¿Cómo se usa ChatGPT? A veces, cuando se habla de inteligencia artificial, se piensa que todo va de una sola pregunta y una única respuesta mágica. Algo así como lanzar una moneda a una fuente y recibir sabiduría a cambio. Pero ChatGPT no está diseñado para eso. De hecho, si uno espera que suelte soluciones completas en un mensaje, se decepcionará. Porque, como su propio nombre indica, es un chat. Es un diálogo. Una conversación en la que, poco a poco, se construye el conocimiento. La norma principal es, ante todo, no quedarse en u na sola pregunta.
Esto lo entendió perfectamente Nityesh Agarwal, desarrollador de software, cuando un fin de semana cualquiera decidió preguntarle a ChatGPT por la teoría de la relatividad especial de Einstein. Lo que comenzó como una simple curiosidad técnica se transformó en una experiencia profunda de aprendizaje, construida a base de decenas —literalmente más de cien— de preguntas, reformulaciones y comprobaciones. A lo largo de este artículo veremos no solo qué aprendió, sino cómo lo aprendió y qué podemos sacar en claro quienes usamos ChatGPT con fines educativos.
ChatGPT como tutor: una experiencia guiada, no instantánea
Agarwal no se limitó a hacer una pregunta y recibir una explicación rápida. Preguntó una, y otra, y otra vez. Cada nueva duda afinaba su comprensión, abría otra puerta, creaba una nueva conexión. Así fue como realmente entendió qué significa que el tiempo se dilate o que no existe un “ahora” universal. Según sus palabras, “no hay trucos requeridos para usar ChatGPT como tu tutor personal. Los modelos de IA actuales son lo bastante inteligentes para entender tu confusión y dar respuestas que llenen tus lagunas de conocimiento a la perfección. Lo único que necesitas hacer es seguir haciendo preguntas hasta que todo encaje”.
Además, este proceso no lo hizo escribiendo. Lo hizo hablando. Usó la función de voz, activó el micrófono y comenzó a conversar. Literalmente. Esto hizo que la experiencia fuera más fluida, más parecida a hablar con alguien que está escuchando activamente. La interfaz hablada le permitió mantener el ritmo sin agotarse, algo que probablemente no habría conseguido escribiendo durante horas.

No es magia: es método
Muchos usuarios nuevos de ChatGPT cometen un error habitual: esperar que con una sola pregunta se obtenga una respuesta definitiva y acabada. Pero el verdadero potencial del modelo se revela en la conversación. Agarwal lo comprendió cuando, frustrado por no entender un punto concreto, hizo un dibujo a mano para explicarle al modelo dónde estaba atascado. Ese esfuerzo —el de comunicar el problema con claridad— permitió que ChatGPT identificara mejor su confusión y ajustara su explicación.
La enseñanza aquí es clara: no basta con leer pasivamente lo que dice la IA. Hay que interactuar, repreguntar, desafiar lo que se dice, pedir otro enfoque. Este ida y vuelta es lo que convierte a ChatGPT en un tutor eficaz y no simplemente en un buscador avanzado.

En uno de los momentos clave, ChatGPT recurrió a una metáfora para explicar el concepto del límite constante de la velocidad de la luz: una persona en un barco que se mueve respecto al agua. Esta imagen, sencilla y cotidiana, sirvió para anclar un concepto complejo en la experiencia del usuario. Agarwal, lejos de conformarse, pidió que esa metáfora se convirtiera en una historia. Algo que pudiera recordar y repetir.
Aquí se ve otra ventaja de este tipo de diálogo: la capacidad de adaptar el enfoque explicativo al estilo cognitivo del interlocutor. Si algo no se entiende con números, se intenta con una imagen. Si la imagen no basta, se construye un relato. Este tipo de plasticidad no se encuentra fácilmente en los libros ni en las explicaciones estándar.
Validación y refuerzo: un ciclo activo
Una parte interesante de la metodología de Agarwal fue que, cada vez que creía haber entendido algo, se lo explicaba a ChatGPT. Así comprobaba si su comprensión era correcta. En muchos casos, el modelo le devolvía la misma idea, pero en una forma más estructurada, reforzando su comprensión. Esta dinámica es fundamental: el aprendizaje no consiste solo en recibir información, sino en reelaborarla activamente.
Su mayor avance llegó cuando planteó una variante: ¿qué pasaría si la velocidad de la luz fuera más baja? Este experimento mental le permitió traducir los números abstractos a una escala más intuitiva, y desde ahí, rehacer todos los cálculos y conceptos. No necesitó un profesor de física, solo muchas preguntas y una IA dispuesta a acompañarlo en cada paso.
Una herramienta que da confianza
Lo más poderoso del relato no es que entendiera la relatividad, sino que lo hizo sin ser físico, sin preparación matemática reciente. “Ahora tengo una sensación irracional de que, si sigo preguntando y usando estas herramientas, puedo aprender cualquier cosa”, escribe. No es poca cosa. Esta confianza en la propia capacidad de aprender es algo que muchas veces se pierde con la educación tradicional.
Y para probarse, decidió hacer el ejercicio final: explicar la relatividad a su pareja y a su hermano en cinco minutos. Lo logró. Y lo entendieron. Esa fue su prueba definitiva de que había comprendido de verdad. No solo por repetir fórmulas, sino por saber contarlo con claridad.
Referencias
Cortesía de Muy Interesante
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