Cada invierno, el virus de la gripe vuelve a circular y a recordarnos que, pese a vacunas y tratamientos, sigue siendo un visitante persistente. Sabemos mucho sobre sus síntomas y sobre cómo se propaga entre personas, pero el primer paso de la infección —cuando el virus entra en una célula— ha sido, hasta ahora, casi invisible. Ese momento clave ocurría fuera del alcance de nuestros ojos.
Un estudio reciente publicado en PNAS cambia ese panorama. Un equipo internacional desarrolló una herramienta capaz de seguir a un virus de la gripe en una célula viva, segundo a segundo y con un nivel de detalle nunca antes logrado. No es una una reconstrucción digital, es observación directa, en tiempo real. Por primera vez, el proceso deja de ser una suposición.
El avance no está en descubrir un virus nuevo, sino en mirar de otra manera uno que conocemos bien. Al combinar dos tecnologías de microscopía y reducir al mínimo la “interferencia” del instrumento, los investigadores lograron algo que parecía imposible: observar cómo la célula y el virus interactúan físicamente durante la entrada. La escena microscópica se vuelve, por fin, visible.

El problema de ver lo diminuto
El virus de la gripe mide alrededor de 90 nanómetros, unas mil veces más pequeño que el grosor de un cabello humano. Además, se mueve sobre una membrana celular que es todavía más delgada. Captar ese movimiento no es solo una cuestión de aumento, sino de precisión extrema. No basta con acercarse: hay que no tocar demasiado.
Las técnicas habituales de microscopía óptica no pueden seguir con claridad ese desplazamiento lateral del virus.
Por otro lado, la microscopía de fuerza atómica, que “palpa” las superficies, suele ejercer demasiada presión y puede alterar justo aquello que se quiere observar. El instrumento puede cambiar el fenómeno que intenta medir.
El desafío era doble, tanto ver algo muy pequeño, como hacerlo sin perturbarlo. El equipo resolvió el problema rediseñando una pieza clave del sistema, una especie de aguja microscópica más flexible que las habituales. Menos rigidez significó más fidelidad a la realidad.
Una nueva forma de mirar células vivas
La solución fue combinar dos mundos. Por un lado, una microscopía capaz de detectar la forma física de la célula y del virus; por otro, una técnica que permite seguir señales fluorescentes dentro de células vivas. Juntas, ofrecen información complementaria. Forma y señal se observan al mismo tiempo.
El nuevo sistema, llamado ViViD-AFM, permite ver al virus como una pequeña protuberancia sobre la membrana y, al mismo tiempo, detectar proteínas clave marcadas con fluorescencia. Así, se puede saber no solo dónde está el virus, sino qué está haciendo la célula en ese punto exacto. La imagen deja de ser plana y aislada.
Gracias a este enfoque, los investigadores siguieron virus individuales durante varios minutos sin interferir en su comportamiento. Incluso lograron rastrear partículas sin marcarlas con colorantes, algo poco común en este tipo de estudios. El movimiento observado es el movimiento real.

El paseo del virus por la superficie celular
Lejos de quedarse quieto, el virus de la gripe se desliza por la superficie de la célula. Lo hace buscando zonas ricas en ciertas moléculas, llamadas ácidos siálicos, que actúan como puntos de anclaje. El virus explora antes de entrar. Ese desplazamiento no es uniforme. A veces el virus avanza rápido y otras veces se frena, como si el terreno cambiara bajo sus pies. Los científicos interpretan esto como una señal de que la membrana no es homogénea: hay regiones con más receptores que otras. La superficie celular no es lisa ni igual.
El estudio también mostró que este movimiento depende de proteínas del propio virus y del tipo de gripe. Al bloquear la neuraminidasa, una proteína viral, el virus se mueve más lentamente; al reducir los receptores de la célula, se mueve más rápido. El equilibrio entre ambos define el ritmo.
El instante en que la célula decide dejarlo entrar
En algún punto, el virus deja de desplazarse libremente. Los investigadores observaron que este cambio coincide con la aparición de clatrina, una proteína que la célula usa para formar vesículas. Es la señal de que la entrada está en marcha; la movilidad del virus cae de golpe.
A partir de ese momento, la célula comienza a deformar su membrana alrededor del virus. Se forma una especie de abultamiento, impulsado por filamentos de actina, que va envolviendo lentamente la partícula viral. La célula participa activamente en la entrada.
Este abultamiento es más grande cuando hay un virus que cuando la célula realiza el mismo proceso sin él. Eso indica que el virus no es un pasajero pasivo, sino un elemento que exige un esfuerzo mecánico adicional.

Por qué este hallazgo importa
Ver este proceso en directo permite confirmar ideas que antes solo se inferían a partir de imágenes fijas. Ahora se puede seguir la secuencia completa: movimiento, frenado, envoltura y entrada.
Esta tecnología también abre la puerta a probar medicamentos de forma más directa. En lugar de medir solo si un fármaco reduce la infección, se puede observar cómo cambia el comportamiento del virus en la membrana. El efecto del tratamiento se vuelve visible.
Más allá de la gripe, el método podría aplicarse a otros virus, a vesículas celulares o incluso a nanopartículas usadas para transportar fármacos. Comprender cómo entran en las células es clave para mejorar terapias.
Referencias
- Yoshida, A., Uekusa, Y., Suzuki, T., Bauer, M., Sakai, N., & Yamauchi, Y. (2025). Enhanced visualization of influenza A virus entry into living cells using virus-view atomic force microscopy. Proceedings of the National Academy of Sciences, 122(38), e2500660122. doi: 10.1073/pnas.2500660122
Cortesía de Muy Interesante
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