Así es la primera historia contada por la humanidad: la escena tallada hace 11.000 años en Turquía que revela el origen del mito, el poder y la conexión ancestral con el cielo

Desde los primeros calendarios neolíticos hasta los horóscopos virales en TikTok, la astrología ha ejercido una atracción inquebrantable sobre la humanidad. En Historia de la astrología, la periodista Cristina Enríquez traza un recorrido fascinante por los vínculos milenarios entre los astros y las civilizaciones humanas. Un hilo invisible que va desde los grabados lunares en huesos prehistóricos hasta las complejas efemérides mesopotámicas. Pero mientras sus páginas nos invitan a mirar al cielo para entender cómo los antiguos leían el destino entre estrellas, un hallazgo en Turquía nos obliga a bajar la vista a la piedra: la historia comenzó antes de lo que pensábamos.

Un banco de piedra que narra el mito original

En 2022, en el sitio neolítico de Sayburç, al sur de Turquía, un equipo de arqueólogos descubrió una estructura comunal semienterrada que esconde algo inédito: un conjunto de relieves tallados hace 11.000 años que muestran lo que podría ser la primera escena narrativa coherente conocida. Lejos de ser meras figuras simbólicas, estos grabados parecen contar una historia: una proto-epopeya visual, condensada en piedra.

En el centro de una de las paredes —en realidad, el respaldo de un banco que se extendía a lo largo del edificio— aparece un hombre desnudo, en pie, flanqueado por dos leopardos. En otra escena contigua, otro hombre, agazapado, sostiene un objeto que podría ser una serpiente o un instrumento ritual, frente a un toro que embiste. Las imágenes, dispuestas en secuencia y compartiendo una iconografía común, revelan una intención narrativa inédita para esa época. Este descubrimiento ha sido detallado en una nota de prensa académica de la Universidad de Cambridge, con base en el estudio liderado por la arqueóloga Eylem Özdoğan y publicado en la revista Antiquity.

Hasta ahora, escenas con contenido narrativo claro eran propias del arte posterior al Neolítico, cuando la escritura comienza a formalizar los relatos. Lo hallado en Sayburç cambia ese paradigma. Esta narración visual —sexual, ritual y animal— no solo apunta a una simbología compleja, sino que nos habla de valores, mitos y miedos compartidos por una comunidad que ya comenzaba a pensarse a sí misma en términos culturales. No es una simple decoración: es memoria colectiva.

Una escultura tallada hace 11.000 años emerge entre los vestigios de una antigua construcción neolítica en Turquía
Una escultura tallada hace 11.000 años emerge entre los vestigios de una antigua construcción neolítica en Turquía. Foto: K. Akdemir

El origen del relato y la domesticación del cosmos

El contexto del hallazgo refuerza su trascendencia. Sayburç no era un asentamiento cualquiera. Se trata de una comunidad establecida en pleno proceso de transición entre la vida nómada y la sedentarización, a comienzos del Neolítico. Allí se construyeron edificaciones permanentes, se practicaba una incipiente agricultura y, ahora lo sabemos, también se moldeaban los primeros relatos visuales que daban sentido al mundo. El hecho de que los relieves se encuentren en una estructura comunal, con bancos orientados hacia los grabados, sugiere un espacio ceremonial o pedagógico, donde los miembros del grupo compartían relatos míticos, tal vez iniciáticos.

El uso de animales imponentes como el toro y el leopardo, y la sexualización explícita de las figuras humanas, aluden con claridad a temas como la fuerza, la fertilidad, la dominación y el peligro. Pero más allá del contenido simbólico, lo asombroso es su forma: una historia esculpida en secuencia. Hasta ahora, ejemplos anteriores de arte prehistórico, como las pinturas rupestres de Lascaux o las figuras de Altamira, mostraban escenas sueltas, no necesariamente relacionadas entre sí. Aquí, en cambio, parece haber una progresión temática. Estamos ante un relato.

Esta forma de organizar el mundo en imágenes encadenadas es clave para entender cómo surgieron los primeros sistemas de creencias. Los relatos míticos, como se analiza en estudios antropológicos desde Mircea Eliade hasta Claude Lévi-Strauss, son el esqueleto simbólico sobre el que se construye toda civilización. Y la astrología, que nacería poco después como forma de leer los signos del cielo, es hija directa de esta forma de pensamiento.

Ecos de un Zodíaco perdido

Aunque Sayburç no ofrece aún pruebas directas de prácticas astrológicas, el contexto cultural y geográfico es revelador. No muy lejos se encuentra Göbekli Tepe, considerado el templo más antiguo del mundo, cuyos pilares megalíticos también incluyen relieves animales y símbolos que algunos investigadores han relacionado con constelaciones y ciclos astronómicos. En este entorno, donde la observación del cielo comenzaba a ritualizarse y la vida humana se organizaba alrededor de la agricultura, el tiempo cósmico y el tiempo social empezaban a sincronizarse.

La domesticación del tiempo —medido por la luna, el sol y las estrellas— fue la base de la astrología primitiva. Lo que empezó con huesos tallados para seguir las fases lunares y círculos de piedra alineados con los solsticios, se convirtió, milenios después, en horóscopos personalizados y zodíacos grabados en templos egipcios. Pero todo empezó ahí, con comunidades como la de Sayburç, donde el toro y el leopardo no eran solo animales: eran símbolos, actores del primer relato humano.

Este tipo de hallazgos nos recuerda que las ideas no siempre nacen cuando empiezan a escribirse. Muchas veces, el mito precede a la palabra. Y en la piedra queda fijado lo que una comunidad quiso recordar más allá de su tiempo.

El relieve descubierto en Sayburç
El relieve descubierto en Sayburç. Foto: B. Köşker

Un relato entre bancos y estrellas

La escena de Sayburç no debe entenderse solo como arte. Es también una evidencia de que los humanos ya construían relatos para entender el mundo antes de tener escritura, antes incluso de las grandes ciudades o los imperios. Y esas narraciones estaban cargadas de sentido cósmico, espiritual y social. Probablemente, como indica la propia investigadora Eylem Özdoğan, estas imágenes eran formas de enseñar, de transmitir ideología, de fijar normas y valores en la memoria colectiva.

La misma lógica puede rastrearse en las primeras formas de astrología, que no eran tanto herramientas de predicción individual como sistemas de interpretación colectiva. Los astrólogos babilonios, por ejemplo, no hacían horóscopos personales: analizaban presagios para el rey y su reino. Era una astrología política, ritual, simbólica. Muy cercana, en su intención, a los mitos visuales de Sayburç.

Historia de la astrología, de Cristina Enríquez

La fascinación por el firmamento es tan antigua como el pensamiento humano. En Historia de la astrología, la periodista Cristina Enríquez, redactora jefe de Muy Interesante y Muy Historia, nos propone un viaje fascinante que no solo reconstruye la evolución de la astrología como sistema de creencias, sino que explora su papel como reflejo de la historia cultural de la humanidad. Publicado bajo el sello Hestia, el libro combina el rigor histórico con una narrativa amena, accesible y sugerente, pensada para todos aquellos que deseen entender cómo y por qué los seres humanos han buscado respuestas en el cielo durante milenios.

Desde los registros astronómicos de las civilizaciones mesopotámicas hasta los templos egipcios orientados con precisión milimétrica a los solsticios, Enríquez repasa las múltiples formas en que las sociedades han interpretado los movimientos celestes. Uno de los mayores aciertos del libro es su capacidad para conectar hechos históricos concretos con episodios culturales y personajes emblemáticos: desde el uso político de la astrología por parte de emperadores como Augusto, hasta las visiones apocalípticas de Nostradamus en la corte de Catalina de Médici o el empleo secreto de asesores astrales en el siglo XX, con figuras como Ronald Reagan o Adolf Hitler.

Pero Historia de la astrología no se limita a ser una sucesión cronológica. La autora estructura su obra con una mirada que abarca ciencia, religión, arte y poder. Dedica capítulos enteros a desentrañar la relación entre astrología y astronomía, la simbología de los planetas en las distintas culturas, la construcción del zodiaco, y el nacimiento del horóscopo moderno como producto editorial, primero en la prensa escrita y más tarde en el ecosistema digital.

A diferencia de muchas obras que abordan la astrología desde una postura puramente escéptica o esotérica, Enríquez mantiene una perspectiva equilibrada. No pretende validar científicamente la astrología ni ridiculizarla: su objetivo es explicar por qué, más allá de su validez empírica, esta ha sido —y sigue siendo— un sistema profundamente influyente en la vida humana. En tiempos de la IA, algoritmos y física cuántica, el atractivo de los signos del zodiaco no ha menguado, sino que ha encontrado nuevos canales de expresión.

En este libro, Enríquez logra mantener la tensión narrativa sin sacrificar profundidad, y maneja con destreza un corpus bibliográfico amplio y bien documentado, desde tratados antiguos hasta investigaciones arqueoastronómicas recientes.

Historia de la astrología es, en definitiva, una obra esencial para entender no solo cómo nació la astrología, sino por qué muchas personas siguen necesitándola. Porque detrás del deseo de conocer nuestro futuro, está la eterna inquietud humana de encontrar sentido a nuestra existencia. Una inquietud que, como demuestran los hallazgos en Sayburç, empezó mucho antes de que escribiéramos la primera palabra.

Libro Historia de la astrología

Referencias

  • Eylem Özdoğan, The Sayburç reliefs: a narrative scene from the Neolithic, Antiquity (2022). DOI: 10.15184/aqy.2022.125

Cortesía de Muy Interesante



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