinearse con esa corriente, pero con riesgos particulares.
Es comprensible buscar subirse a la moda de incrementar aranceles. Así lo está haciendo Estados Unidos con el resto del mundo. Y es probable que se venga una avalancha internacional
Pero el país se especializó en un modelo de maquila y reexportación que depende de insumos extranjeros. Entre 60% y 70% de las importaciones mexicanas provienen de empresas internacionales, muchas estadounidenses, que usan insumos chinos para exportar a su propio mercado. Gravar esos productos puede restar competitividad a las cadenas instaladas en México y provocar un doble impacto arancelario, primero en México y luego en Estados Unidos.
Los grandes importadores de productos chinos no son firmas chinas, asegura, sino corporaciones como General Motors o Ford, que encuentran en China precios, calidad y tiempos de entrega competitivos. Si México sube aranceles, afectará directamente a estas compañías, muchas de las cuales exportan a Estados Unidos. Con un doble arancel —en México y en Estados Unidos— su viabilidad quedará en entredicho, explica Dussel Peters.
El dilema es proteger la industria nacional o encarecer la producción y el consumo. “El riesgo es que el remedio resulte peor que la enfermedad”.
Cortesía de Expansión
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