Cuando los arqueólogos estudian las antiguas civilizaciones del Levante y Mesopotamia, suelen centrarse en las grandes estructuras, las inscripciones regias o los restos de batallas que marcaron la historia. Pero un equipo de investigadores de la Universidad de Tel Aviv y el Museo Nacional de Dinamarca ha encontrado un testimonio muy diferente de la vida en la Edad del Bronce: las huellas dactilares de niños en la cerámica de Hama, una ciudad en el antiguo Reino de Ebla, en la actual Siria.
Este descubrimiento, publicado en la revista Childhood in the Past, ha revelado que los niños, algunos de tan solo siete años, participaron activamente en la producción de vasijas a gran escala. Sus huellas, impresas en cientos de fragmentos cerámicos, cuentan una historia inesperada: la infancia en el mundo antiguo estaba marcada por el trabajo en la industria, pero también por la creatividad y el juego.
Infancia y trabajo: una realidad desconocida en el Reino de Ebla
Hama fue un importante centro de producción de cerámica en el Reino de Ebla, una de las primeras sociedades urbanas de la historia, alrededor del 2400 a.C. Hasta ahora, la investigación sobre la economía de estas ciudades se había centrado en los adultos, pero el análisis de más de 450 piezas de cerámica ha cambiado radicalmente esta perspectiva.
Los arqueólogos han descubierto que aproximadamente dos tercios de las vasijas analizadas fueron creadas por niños. Se estima que estos pequeños artesanos comenzaban su formación a los siete años y producían sobre todo copas estándar utilizadas en los banquetes reales. Este patrón sugiere una necesidad constante de reemplazo, ya que estas copas eran desechadas tras su uso en grandes festines. La estandarización de la producción sugiere un entrenamiento meticuloso y una labor casi industrial dentro de los talleres cerámicos.

El rastro de sus manos en la historia: cómo se identificó a los jóvenes artesanos
El hallazgo de los niños trabajadores se debe al estudio de sus huellas dactilares en la arcilla. Dado que las crestas de los dedos no cambian con el tiempo, los arqueólogos han podido estimar la edad y el sexo de los alfareros a partir del ancho de sus surcos. Así se ha determinado que la mayoría de los artesanos eran menores de edad, con una proporción equilibrada de niños y niñas en la fase inicial de la producción. Sin embargo, a medida que el Reino de Ebla se expandía y aumentaba la producción de cerámica, los talleres comenzaron a depender cada vez más de manos infantiles.
Este fenómeno no es exclusivo del mundo antiguo. Durante la Revolución Industrial, por ejemplo, los niños fueron empleados en fábricas porque era más fácil entrenarlos en tareas repetitivas. En Hama, los pequeños ceramistas eran instruidos para fabricar copas idénticas, siguiendo movimientos estandarizados y controlados por adultos.
Pero no todo era trabajo estructurado y repetitivo. Además de las copas producidas en masa, los arqueólogos encontraron pequeñas figurillas y miniaturas cerámicas, claramente diferentes de los utensilios usados en la vida cotidiana. Lo más sorprendente es que estas piezas parecen haber sido creadas exclusivamente por los niños, sin la intervención de adultos.
Mientras que la producción de copas seguía reglas estrictas, las miniaturas presentan una variedad y espontaneidad que sugiere que eran hechas en un contexto lúdico. Estos pequeños objetos podrían haber sido juguetes, amuletos o incluso elementos de un mundo simbólico infantil. Aunque no se sabe con certeza, estos hallazgos muestran que los niños de hace 4.500 años no solo eran trabajadores, sino que también tenían espacio para la creatividad y la experimentación.
Urbanización y cambios en la infancia: ¿una tendencia histórica repetida?
El caso de Hama nos invita a reflexionar sobre cómo la urbanización y la organización del trabajo han influido en la infancia a lo largo de la historia. Al comienzo de la Edad del Bronce, los ceramistas eran adolescentes y adultos jóvenes. Sin embargo, a medida que las ciudades crecieron y la demanda de cerámica aumentó, los niños comenzaron a ser introducidos en el proceso productivo a edades cada vez más tempranas.
Este mismo patrón se repitió siglos después en diversas sociedades preindustriales y alcanzó su punto máximo en la Revolución Industrial, cuando el trabajo infantil se convirtió en la base de muchas fábricas. El hallazgo en Hama sugiere que la explotación de niños en la producción en masa no es un fenómeno reciente, sino una estrategia económica recurrente en sociedades con procesos de urbanización acelerados.

El legado de unas huellas que atravesaron el tiempo
Las huellas dactilares de estos niños han atravesado 4.500 años para contarnos una historia de trabajo, aprendizaje y creatividad en el mundo antiguo. Este descubrimiento desafía la visión idealizada de la infancia premoderna y nos muestra que, incluso en las primeras sociedades urbanas, los niños no eran solo espectadores del mundo de los adultos, sino participantes activos en su economía y su cultura.
Los arqueólogos seguirán analizando más piezas para entender mejor cómo se organizaba esta producción y qué impacto tuvo en la vida de estos pequeños artesanos. Pero una cosa es segura: la historia de la infancia en el mundo antiguo todavía tiene muchas historias por contar, y algunas de ellas siguen impresas en la arcilla de las civilizaciones perdidas.
Referencias
- Sanders, A. (2024). Child and Clay: Fingerprints of a Dual Engagement at Hama, Syria. Childhood in the Past, 17(2), 139–148. DOI: 10.1080/17585716.2024.2380137
Cortesía de Muy Interesante
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