Durante más de un siglo, un santuario dedicado al dios Apolo permaneció oculto bajo tierra en una remota región de Chipre. Hoy, gracias al trabajo meticuloso de arqueólogos alemanes y al respaldo del Departamento de Antigüedades del Ministerio de Cultura chipriota, ese templo ha vuelto a la luz. Lo que se ha descubierto allí —más de un centenar de bases escultóricas, estatuas colosales y ofrendas votivas de culturas lejanas— está reescribiendo lo que sabíamos sobre el culto a Apolo en el Mediterráneo oriental.
La historia comienza en 1885, cuando el arqueólogo alemán Max Ohnefalsch-Richter excavó por primera vez en un valle cercano a la antigua ciudad de Tamasos. Allí encontró lo que describió como un santuario rural ricamente adornado con centenares de estatuas votivas. Sin embargo, la falta de recursos y una metodología apresurada le llevaron a tapar el yacimiento. El lugar, conocido como Frangissa, cayó en el olvido. Su ubicación exacta se desvaneció de la memoria colectiva, como si la tierra hubiese decidido engullir sus secretos para siempre.
El redescubrimiento de un templo legendario
En 2021, un equipo conjunto de las universidades de Frankfurt y Kiel/Würzburg decidió emprender la búsqueda de aquel santuario legendario. Tras varias campañas de prospección, finalmente en 2023 localizaron los restos cubiertos que confirmaban la ubicación exacta del santuario. En la temporada de excavación de 2024, los arqueólogos comenzaron a desenterrar el yacimiento de forma sistemática, y lo que emergió fue nada menos que espectacular.
Según informó el Departamento de Antigüedades en un comunicado oficial, las excavaciones revelaron los muros del patio de ofrendas y más de cien bases de estatuas, muchas de ellas de proporciones colosales. Pero lo más sorprendente fue descubrir que, bajo la tierra removida en 1885, también yacían fragmentos de estatuas —algunas gigantescas— que el equipo de Ohnefalsch-Richter no había reconocido como piezas arqueológicas en su momento.

Estas esculturas no solo completan muchas de las obras expuestas hoy en el Museo de Chipre y en el Real Museo de Ontario, sino que también revelan tipos completamente nuevos de iconografía votiva que antes no se conocían en este santuario. El hallazgo más impactante: pies esculpidos de tamaño descomunal que prueban la existencia de figuras masculinas de piedra caliza del período arcaico, con un tamaño mucho mayor al natural.
Más allá de Apolo: colosos y culturas lejanas
El culto a Apolo en el mundo griego es bien conocido, pero Frangissa presenta características únicas. A diferencia de otros santuarios urbanos o panhelénicos, el de Frangissa era rural y, sin embargo, albergaba estatuas de tamaño monumental. Hasta ahora, los únicos colosos conocidos en la isla eran de terracota, como el célebre “Coloso de Tamasos”. Este hallazgo demuestra que también existían figuras gigantes de piedra, lo que implica una sofisticación técnica y ritual inesperada en un entorno rural.
Además de las estatuas, se hallaron objetos votivos de procedencia lejana. Entre ellos destacan cuentas de vidrio marmolado y amuletos egipcios hechos de fayenza, un material cerámico vidriado típico del Valle del Nilo. Estos hallazgos apuntan a una red de contactos culturales y comerciales que alcanzaba hasta Egipto y otras partes del Mediterráneo oriental.

Pero los objetos más valiosos desde el punto de vista histórico son dos bases con inscripciones. Una está grabada con caracteres de la escritura silábica chipriota, usada entre los siglos VIII y III a.C., y la otra menciona a los Ptolomeos, los gobernantes helenísticos de Egipto que también ejercieron su dominio sobre Chipre tras la caída de los reinos locales. Esta evidencia sitúa el uso del santuario no solo en época arcaica, sino también durante la dominación ptolemaica, revelando una continuidad ritual a lo largo de varios siglos.
Un complejo monumental que también albergó banquetes
El santuario no era solo un espacio de devoción estática. Las nuevas excavaciones han documentado la existencia de un gran patio peristilo —rodeado por columnas— adyacente al recinto votivo. Según los investigadores, este espacio pudo haberse utilizado para banquetes rituales, una práctica común en los santuarios helenísticos donde la comida formaba parte del acto devocional colectivo.
El análisis arquitectónico del sitio sugiere que el santuario pasó por varias fases de remodelación, lo cual refleja cambios en los rituales, en el poder político o incluso en las creencias religiosas a lo largo del tiempo. Este dinamismo arquitectónico ofrece una nueva perspectiva sobre la vida ritual en el mundo chipriota, que no fue estática ni homogénea, sino marcada por transformaciones significativas.

Lo que queda por descubrir
Pese a lo revelado hasta ahora, los investigadores advierten que solo se ha excavado una parte del complejo. El potencial arqueológico de Frangissa es inmenso, no solo por los objetos que aún podrían aparecer, sino por la oportunidad de estudiar un santuario desde sus cimientos originales hasta su transformación bajo dominio extranjero. Cada fragmento que sale a la luz añade una nueva pieza a un rompecabezas histórico que ha permanecido incompleto durante más de un siglo.

El hallazgo ha sido calificado como uno de los más importantes del Mediterráneo oriental en las últimas décadas. Y no es para menos: pocas veces se tiene la oportunidad de redescubrir un sitio que fue considerado espectacular en el siglo XIX y que hoy, con técnicas modernas, demuestra ser aún más extraordinario de lo que su descubridor imaginó.
Frangissa no es solo un yacimiento arqueológico. Es una cápsula del tiempo que nos conecta con el pasado espiritual, artístico y político de una isla que fue cruce de culturas y eje estratégico en el antiguo Mediterráneo. Y, con cada estatua restaurada, cada inscripción descifrada y cada objeto catalogado, este santuario perdido de Apolo vuelve a hablar con voz propia.
Cortesía de Muy Interesante
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