As Neves, el pueblo gallego que saca en procesión ataúdes con personas vivas

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“Cuando vas en el ataúd, lo primero que piensas es en que podrías realmente estar muerto, en que yo, en tres meses, podría haber estado así”.

Jorge Cotiño vivió para contarlo.

Víctima del abuso del alcohol, el deterioro extremo de su estado de salud lo llevó al hospital. “Tenía el hígado reventado, y pesaba 32 kilos, cuando mido 1,83 (metros)”, cuenta a BBC Mundo este vecino de As Neves, en Galicia, en el noroeste de España.

Jorge vio la muerte muy cerca. Entonces hizo una promesa: si lograba salir del hospital, saldría en la procesión de Santa Marta de Ribarteme, que muchos conocen como la “romería de los cadaleitos (ataúdes)”.

En esta ancestral y curiosa tradición religiosa, que se celebra cada 29 de julio en el pequeño municipio de As Neves, una población en el sur de la provincia gallega de Pontevedra, se saca en procesión féretros con hombres y mujeres vivos dentro de ellos.

Son los “ofrecidos”, personas que han estado al borde de la muerte o que han tenido a allegados en esa situación, y que se ofrecen a la santa para agradecerle su intervención.

Marta de Betania, Santa Marta según la tradición bíblica, fue hermana de Lázaro, e intervino ante Jesucristo para que lo devolviera a la vida cuatro días después de fallecido.

La devoción a la santa está muy arraigada en la localidad, donde consideran que es la intercesora ideal para suplicar en los momentos críticos de la vida, cuando solo la fe sostiene la esperanza.

“No sé si fueron los médicos o fue ella (la santa), pero desde que participé no he vuelto a probar el alcohol”, asegura Cotiño.

De aquello han pasado ya dos años.

Jorge se encarga ahora de organizar la romería, que tiene un origen medieval y de la hay constancia escrita desde al menos el año 1700. En las últimas décadas solo se suspendió tres veranos durante la pandemia.

“Es una de las peregrinaciones más importantes de Galicia”, explica a BBC Mundo el alcalde de As Neves, José Manuel Alfonso.

Personas llevan a hombros féretros durante la procesión de Santa Marta de Ribarteme en 2019.

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Fiesta religiosa y pagana

Cada año, unas 5.000 personas, muchas de ellas vecinos del pueblo pero también otras venidas de otros rincones de Galicia o incluso del extranjero, acuden a esta peregrinación que, como muchos otros festejos en España, combina lo religioso con lo pagano.

Este año, por ejemplo, la fiesta, declarada de Interés Turístico autonómico hace tres años, comienza el domingo 27 de julio con un partido de fútbol y una “churrascada” (una barbacoa de churrasco), y continúa hasta el 30 con verbenas cada noche y atracciones para los niños.

Es común ir a comer a los prados, y degustar el delicioso “polbo à feira”, el pulpo con patatas y pimentón tradicional en Galicia.

“Mucha gente viene por curiosidad, para conocer esta fiesta que les parece tan rara”, explica Alfonso.

El alcalde asegura que en As Neves se sienten “muy orgullosos” de que venga gente de fuera a la romería. En el pueblo la fiesta se vive “con un sentimiento muy fuerte porque es nuestra santa, nuestra procesión, es algo que se lleva muy dentro, muy identitario, algo que vemos desde niños”.

Personas llevan a hombros un féretro que pasa por delante de una atracción de feria de Bob Esponja.

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El día grande es el 29 de julio, día de Santa Marta. La jornada comienza con una misa en la parroquia de San José de Ribarteme, donde reside la talla de la santa, aunque el servicio religioso se lleva a cabo habitualmente en una carpa instalada en el costado de la iglesia para poder albergar a un mayor número de personas.

Allí se encuentran expuestos los féretros que esperan pacientemente a los “ofrecidos”, con sus blancos interiores de raso.

Los ataúdes pertenecen a la iglesia y se guardan en la Casa de la Santa, un edificio anexo, según explica Cotiño.

Los devotos que saldrán en la procesión los “alquilan”, ofreciendo un donativo a la iglesia, o bien traen el suyo propio.

Hay gente, explica el alcalde, que paga incluso a chavales del pueblo para que lo porten a hombros durante la procesión. A la mayoría, sin embargo, son amigos, familiares o vecinos los que les ayudan a cumplir la promesa a la santa.

Los “ofrecidos”

Jorge Cotiño, de hecho, había salido muchas veces portando ataúdes de allegados. Llevó dos veces a su tío, cuenta, y es un resulta un gran esfuerzo.

“La procesión dura dos horas, va muy despacio y hay que hacer muchos cambios”, explica. Si sale un día soleado, que en Galicia no siempre está garantizado, el calor de julio también hace estragos.

Algunos “ofrecidos” hacen la promesa de ir en un ataúd cerrado, acercando aún más la experiencia del sueño eterno al peregrino. Otros acompañan la talla de la santa de rodillas, apoyándose en palos o en familiares, y protegiéndose del roce con rodilleras o artefactos improvisados.

“Este año, por ejemplo, va a salir una persona de rodillas debajo de un ataúd vacío”, cuenta Cotiño, quien organiza el festejo. Otro “ofrecido” viene desde Londres. “El año pasado ya lo intentó pero llegó tarde, así que estará aquí este año”.

La procesión está encabezada por la talla de Santa Marta, que va portada a hombros por costaleros, y seguida por los “ofrecidos” y el resto de peregrinos, que escoltan en silencio a la santa sosteniendo cirios. Una banda de música va marcando el paso.

Una mujer es llevada en un ataúd por varios hombres en 2015.

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Los “romeros cantores”, que los “ofrecidos” mandan como mensajeros de sus ruegos, acompañan la procesión entonando plegarias para que la santa intervenga en su favor.

“Virxen Santa Marta, reina de la gloria, todo el que se ofrece, sale con victoria”; Virxen Santa Marta, estrela do norte, que lle deu a vida ó que estivo á morte” (“Virgen Santa Marta, reina de la gloria, todo el que se ofrece, sale victorioso”; Virgen Santa Marta, estrella del norte, que diste vida a quien estaba a punto de morir”).

Estos cantores, cuya tradición se remonta siglos atrás, van en formaciones de tríos, compuestos por dos mujeres y un hombre que van agarrados del brazo y cantando en estilo “alalá”, una de las formas más primitivas del folclore gallego.

Sus cantos constituyen un auténtico repertorio literario de carácter juglaresco, según la Asociación de Patronos de la Romería de Santa Marta de Ribarteme.

Personas llevan a hombros ataúdes abiertos frente a la ilglesia de San José de Ribarteme.

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Ofrendas

Antiguamente, cuenta José Manuel Alfonso, la virgen iba custodiada por agentes de la Guardia Civil porque los devotos hacían donativos en metálico, billetes, que colgaban de una cintas que portaba la santa.

“Quizás llevaba hasta dos millones de pesetas (alrededor de US$150.000 de hoy)”, recuerda el alcalde.

Estas ofrendas tan públicas dejaron de hacerse a finales de los años 80, y ahora la gente introduce estos donativos en una caja. También ofrecen exvotos en forma de muñecos de cera, o regalan animales -corderos, gallinas, incluso terneros o potros- que esa misma tarde se subastan en beneficio de la iglesia, explica Alfonso.

La experiencia no deja indiferente, ni a los visitantes ni a los devotos de la santa.

Jorge Cotiño aún no ha olvidado la sensación de cumplir con la promesa, la cercanía de la muerte, la impresión de introducirse en la que para muchos es la última morada en esta Tierra.

“Cuando sales estás impresionado, es una sensación irreal, muy difícil de explicar”.

Una mujer es llevada en un ataúd abierto en la romería.

Fuente de la imagen, MIGUEL RIOPA/AFP via Getty Images

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Cortesía de BBC Noticias



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