Uno de los elementos que más contaminación generan son, sin duda, los residuos de baterías, ya que contienen sustancias que representan una amenaza tanto para la salud humana como para los ecosistemas. Sin embargo, también contienen elementos valiosos, como el níquel, que pueden utilizarse para producir nuevas baterías. Por esta razón, es esencial desarrollar nuevos métodos de reciclaje.
De acuerdo con un grupo de científicos de la Universidad Técnica de Viena (TU Wien), su nuevo proceso permite recuperar níquel de baterías de níquel-hidruro metálico (Ni-MH) usadas, lo que no solo ayuda a reducir el problema de los residuos, sino que también permite obtener un combustible neutro para el clima.
Según el profesor Günther Rupprechter, del Instituto de Química de Materiales de la TU Wien y responsable del proyecto, las baterías modernas, como las Ni-MH y las de iones de litio, presentan desafíos importantes para su reciclaje debido a su compleja composición. Una eliminación inadecuada de estas baterías puede provocar fugas químicas, incendios y contaminación ambiental.
La recuperación del níquel en baterías Ni-MH también tiene relevancia económica, ya que los desechos de producción y las baterías usadas podrían proporcionar aproximadamente el 16% del níquel necesario para 2030. Esta cantidad sería suficiente para fabricar baterías para entre 1.3 y 2.4 millones de vehículos eléctricos cada año. En contraste, la capacidad actual de reciclaje en la Unión Europea y el Reino Unido representa apenas una décima parte de lo necesario para ese año.
Un nanocatalizador que convierte CO₂ en energía
Para este proceso, el equipo extrajo el níquel de baterías Ni-MH usadas y recuperó alúmina de láminas de aluminio también recicladas. Posteriormente, estos materiales se transformaron en un nanocatalizador de alto rendimiento, producido mediante métodos de química verde y con un enfoque respetuoso con el medio ambiente.
Tal como detalla Rupprechter, este nanocatalizador está compuesto por un 92-96% de óxido de aluminio y un 4-8% de níquel, lo que resulta óptimo para convertir dióxido de carbono (CO₂) —uno de los principales gases de efecto invernadero— junto con hidrógeno, en metano. El proceso no requiere altas presiones ni temperaturas extremas: funciona a presión atmosférica y a temperaturas moderadas de 250 °C.
De esta manera, es posible transformar el CO₂ en un combustible valioso, el metano, que puede utilizarse como fuente de energía en distintas industrias. Esto no solo representa un uso eficiente de residuos, sino que también abre la puerta a aplicaciones sostenibles a gran escala.
Además, como explica el doctor Qaisar Maqbool, los catalizadores utilizados en el proceso pueden reutilizarse y recuperarse, lo que garantiza una operación respetuosa con el medio ambiente y minimiza la generación de residuos secundarios.
Cortesía de Xataka
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