El encuentro entre Moctezuma y Hernán Cortés no fue solo el cruce de dos líderes, sino el choque de dos mundos con visiones irreconciliables. Al recibir a los españoles en Tenochtitlán, Moctezuma esperaba apaciguar a los recién llegados con regalos y hospitalidad, quizás en un intento de proteger su ciudad de una confrontación directa. Sin embargo, bajo esta aparente cordialidad, crecía una atmósfera de desconfianza y temor mutuo.
Los españoles, guiados por la ambición y la astucia de Cortés, aprovecharon la situación para afianzar su posición, mientras que Moctezuma, cada vez más acorralado, veía desmoronarse su autoridad. Este frágil equilibrio pronto se rompería, dando paso a una serie de enfrentameintos que marcarían el inicio del fin para el imperio mexica y el surgimiento de un nuevo orden en el continente.

Primer encuentro pacífico
Moctezuma era consciente de lo peligroso que resultaba para su seguridad que un ejército tan numeroso, formado en parte por soldados de las ciudades que habían sido sus enemigos tradicionales, estuviera acampado junto a la capital. El tlatoani intentó disuadir a los españoles de llegar a Tenochtitlán, pero al no poder convencerlos, decidió tratarles como si fueran una embajada, dejarles entrar en la ciudad y agasajarles como anfitrión con regalos para que se marcharan cuanto antes.
En efecto, Cortés fue espléndidamente recibido por Moctezuma II en una cordial entrevista personal y los visitantes fueron hospedados en el templo-palacio que había construido Axayácatl, su padre. Debió de ser duro para el emperador, casi una humillación, tener que agasajar con su hospitalidad a un ejército con soldados de las ciudades que antaño le habían estado sometidas y a los tlaxcaltecas, sus acérrimos enemigos.

Durante unos días, los españoles se comportaron como invitados de honor, visitaron los templos y palacios de Tenochtitlán y el bullicioso mercado de Tlatelolco. Cortés pidió a Moctezuma permiso para erigir una capilla cristiana en el Templo de Huitzilopochtli. El emperador se lo negó, pero admitió que hicieran la capilla en el palacio en que estaban alojados.
Cuando Cortés y sus hombres buscaban el lugar más adecuado para emplazarla, descubrieron una puerta, tapiada hacía pocos días, tras la que encontraron parte del tesoro del padre de Moctezuma escondido. Cortés mandó volver a tapiarla, en espera de una ocasión más propicia para sacar el oro de Tenochtitlán.
Un valioso rehén
Ante la creciente tensión que se iba respirando en el ambiente, varios capitanes aconsejaron a Cortés prender a Moctezuma II y mantenerlo como rehén, a manera de garantía de seguridad de sus propias vidas. Cortés no lo hizo inmediatamente, pero lo tuvo en cuenta.
En esos mismos días, mientras las embajadas y entrevistas se sucedían, Moctezuma había mandado a su general Cuauhpopoca atacar la ciudad de Veracruz, en la que permanecían un centenar de los hombres de Cortés junto a sus aliados totonacas. En la batalla de Nautla, los mexicas dieron muerte a Juan de Escalante, el alguacil mayor de Veracruz, y a siete españoles e hicieron prisionero a un soldado herido llamado Argüello; estas muertes les ayudaron a comprobar que aquellos seres que habían venido de oriente no eran semidioses inmortales ni servidores de Quetzalcóatl. Moctezuma recibió en secreto la cabeza de Argüello y fue por primera vez consciente de que los recién llegados no eran deidades, sino humanos sometidos al imperio de la muerte.
Cuando Cortés fue informado de lo que había acontecido en Veracruz, mandó tomar como rehén a Moctezuma. El emperador, para apaciguar los ánimos de sus súbditos, manifestó en todo momento que estaba con los españoles en el Palacio de Axayácatl por su propia voluntad. Cortés le exigió capturar y castigar a los caciques que habían atacado Veracruz. Cuando los soldados de Cuauhpopoca estuvieron ante Cortés, declararon que habían atacado Veracruz obedeciendo las órdenes de Moctezuma. Todos ellos fueron condenados a morir en la hoguera.

La tensión entre Cortés y Moctezuma llegó entonces a uno de sus clímax. El azteca, quizá para salvar la vida, dijo querer renunciar a sus ídolos y aceptar el cristianismo, se hizo bautizar y, ante el requerimiento de Cortés, se declaró vasallo y súbdito de Carlos V. Cortés renombró como Nueva España el Imperio mexica.
Entre tanto, la casta sacerdotal y la nobleza azteca, que aún eran fieles a Moctezuma, se conjuraron en secreto para liberarlo y aniquilar a los españoles en cuando pudieran. Fue un momento histórico muy extraño. Dos imperios en el apogeo de su expansión territorial entraban por primera vez en contacto a través de sus líderes, Moctezuma y Cortés, de un modo teóricamente pacífico pero con una enorme violencia subyacente. Sin duda, ese primer contacto pacífico podía haber conducido a mexicas y españoles hacia un proceso de aculturación bien distinto, pero los acontecimientos se precipitaron.
El gobernador Diego Velázquez envió 18 barcos a Veracruz con unos 1.000 hombres, con la doble misión de tomar el control sobre lo que parecía un nuevo territorio hispánico y de castigar la rebeldía de Cortés. Al frente de la expedición estaba Pánfilo de Narváez. Cortés no tuvo más remedio que dejar una guarnición con 80 de sus hombres en Tenochtitlán, al mando de Pedro de Alvarado, y, con los restantes y varios cientos de indios, fue al encuentro de Narváez.

Se precipitan los acontecimientos
Aprovechando la noche, capturó su campamento y le hizo su prisionero. Con la misma teatralidad que hubiera empleado Julio César, en lugar de aniquilar a los hombres de Narváez, afirmó ante ellos su lealtad a Carlos V al tiempo que les mostraba el oro y los adornos de los mexicas, incitándoles a abandonar la causa del gobernador Velázquez para unirse a él.
Jugando con su elocuencia y con la ambición personal de aquellos soldados que tenían mucho de cazadores de fortuna, Cortés consiguió triplicar en una noche sus efectivos militares. Después devolvió la libertad a Narváez para que pudiera volver a Cuba e informar a Velázquez, consciente de que las noticias sobre su lealtad acabarían llegando a oídos de Carlos V.
Lo que no pudo medir bien es que esas mismas noticias, pero en sentido contrario, llegaron también a oídos de Moctezuma, que supo entonces que había entre los españoles muchos que veían a Cortés como un rebelde a su rey y que se premiaría a quien le matara.
Pedro de Alvarado, sin la habilidad de Cortés, mandó a Moctezuma que obligara a sus súbditos a entregarle todas las joyas y el oro que tuvieran, perdiendo con ello el emperador el poco respeto que le podían profesar aún sus escasos partidarios. Alvarado, convencido por sus espías totonacas y tlaxcaltecas de que los mexicas estaban a punto de rebelarse en su contra –y consciente de las fechorías que habían perpetrado en la matanza de Cholula y temiendo por su vida y por la de sus compañeros–, se hizo fuerte en el Palacio de Axayácatl, al tiempo que mandaba apresar y matar a muchos nobles.

El momento elegido para hacerlo fue el festival religioso del mes de Tóxcatl, celebrado el 22 de mayo, en lo que ha pasado a la historia como la matanza del Templo Mayor: fueron asesinados no solo los nobles dirigentes de Tenochtitlán, sino también mujeres, niños, ancianos y hombres desarmados. No debemos olvidar que a Alvarado le interesaba dejar acéfalo al estamento nobiliario mexica, tanto como a los tlaxcaltecas vengarse de sus enemigos y humillarlos. Hubo entonces una enorme revuelta en Tenochtitlán y, con ella, una oleada de sangrientos combates y saqueos de casas en la ciudad.
Cortés, acompañado de los hombres de Pánfilo de Narváez, regresó a Tenochtitlán el 24 de junio de 1520, justo a tiempo de darle su auxilio a Alvarado. La primera decisión que tomó fue devolver la libertad al hermano de Moctezuma, llamado Cuitláhuac, para que gestionara la pacificación, pero en lugar de hacer lo que se le pidió se puso al frente de los caciques rebeldes.
Cortés pidió entonces a Moctezuma que apaciguara a su pueblo y dejara salir a los españoles de la ciudad, pero no contaba con la falta de prestigio y el poco respeto con que ya era visto el tlatoani por sus antiguos súbditos, que lo apedrearon. Herido, falleció poco después.

Cortesía de Muy Interesante
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