Así era el suntuoso palacio de Diocleciano en Split, una mansión a medida del emperador

En la costa de la actual Croacia, en pleno corazón de la ciudad de Split, se alza una de las residencias imperiales más excepcionales del mundo romano tardío: el palacio de Diocleciano. Esta colosal construcción rebasó la función del simple retiro para un emperador ya anciano. Se convirtió en una declaración visual de poder, que combinaba innovación arquitectónica y sofisticación cultural en un contexto geopolítico marcado por la rivalidad entre Roma y Persia.

Un retiro imperial en su tierra natal

Nacido en Dalmacia, Diocleciano eligió un paraje costero cercano a la ciudad romana de Salona —entonces capital de la provincia— para levantar su villa palaciega alrededor del año 300 d. C. El lugar reunía las condiciones ideales. Además de la proximidad a su tierra natal, contaba con un puerto natural y manantiales termales. Sin embargo, tal elección no respondió únicamente a factores sentimentales o ligados a la comodidad. Este emplazamiento estratégico, alejado de las conflictivas fronteras imperiales, también le ofrecía seguridad y prestigio.

Peristilo del palacio de Diocleciano. Fuente: Dennis G. Jarvis/Wikimedia

Un diseño sin precedentes

El palacio de Diocleciano combina de forma magistral los lenguajes de la arquitectura militar y palatina. Su planta rectangular, de unos 215 metros por 175 metros, estaba rodeada por murallas reforzadas con torres en los flancos norte, este y oeste. En cambio, la fachada sur, abierta al mar, presentaba una galería de arcos que ponía en relieve su carácter residencial.

Los materiales usados también reflejan la ambición del proyecto. La mansión emplea piedra caliza de Brač, mármoles importados, columnas de granito egipcio y esfinges provenientes de Asuán. El uso de estos elementos exóticos acentuaba el carácter imperial y lujoso del conjunto.

Estructura funcional y simbólica

El palacio estaba dividido por dos vías principales (el cardo y el decumano), que delimitaban cuatro sectores. El sector norte albergaba las dependencias utilitarias para las tropas, los sirvientes y los almacenes, mientras que la mitad sur concentraba los espacios sagrados y la residencia imperial. En el centro de esta mitad, se hallaba el monumental peristilo, una plaza porticada que articulaba el acceso al mausoleo del emperador, los templos y la zona residencial.

El mausoleo, de planta octogonal, estaba decorado con columnas de granito rojo y estatuas emplazadas en nichos. Junto a él, se hallaba el templo de Júpiter, dispuesto como contrapunto simbólico. Esta disposición, además de facilitar los rituales del culto imperial, también reforzaba la conexión entre la figura del emperador y la divinidad.

palacio de Diocleciano
Reconstrucción del palacio de Diocleciano. Fuente: Ernest Hébrard/Wikimedia

¿Palacio o fortaleza?

Desde el siglo XVII, el palacio de Split se ha analizado de forma repetida por su peculiar fusión de arquitectura castrense y residencial. La monumentalidad de la construcción y la disposición axial del palacio evocan claramente los campamentos militares romanos: la simetría ortogonal, la presencia de torres, los propugnaculi o rampas junto a las puertas y los espacios de circulación bien definidos.

Sin embargo, no hay evidencia de que el palacio tuviera una función defensiva real. Su localización, en un terreno bajo y alejado de las fronteras bélicas, revela que su carácter fortificado era más simbólico que práctico. Las torres rectangulares, por ejemplo, ya no eran eficaces para hacer frente a las técnicas defensivas de la época, lo cual refuerza la idea de que la fortificación operó como un ejemplo visual de su autoridad.

palacio de Diocleciano
Plano del palacio de Diocleciano. Fuente: Wikimedia

Una respuesta arquitectónica a los persas

En el contexto de las guerras romano-sasánidas del siglo III d.C., el diseño del palacio puede entenderse también como una respuesta propagandística al modelo arquitectónico persa. La fortificación del palacio de Split guarda notables semejanzas con los complejos palaciegos sasánidas, como el de Qalʿa-ye Doḵtar o el de Ctesifonte.

Ambos modelos privilegian un eje central con un conjunto de estancias jerarquizadas y un salón del trono de planta cuadrada cubierto por una cúpula. En el caso del palacio de Split, esta disposición se materializa en la secuencia peristilo–protirón–sala del trono, que culmina en el sector más privado de la residencia. Por otro lado, la sala del trono de Diocleciano, una estructura abovedada construida con ladrillos dispuestos en espina de pez, es uno de los primeros ejemplos de esta técnica oriental en el mundo romano.

Recreación ficticia de un palacio romano
Recreación fantasiosa. Fuente: Midjourney/Erica Couto

Más allá de la nostalgia militar

Tradicionalmente, se ha atribuido el diseño militarizado del palacio a una supuesta “nostalgia castrense” de Diocleciano, puesto que el emperador había ejercido de general. Esta interpretación, sin embargo, se ha matizada por los paralelos del palacio con las residencias de otros tetrarcas, como Galerio en Gamzigrad o el complejo inacabado de Šarkamen. Todos ellos comparten un lenguaje arquitectónico que combina monumentalidad, aislamiento, simetría y elementos orientales.

Además, la construcción de estos palacios coincide cronológicamente con la victoria romana sobre los persas y la firma del tratado de Nisibis en 299 d. C. Este giro en la fortuna imperial habría incentivado la apropiación cultural del modelo persa hasta el punto de transformarlo en un símbolo del dominio romano.

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El peristilo, grabado de Robert Adam. Fuente: Wikimedia

¿Arquitectura como propaganda?

Diocleciano, Galerio y otros tetrarcas habían estado en tierras persas y conocían el estilo de los palacios orientales. El uso de elementos arquitectónicos propios del enemigo vencido se convertía, así, en una forma de botín cultural, útil tanto para reforzar la propaganda interna como para enviar un mensaje a embajadores y visitantes extranjeros. Estos complejos, por tanto, servían como escenarios escenográficos de poder con valía a nivel internacional.

Este fenómeno, además, no se limitó a la arquitectura. En la iconografía imperial también se adoptaron motivos persas, como el duelo ecuestre entre el emperador y su rival, visible por primera vez en el Arco de Galerio en Tesalónica. Esta imagen, habitual en el arte sasánida, se resignificó en el contexto romano para simbolizar la supremacía recuperada.

Un palacio vivo hasta hoy

Tras la caída del Imperio romano, el palacio de Diocleciano no llegó a abandonarse. En el siglo VII, lo ocuparon los refugiados de la cercana Salona, quienes transformaron sus estancias en viviendas, iglesias y talleres. Este proceso de urbanización dio lugar al núcleo histórico de Split, aún reconocible por la trama romana que lo vertebra. Hoy en día, caminar por Split significa recorrer una ciudad nacida dentro de un palacio que resume la complejidad de su tiempo.

Referencias

  • Chen, Anne Hunnell. 2016. “Rival Powers, Rival Images: Diocletian’s Palace at Split in Light of Sasanian Palace Design”, en D. Slootjes y M. Peachin (eds.), Rome and the Worlds Beyond its Frontiers, pp. 213-242. Leiden: Brill.
  • Schrunk, Ivančica y Manuela Studer-Karlen. 2021. “Spalatum (Split, Spalato): Diocletian’s Palace”. The Encyclopedia of Ancient History. DOI: https://doi.org/10.1002/9781444338386.wbeah16139.pub2

Cortesía de Muy Interesante



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