Los muertos siempre superarán en número a los vivos y, aunque sus ciudades puedan resultarnos menos vistosas, en ellas celan porciones reveladoras de la historia. Así, bajo las calles de la actual Noisy-le-Grand se extiende una ciudad de los muertos que documenta, sin interrupción, ocho siglos de historia funeraria, desde el siglo VI al siglo XIII. La excavación ―dirigida por el Institut national de recherches archéologiques préventives (Inrap) y la asociación Archéologie des Nécropoles― ha sacado a la luz casi un millar de sepulturas y promete alcanzar las 1400 con la parcela que se abrirá a lo largo de 2025.
Desde 2008, los arqueólogos han trabajado sobre una superficie de 1900 m² en pleno centro urbano que ha revelado cómo las comunidades locales adaptaron sus ritos en el tiempo, desde las dinastías merovingia y carolingia hasta el declive de la Edad Media. Cada estrato del cementerio, por tanto, ofrece un acercamiento de primera mano a la religión, la sociedad y la salud de una aldea que gravita en la órbita de la cercana París.
El hallazgo y su contexto histórico
Descubrimiento fortuito y antecedentes
El topónimo del emplazamiento ―Mastraits, derivada de martyrium― ya sugería, en 1778, la presencia de un espacio funerario en la zona. Sin embargo, fue un diagnóstico arqueológico de 2007 el que confirmó tal hipótesis. Aquella prospección preliminar confirmó la existencia de un cementerio de grandes dimensiones cuyo origen se remonta al Reino de los francos.
La relevancia histórica de Noisy-le-Grand ya se conocía gracias a las obra de Gregorio de Tours, quien, en el siglo VI, mencionaba la existencia de una villa real y un oratorio. Estos datos otorgan profundidad cronológica a la necrópolis y conecta la arqueología con las fuentes escritas más antiguas de la región parisiense.
Un paisaje funerario de ocho siglos
El proyecto de investigación, cuyo desarrollo se llevará a cabo entre 2019 y 2030, se enfoca en investigar la continuidad de uso del cementerio, activo desde finales de la antigüedad tardía hasta bien entrado el siglo XIII. La permanencia del lugar como área funeraria —pese a los cambios políticos, religiosos y demográficos— convierte al cementerio de Mastraits en un caso excepcional dentro de la arqueología medieval francesa.
En total, las fases de ocupación cubren el periodo merovingio (siglos VI y VII), el periodo carolingio (siglos VIII y X) y la transición hacia la Edad Media clásica. Posteriormente, la comunidad trasladó el cementerio al entorno de la iglesia de Saint-Sulpice, a unos 700 m al norte. Ese traslado refleja la reorganización del espacio sagrado en consonancia con la nueva topografía parroquial.

Organización y evolución de la necrópolis
Del perímetro empalizado a la expansión carolingia
Los arqueólogos han podido documentar que las sepulturas más antiguas se concentran en sarcófagos de yeso, tan juntos que a veces se solapan. Un foso empalizado marcaba su límite occidental, mientras que un pavimento de piedras facilitaba el tránsito entre tumbas. Este diseño temprano, que indica una planificación rigurosa, podría responder al intento de grupos familiares de delimitar su espacio dentro del cementerio.
A partir del siglo VIII, el foso se colmató y el pavimento dejño de mantenerse. Las inhumaciones, al rebasar la antigua frontera del cementerio, se desplazaron progresivamente hacia el este. El abandono de las alineaciones revela una gestión más laxa y una comunidad que creció hasta saturar la necrópolis.
El abandono en el siglo XIII
En el siglo XIII, la necrópolis se clausuró cuando los habitantes eligieron como zona preferencial de enterramiento la iglesia parroquial. La coexistencia temporal de ambos cementerios muestra un período de transición litúrgica y social en el que el símbolo de la parroquia se impone al viejo camposanto.
La reubicación coincide con la construcción, en el siglo XI, de Saint-Sulpice, lo que sugiere que la decisión tuvo tanto motivos espirituales como prácticos. Al saturarse el antiguo espacio de inhumación, se hacía necesario un nuevo lugar acorde con las reformas eclesiásticas. Así, la historia funeraria local se reescribió en sintonía con la reorganización del paisaje urbano medieval.

Ritos y objetos funerarios
Las tumbas merovingias y sus ajuares
En época merovingia predominan las sepulturas “vestidas”: en ellas, los muertos se depositaban con su indumentaria y objetos personales. Las excavaciones han permitido recuperar medio centenar de hebillas de placa, cuchillos, dagas de tipo seax y una rara moneda de plata, vestigios que describen la moda, la jerarquía y las creencias de la élite local.
Los cuerpos reposan en sarcófagos de yeso moldurado, muchos decorados y, en ocasiones, reutilizados para un segundo difunto. Se documentan incluso enterramientos dobles. La práctica subraya la importancia del vínculo familiar y la necesidad de optimizar un espacio funerario cada vez más escaso.
De la sepultura vestida al sencillo sudario
Durante los siglos VIII y IX, los cofres de madera sustituyeron brevemente a los sarcófagos antes de que se impusieran las fosas oblongas cubiertas por tablas y piedras como forma de inhumación preferente. El ajuar funerario prácticamente desaparece y los cadáveres, envueltos en sudarios, orientan el rostro al este, en consonancia con la liturgia del Juicio Final.
Esa simplificación responde a cambios doctrinales y económicos: el énfasis pasa del estatus social expresado en la tumba a la igualdad ante la muerte. La austeridad carolingia marca un punto de inflexión en la expresión material de la fe y deja al descubierto las tensiones entre tradición y reforma.

La comunidad bajo tierra
Perfil demográfico
El corpus osteológico recogido por los investigadores incluye casi 1000 esqueletos in situ y unos 200 individuos desplazados, representativos de una comunidad rural. La mortalidad infantil es alta ―162 menores de nueve años― y solo disminuye en la adolescencia para aumentar de nuevo en la edad adulta.
Se observa un equilibrio relativo entre sexos (214 varones, 160 mujeres), lo que sugiere que el cementerio acoge a toda la población local sin distinciones drásticas de género o condición. La amplitud de la muestra, además, permitirá realizar estudios paleodemográficos comparativos con otros enclaves francos y carolingios.
Salud, enfermedad y violencia
Los análisis osteológicos y químicos han revelado deficiencias de vitaminas A, B, C y D, visibles en las lesiones esqueléticas, así como una abundancia de patologías dentales. Fracturas soldadas, luxaciones y cráneos con posibles heridas de espada revelan un mundo en el que el trabajo duro y la violencia ocasional dejaban huella en los huesos.
Los investigadores también han apuntado que algunos restos infantiles podrían atribuirse a la plaga de Justiniano. Además, se documentan malformaciones como la espina bífida o casos compatibles con la tuberculosis ósea. Estas afecciones aportan datos sobre la resiliencia biológica y la vulnerabilidad sanitaria que imperaba en las aldeas medievales del entorno de París.

Arqueología y divulgación contemporáneas
Innovación metodológica
Las excavaciones en el cementerio de Mastraits en Noisy-le-Grand han recurrido a tecnologías punteras. El registro de campo se ha digitalizado por completo: la fotogrametría, los sistemas de información geográfica y el modelado 3D integran cada tumba en un entorno virtual. La precisión tecnológica ha logrado transformar la excavación en un laboratorio a cielo abierto para garantizar la conservación digital de un patrimonio frágil.
Participación pública
Noisy-le-Grand ha sabido convertir una excavación científica en un punto de encuentro con la población loca. Así, más de 6000 escolares han pasado por los talleres pedagógicos desde 2019, mientras que las Jornadas Europeas de la Arqueología permiten acercar cada junio el yacimiento a los vecinos. La combinación de ciencia rigurosa y divulgación convierte a la necrópolis de Mastraits en un referente para entender cómo la arqueología puede dialogar con la sociedad.
Una historia escrita en los huesos
El cementerio de Mastraits de Noisy-le-Grand condensa, en poco más de una hectárea, la evolución de las creencias, la demografía y la cultura material de la Francia altomedieval. El análisis integrado de estructuras, ajuares y restos humanos ilumina el tránsito de la ostentación merovingia a la austeridad carolingia, así como la reorganización eclesiástica que culminó en el siglo XIII. Así, la necrópolis de Noisy-le-Grand no es solo un cementerio: es un relato vivo de cómo la muerte moldea la historia de los vivos.
Referencias
Cortesía de Muy Interesante
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