Un reciente hallazgo arqueológico en Jerusalén ha reabierto el debate sobre la ubicación exacta del jardín donde, según los Evangelios, Jesucristo vivió sus últimas horas antes de ser arrestado. El proyecto de excavación que, desde hace varios años, se lleva a cabo bajo la Basílica del Santo Sepulcro, ha revelado algunas evidencias que podrían corresponder con el huerto de Getsemaní, escenario crucial de la Pasión.
El corazón del descubrimiento: una excavación en el Santo Sepulcro
El equipo responsable de las excavaciones, bajo la dirección de la profesora Francesca Romana Stasolla, está integrado por miembros de la Università La Sapienza de Roma en colaboración con el Studium Biblicum Franciscanum y otras instituciones religiosas que custodian el Santo Sepulcro. Los trabajos de excavación se han concentrado en una zona hasta ahora inaccesible, situada a tres metros por debajo del pavimento actual del templo.
Es en este estrato donde los arqueólogos han encontrado restos de un antiguo jardín que podría datar del siglo I de nuestra era. Esta datación, de resultar correcta, lo situaría en el período exacto en que vivió Jesús. Entre los hallazgos realizados durante la excavación, figuran muros de contención que delimitaban terrazas agrícolas, sistemas de recolección de agua de lluvia, fragmentos de cerámica herodiana y sedimentos ricos en polen de plantas típicas del entorno mediterráneo.
El conjunto de evidencias sugiere que el área se utilizó como huerto durante la época del Segundo Templo. Estos datos coinciden con las referencias contenidas en los Evangelios, en especial en los relatos de Marcos, Mateo y Lucas, que describen cómo Jesús se retiró a orar en un jardín antes de ser arrestado.

Un contexto histórico y arqueológico complejo
Jerusalén es una ciudad que se estructura en diversas capas de ocupación. La superposición de estructuras a lo largo de más de dos mil años hace que cada excavación requiera una lectura minuciosa de las transformaciones urbanas. Así, la zona del Santo Sepulcro se utilizó como cantera en época herodiana y, más tarde, como espacio funerario, antes de que el emperador Constantino la monumentalizara en el siglo IV. De hecho, fue Constantino quien erigió allí la primera versión de la iglesia.
Este uso multifuncional del terreno complica la interpretación arqueológica, pero también ofrece una cronología valiosa. Las trazas de jardín encontradas por el equipo de La Sapienza se situarían cronológicamente entre la explotación como cantera y el uso funerario, lo que coincide, a decir de los arqueólogos, con los años de vida de Jesús de Nazaret.
Según Stasolla, “se trata de un descubrimiento que, por primera vez, conecta físicamente el relato evangélico con un contexto arqueológico concreto dentro del área del Santo Sepulcro”. Aunque el nombre Getsemaní se ha asociado tradicionalmente al Monte de los Olivos, la hipótesis de que el jardín de la Pasión se ubicara más cerca del Gólgota no es nueva. Ahora, parece ganar consistencia a la luz de estos datos empíricos.

El jardín en los relatos evangélicos
El huerto de Getsemaní constituye uno de los lugares con mayor carga simbólica de la narrativa cristiana. Según los Evangelios, Jesús, sabiendo que iba a ser traicionado, se retiró en este huerto a orar en la noche previa a su crucifixión. Los textos al respecto resaltan la angustia espiritual de Jesús y su sumisión a la voluntad divina, elementos centrales de la teología cristiana.
El Evangelio de Mateo (26:36-46) relata que Jesús pidió a sus discípulos que velaran con él mientras él oraba: “Mi alma está muy triste hasta la muerte; quedaos aquí y velad conmigo”. Poco después, los soldados romanos guiados por Judas Iscariote lo arrestaron. Identificar desde el punto de vista arqueológico este jardín implicaría acercarse materialmente a uno de los eventos fundacionales de la historia del cristianismo.
Evidencias botánicas y análisis del terreno
Uno de los aspectos más innovadores del hallazgo se encuentra en el estudio de los sedimentos y los restos orgánicos en el terreno excavado. El análisis palinológico —el estudio del polen conservado en capas arqueológicas— ha revelado la presencia de especies vegetales como olivos, higueras y granados, compatibles con la agricultura de subsistencia de la región en la época del Segundo Templo.
La posibilidad de reconstruir la flora de este entorno urbano del siglo I aporta una dimensión ecológica al relato bíblico. Revela, además, un paisaje más diverso y antropizado de lo que se suponía. Estas terrazas ajardinadas, integradas en una topografía irregular, habrían ofrecido no solo un espacio de cultivo, sino también de recogimiento.

Recepción de la noticia y cautela en la comunidad científica
A pesar del entusiasmo mediático, muchos especialistas han advertido que conviene ser cautelosos. Como afirma el arqueólogo israelí Dan Bahat, exjefe de excavaciones del Distrito de Jerusalén, “hay que evitar la tentación de identificar cada hallazgo con un personaje o un evento bíblico sin una base sólida”.
Aunque los datos topográficos y cronológicos del hallazgo encajen de manera notable con la narrativa de la Pasión, desde un punto de vista histórico se recomienda prudencia. No podemos saber con certeza si este fue “el” jardín del relato bíblico. Lo que sí se puede afirmar es que el espacio analizado responde a una zona ajardinada en uso en la época de Jesús. Este hecho resulta, de por sí, significativo.
Implicaciones para la fe y el patrimonio
Más allá de su valor científico, cuya validación histórica puede ponerse en discusión, este descubrimiento posee una dimensión espiritual de gran calado. Para los millones de peregrinos que visitan Jerusalén cada año, el hecho de poder situarse en un espacio que pudo haber presenciado los últimos momentos de Cristo añade una carga emocional única.
Desde la perspectiva del patrimonio, el hallazgo abre también nuevas posibilidades museográficas y didácticas. Las autoridades religiosas han mostrado interés por conservar y exhibir los restos de este jardín como parte de un recorrido subterráneo en el Santo Sepulcro.

Jardines de hace 2000 años
El hallazgo de un jardín del siglo I bajo el Santo Sepulcro podría representar un punto de inflexión en la arqueología del cristianismo primitivo. Aunque aún no puede afirmarse con certeza absoluta que se trate del huerto de Getsemaní, los indicios reunidos por el equipo de La Sapienza respaldan la existencia de un entorno agrícola en la zona.
Este descubrimiento invita a reconsiderar la configuración urbana de Jerusalén en tiempos de Jesús. Al mismo tiempo, proporciona un vínculo físico y emocional con uno de los episodios más dramáticos del Evangelio. Como tantas veces en la historia de la arqueología, la tierra de Jerusalén vuelve a hablar, y lo hace con ecos profundos de espiritualidad, historia y memoria.
Referencias
Cortesía de Muy Interesante
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