Hyperion, además de ser el nombre de una de las lunas de Saturno y una famosa novela del escritor de ciencia-ficción Dan Simmons, también denomina una competición que premia al mejor proyecto de diseño de una nave espacial capaz de realizar viajes interestelares. El galardón de la edición de 2025 de este peculiar torneo (Hyperion Design Competition) se ha otorgado a Chrysalis, una nave generacional conceptual que sería capaz de transportar hasta 2.400 personas en un viaje de una sola dirección hacia el sistema estelar más cercano, Alpha Centauri. El diseño representa un ejercicio de imaginación a escala épica que nos lleva más allá de lo conocido, hacia un futuro en el que la supervivencia humana podría depender de nuestra capacidad para colonizar el espacio más allá del sistema solar.
Un viaje que duraría siglos
Chrysalis es fruto del trabajo de un equipo multiciplinar integrado por Giacomo Infelise, Veronica Magli, Nevenka Martinello, Guido Sbrogio y Federica Chiara Serpe. El grupo ha calculado que el itinerario hacia Proxima Centauri b, un exoplaneta potencialmente habitable dentro del sistema Alpha Centauri, implicaría recorrer una distancia colosal de 25 billones de millas, equivalentes a 40 billones de kilómetros.
Los cálculos del equipo estiman que la duración del viaje sería de unos 400 años, una travesía en la que tendrían que participar varias generaciones humanas. Este planteamiento desafía nuestra comprensión convencional del viaje espacial y pone en el centro del debate el concepto de “nave generacional”, es decir, un entorno cerrado autosuficiente donde los habitantes nacerían, vivirían y morirían sin llegar a pisar jamás la Tierra ni ningún otro planeta.
Una estructura “matrioshka” que desafía los límites
El diseño de Chrysalis es de dimensiones colosales, con una longitud de 36 millas, es decir, unos 58 kilómetros. Se inspira en una estructura típica de las muñecas rusas, con capas concéntricas que rodearían un núcleo central. En la capa más interna, se ubicarían los espacios dedicados a la producción de alimentos, con instalaciones para plantas, hongos, microbios, insectos y ganado. Esta zona contaría también con ecosistemas como bosques tropicales y boreales para mantener la biodiversidad necesaria para la vida humana.
La segunda capa estaría reservada para los espacios comunales, como parques, escuelas, hospitales y bibliotecas, creados con el objetivo de sostener una vida sociocultural rica dentro de la nave. La tercera capa se destinaría a las habitaciones familiares, diseñadas con sistemas de calefacción y circulación de aire adecuados.
En la cuarta se concentrarían las instalaciones industriales, dedicadas al reciclaje, la producción farmacéutica y la manufactura estructural. Por último, la capa más externa serviría como depósito y almacén de recursos, materiales y equipo. En ella, operarían preferentemente los robots.
En el núcleo central, se ubicarían los transbordadores destinados al desembarco en Proxima b, así como los sistemas de comunicación de la nave. De este modo, se conseguiría que el corazón del proyecto concentrase tanto la movilidad futura al momento del arribo como el contacto con la Tierra y el espacio exterior.

Tecnología, vida social y gobernanza
Para simular la gravedad y garantizar el confort de los pasajeros, Chrysalis rotaría de forma constante, generando gravedad artificial mediante fuerza centrífuga. En cuanto a la energía, se prevé impulsar la nave con un núcleo de fusión nuclear basado en la combinación de helio‑3 y deuterio. Con todo, la tecnología para hacerlo aún no existe a nivel comercial.
La organización social del viaje, por su parte, resulta tan ambiciosa como su estructura física. Para asegurar un entorno estable, el equipo ha propuesto una población sostenida de unas 1.500 personas. Los nacimientos controlados permitirían mantener un equilibrio poblacional saludable. Esta cifra está por debajo de la capacidad máxima, estimada en 2.400 personas, con el fin de crear un margen de seguridad.
La gobernanza de Chrysalis se basaría en una sociocracia, es decir, un sistema en el que las decisiones se toman por acuerdo y colaboración en pequeños grupos. Este modelo de gestión se apoyaría en las inteligencias artificiales, encargadas de mantener la resiliencia social, garantizar la transferencia generacional del conocimiento y ofrecer una visión global del entorno habitacional. La combinación de decisiones humanas y supervisión tecnológica generaría, según los creadores del proyecto, un equilibrio que permitiría sostener la misión durante siglos.

Preparación en la Tierra
Antes del despegue, se plantea que las primeras generaciones a bordo vivan entre 70 y 80 años en aislamiento en la Antártida. Esta etapa de preparación tendría como objetivo evaluar la resiliencia psicológica de los futuros colonos en un contexto de confinamiento extremo, caracterizado por la ausencia de contacto con el resto de la humanidad. Se trataría de un ensayo a gran escala para comprobar la viabilidad del modelo propuesto.
Por otro lado, la construcción de la nave representaría un desafío sin precedentes. Se estima que la fabricación de Chrysalis podría durar entre 20 y 25 años, lo que añade un nuevo nivel de complejidad a la misión. Este periodo, aunque corto en comparación con los siglos de viaje previstos, exigiría una coordinación internacional sin precedentes, así como una cantidad de recursos económicos, tecnológicos y humanos de enorme magnitud.

El reconocimiento internacional de Chrysalis
El diseño de Chrysalis se alzó ganador del Proyecto Hyperion Design Competition, un concurso internacional que busca explorar ideas innovadoras para viajes interestelares. El jurado destacó su coherencia sistémica, su diseño modular detallado y la profundidad conceptual de la propuesta. Más allá del galardón, lo notable del proyecto es su ambición por pensar en cada detalle, desde la fabricación de la nave en el espacio hasta la planificación completa de la convivencia humana durante varias generaciones.
El planteamiento filosófico de Chrysalis resulta tan llamativo como su ingeniería. Aunque es un proyecto completamente hipotético, la propuesta representa un ejercicio intelectual de gran valor, ya que nos obliga a reflexionar sobre cómo podríamos mantener una civilización autosuficiente fuera de la Tierra, y qué sistemas sociales, tecnológicos y de gobierno necesitaríamos para que esa sociedad fuese viable durante varios siglos.

Reflexiones críticas y éticas
La idea de Chrysalis invita a pensar en los dilemas éticos que implica abandonar el planeta en un viaje sin retorno. ¿Qué tipo de personas aceptarían el reto de dejar atrás la Tierra para siempre? En una encuesta realizada en torno al proyecto, una parte importante del público afirmó que estaría dispuesta a embarcarse sin dudarlo, mientras que otros tantos lo rechazaron de manera tajante. Un sector intermedio se mostró indeciso y expresó sus dudas sobre las condiciones de vida, el ocio o incluso la posibilidad de aplicar tecnologías como el sueño criogénico.
Más allá de ser un ejercicio de diseño futurista, Chrysalis funciona como un símbolo de la capacidad humana para soñar con lo imposible, planificar a largo plazo y aspirar a trascender los límites actuales. Representa un manifiesto arquitectónico, social y ético que plantea cómo podríamos organizar una civilización autosuficiente en el espacio, preparada para sobrevivir durante generaciones enteras en un entorno aislado.
Referencias
Cortesía de Muy Interesante
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