Así empezó todo: esta diminuta planta fósil de 407 millones de años revela cómo se convirtieron en árboles colosales

Durante más de un siglo, Horneophyton lignieri fue un fósil discreto, relegado al margen de los grandes relatos evolutivos. Encontrado en los yacimientos del Rhynie Chert, en Escocia, este vegetal prehistórico no impresionaba por su tamaño —apenas alcanzaba los 20 centímetros de altura— ni por su aspecto: sin hojas, sin raíces, sin flores. Y sin embargo, un nuevo estudio publicado en New Phytologist lo ha puesto en el centro del debate sobre cómo las plantas pasaron de ser musgos rastreros a convertirse en los gigantes verdes que hoy forman los bosques del planeta.

El equipo liderado por el paleobotánico Paul Kenrick ha utilizado una tecnología de imagen de última generación para mirar dentro del fósil como nunca antes. Lo que han visto cambia por completo la idea que teníamos sobre el origen del sistema vascular de las plantas, esa red de transporte interna que les permite subir agua desde el suelo hasta las hojas y distribuir los azúcares que producen con la luz del sol.

Y lo más sorprendente: Horneophyton no tenía ni xilema ni floema, los dos tejidos que forman la espina dorsal de cualquier planta moderna. En su lugar, contaba con un sistema más primitivo y, a la vez, ingenioso: células de transferencia que se encargaban de mover tanto agua como nutrientes al mismo tiempo.

Durante décadas, los científicos asumieron que Horneophyton lignieri tenía una versión simple del sistema vascular moderno, con un núcleo de xilema rodeado de floema. Así se explicaba que, pese a su simplicidad estructural, pudiera crecer algo más que sus contemporáneas sin tejido vascular. Pero al analizar el fósil con microscopía confocal láser y modelado 3D, los investigadores descubrieron que la verdad era otra.

Lo que antes se había interpretado como traza de traqueidas —las células que transportan el agua en el xilema— eran en realidad estructuras más parecidas a las de las células de transferencia. Estas células presentan una especie de laberinto interior, con invaginaciones en sus paredes que aumentan la superficie de intercambio, permitiendo el paso eficiente de sustancias entre células adyacentes. Un sistema ideal para transportar tanto azúcares como agua… pero solo en plantas pequeñas.

Este hallazgo tiene implicaciones profundas. Sugiere que, evolutivamente, las plantas resolvieron primero el problema de mover nutrientes como los azúcares, esenciales para su metabolismo, antes de desarrollar un sistema eficiente de transporte de agua. Es decir, el floema habría surgido antes que el xilema. Un orden opuesto al que se había asumido hasta ahora.

La planta fósil Horneophyton lignieri presenta estructuras celulares que podrían representar una etapa temprana en la evolución del xilema y el floema
La planta fósil Horneophyton lignieri presenta estructuras celulares que podrían representar una etapa temprana en la evolución del xilema y el floema. Fuente: Paul Kenrick

Un fósil en un mundo de gigantes

Horneophyton vivía hace unos 407 millones de años en un entorno muy especial: un humedal geotérmico hoy fosilizado como el famoso yacimiento del Rhynie Chert. Allí compartía espacio con otras plantas primitivas, algunas de las cuales ya habían dado el salto a sistemas vasculares más complejos. Una de ellas, Asteroxylon, contaba con un xilema y floema separados, lo que le permitía alcanzar alturas mayores y abrir el camino hacia los árboles que poblarían la Tierra millones de años después.

En este contexto, Horneophyton representa un experimento evolutivo que no prosperó, pero cuya importancia es enorme. Es el eslabón perdido entre las primeras plantas terrestres, como los eófitos —pequeños vegetales de apenas unos milímetros— y las grandes plantas vasculares que dominaron el planeta. Su diseño mixto, eficiente pero limitado, muestra cómo la evolución tanteó soluciones distintas antes de dar con la fórmula que permitiría la expansión de los bosques.

Las plantas también tienen “circulación”

Hablar de un sistema vascular en plantas puede sonar extraño. Pero, en esencia, es su sistema de circulación. El xilema funciona como una red de tubos que transporta agua y minerales desde las raíces hasta las hojas, mientras el floema distribuye los azúcares producidos por la fotosíntesis. En las plantas modernas, esta separación de tareas permite un transporte más eficiente, esencial para sostener grandes estructuras.

El descubrimiento de que Horneophyton no separaba estas funciones, sino que las combinaba en un solo tipo de célula, revela un paso evolutivo clave. Esa combinación, aunque ingeniosa, tenía un límite físico: solo podía funcionar en plantas de tamaño pequeño. El crecimiento vertical, necesario para alcanzar la luz solar y competir por espacio, solo fue posible cuando surgió la división clara entre xilema y floema.

Un análisis detallado de Horneophyton
Un análisis detallado de Horneophyton mostró que su sistema de transporte interno estaba compuesto por células de transferencia, fácilmente reconocibles por las invaginaciones en sus paredes celulares. Crédito: The Trustees of the Natural History Museum

La ciencia da una segunda mirada

Este no es solo un estudio sobre un fósil antiguo. Es también una lección sobre cómo la ciencia cambia cuando se aplican nuevas herramientas a viejos objetos. Durante más de un siglo, los científicos observaron Horneophyton con los ojos del pasado, encajándolo en esquemas evolutivos preconcebidos. Pero el uso de tecnologías modernas, como la microscopía láser y la reconstrucción tridimensional, ha permitido ver más allá de las limitaciones del siglo XX.

Y lo que han visto es un sistema de transporte celular completamente distinto a cualquier otro conocido en las plantas actuales. No es simplemente una versión primitiva del vascular moderno. Es otra cosa. Algo intermedio, híbrido, tal vez incluso transitorio.

El valor de Horneophyton no reside solo en lo que era, sino en lo que representa. No tiene descendientes directos. Su diseño fue una rama evolutiva que no prosperó. Pero esa rama nos muestra cómo la vida explora caminos. Algunos conducen a callejones sin salida, otros a árboles que tocan el cielo.

Lo que está claro es que la historia de las plantas no es lineal. No hay una única progresión ordenada desde las algas hasta los pinos. Hay zigzags, retrocesos, atajos inesperados. Y ahora, gracias a un fósil de apenas 20 centímetros que vivió hace más de 400 millones de años, podemos ver ese mapa con nuevos ojos.

Referencias

  • Kenrick, P. and Long, E.J. (2025), Transfer cells in Horneophyton lignieri illuminate the origin of vascular tissues in land plants. New Phytol. DOI: 10.1111/nph.70850

Cortesía de Muy Interesante



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