Arqueólogos descubren un raro artefacto que conecta Escandinavia con la Iberia prerromana hace 2.500 años

Durante casi medio siglo, un extraño objeto metálico permaneció olvidado en el taller de una familia sueca en la localidad costera de Särdal, en la región de Halland. Su aspecto era poco llamativo: una pieza redondeada, de base convexa, de poco más de un kilo de peso, con una cara rugosa por la corrosión y la otra lisa, como si hubiera sido fundida en una cavidad natural. Pero ese modesto lingote, ahora reconocido como el primer ejemplar completo de su tipo hallado en Suecia, ha abierto una nueva ventana al comercio prehistórico que conectaba el Atlántico con el mar Báltico, y ha obligado a los arqueólogos a replantearse los circuitos del metal en plena Edad del Hierro.

Lo que comenzó como una curiosidad local ha terminado convertido en una investigación científica de alcance europeo, publicada en Journal of Archaeological Science: Reports por un equipo liderado por la arqueóloga Serena Sabatini, de la Universidad de Gotemburgo. El estudio combina arqueología, química, metalurgia e historia, y demuestra que este pequeño objeto no estaba tan solo como se creía: compartía una firma isotópica sorprendentemente similar con un conjunto de lingotes en forma de barra procedentes del noreste de Polonia, en la región lacustre de Iława.

Una pieza extraña, mil preguntas

El objeto en cuestión es lo que los arqueólogos denominan un lingote plano-convexo: una pieza metálica fundida en un molde simple, probablemente excavado en el suelo, que presenta una cara superior abombada y una inferior plana. Este tipo de lingotes era común en las etapas finales de la Edad del Bronce y durante toda la Edad del Hierro, y eran utilizados tanto como medios de transporte como reservas de metal reutilizable. Aunque abundan en otros lugares de Europa, en Escandinavia no se había documentado ninguno completo hasta ahora.

En un primer momento, los especialistas pensaron que se trataba de un objeto moderno o, con suerte, de origen broncíneo. Pero el contexto en el que fue hallado —sin restos arqueológicos asociados y fuera de cualquier yacimiento conocido— dificultaba su datación. Fue necesario someter el lingote a un análisis químico y isotópico detallado, que arrojó resultados inesperados: la pieza estaba compuesta por una aleación de cobre, zinc, estaño y plomo. Esta combinación no es propia de la Edad del Bronce, sino característica de momentos posteriores, ya dentro de la Edad del Hierro.

En el otoño de 2022, se localizó un objeto metálico pesado y de forma circular en la localidad de Särdal, situada en la costa occidental de Suecia
En el otoño de 2022, se localizó un objeto metálico pesado y de forma circular en la localidad de Särdal, situada en la costa occidental de Suecia. Fuente: Sabatini et al., Journal of Archaeological Science: Reports (2025)

El giro en la investigación llegó cuando los datos isotópicos y químicos del lingote sueco se compararon con los de una serie de lingotes en forma de barra hallados en Polonia, a unos 1.200 kilómetros de distancia. Estos últimos procedían de antiguos depósitos descubiertos entre 2013 y 2015 en el entorno del lago Jeziorak, en la zona de Iława. Al igual que el hallazgo sueco, los lingotes polacos estaban formados por aleaciones complejas de cobre, estaño, plomo y zinc, con proporciones casi idénticas.

Los análisis de isótopos de plomo —una técnica cada vez más precisa para rastrear el origen geológico de los metales antiguos— revelaron que tanto el lingote sueco como los de Polonia provenían de una misma fuente mineral: las minas del suroeste de la Península Ibérica, especialmente de la región de Huelva. Esta zona, rica en yacimientos polimetálicos, ya era explotada desde la Edad del Bronce, pero la evidencia demuestra que su producción alcanzó lugares tan lejanos como Escandinavia en periodos posteriores.

Este hallazgo refuerza la idea de que existía un corredor comercial activo entre la Península Ibérica, el Atlántico Norte, el Kattegat y el mar Báltico durante la Edad del Hierro, mucho después de la supuesta decadencia del comercio metalúrgico post-broncíneo.

Tecnología y comercio en la Edad del Hierro

Uno de los aspectos más relevantes del estudio es que la aleación analizada no fue producto de un error o mezcla accidental. Se trata de una combinación intencional de metales —cobre, zinc, estaño y plomo— que requería cierto conocimiento técnico para su elaboración. Esta mezcla dotaba al metal de cualidades particulares: mayor resistencia, facilidad de moldeado y un acabado más uniforme, ideal para fabricar ornamentos y utensilios duraderos.

Los lingotes polacos, en concreto, mostraban signos de haber sido moldeados en moldes de doble válvula y posteriormente pulidos, lo que sugiere una fabricación destinada a objetos de prestigio. Algunos incluso presentaban extremos afinados que apuntan a su uso como material prefabricado para collares rígidos tipo pectoral, muy comunes en las culturas bálticas de la época.

Lingote plano-convexo hallado en Särdal, en la región sueca de Halland
Lingote plano-convexo hallado en Särdal, en la región sueca de Halland. Fuente: Sabatini et al., Journal of Archaeological Science: Reports (2025)

Un hallazgo aislado, una historia compartida

Aunque el lingote de Särdal fue hallado en solitario y no puede datarse con precisión arqueológica, su forma, composición y comparativa con los lingotes polacos permiten ubicarlo cronológicamente entre los siglos VI y III a.C., dentro de la llamada Edad del Hierro prerromana escandinava.

El estudio demuestra cómo, en ausencia de contexto arqueológico, el análisis científico de materiales puede iluminar redes de comercio, migraciones de conocimiento y relaciones interregionales. Y, sobre todo, cómo una colaboración internacional puede transformar una pieza aislada en una clave para reescribir una parte significativa de la historia europea.

En este caso, el trabajo conjunto entre universidades de Suecia, Polonia y Austria ha permitido conectar los puntos de un mapa olvidado del comercio metalúrgico prehistórico, revelando que las rutas marítimas que unieron el Mediterráneo, la península ibérica, el canal de la Mancha y el mar Báltico continuaron activas más allá de lo que se pensaba, facilitando el intercambio no solo de metales, sino de ideas, técnicas y formas culturales.

Más allá del objeto: la conexión humana

Este descubrimiento no solo aporta información sobre las rutas comerciales o las aleaciones utilizadas en la antigüedad, sino que también pone de relieve el papel de la cooperación en la ciencia actual. Los investigadores insisten en que sin la colaboración entre especialistas de diferentes países y el cruce de bases de datos, habría sido imposible establecer esta conexión entre Halland e Iława.

Así, un objeto olvidado en un taller sueco durante décadas ha resultado ser la pieza faltante de un puzzle que une a comunidades separadas por más de mil kilómetros y dos milenios. Un recordatorio de que, en arqueología, lo pequeño puede ser enorme.

Referencias

  • Serena Sabatini et al, Iron age metal trade between the Atlantic and the Baltic Sea: new insights from the first complete plano-convex ingot found in Sweden and ingot rods from the Iława Lakeland in northeastern Poland, Journal of Archaeological Science: Reports (2025). DOI: 10.1016/j.jasrep.2025.105312

Cortesía de Muy Interesante



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