
PROVIDENCE – En su reunión de septiembre, la Reserva Federal de los Estados Unidos volvió a estar bajo presión política para que bajara los tipos de interés. El presidente Donald Trump lleva meses pidiéndolo (llegó a exigir recortes de hasta tres puntos porcentuales) y atacando abiertamente al titular de la Fed (Jerome Powell) y a otros miembros de la junta directiva.
El motivo principal de Trump para haber exigido una bajada de tipos fue reducir el costo de endeudamiento del gobierno, que se ha disparado por las expectativas inflacionarias a corto plazo y el temor a que la deuda estadounidense se vuelva insostenible a largo plazo. Pero el argumento se complica porque si bien la inflación en Estados Unidos ha tenido una marcada caída desde el máximo superior al 9% que alcanzó en 2022 hasta 2.9% en la actualidad, muestra nuevamente una tendencia al alza.
En concreto, el temor de los economistas es que una bajada de tipos pueda reactivar la inflación, sobre todo ahora que los aranceles ejercen presión alcista sobre los precios de los productos importados. Aunque hasta ahora el traslado no ha sido importante, los últimos datos dan motivos para pensar que la esperada subida de precios se está materializando. En estas circunstancias, bajar los tipos cuando los mercados esperan más inflación puede tener el efecto contrario a lo que busca Trump: aumentar, en vez de reducir, los costos crediticios del gobierno.
Pero a pesar de ese riesgo, bajar los tipos ahora no es tan mala idea. Y no tiene nada que ver con lo que diga Trump, sino con la evidencia histórica y el imperativo de mantener cierto grado de equidad.
La eficacia antiinflacionaria de subir las tasas no está tan probada como muchos suponen. Aunque la desinflación reciente suele atribuirse al endurecimiento monetario de la Fed, no se condice con la pauta histórica en materia de cambios de política monetaria. Además, así como es un lugar común sostener que a tipos más altos corresponde menos inflación, también lo es insistir en que la política monetaria funciona con “retardos largos y variables”, lo que da motivos para pensar que los tipos de interés no están tan acoplados con la tasa de inflación como quisiéramos creer.
De hecho, una investigación reciente muestra que el vínculo causal entre subidas de tipos y menor inflación es más débil y opera con más retraso de lo que se supone. Los autores analizaron unas 150,000 estimaciones del efecto de la política monetaria (tomadas de más de 400 estudios) y hallaron que tras una subida de tipos de 100 puntos básicos, la caída de precios en un plazo de cuatro años tiende a ser inferior a 0.15%.
Entre 2022 y 2023 la Fed subió los tipos más de 500 puntos básicos y la inflación cayó de más del 9% a cerca del 3%: 600 puntos básicos en apenas dos años. A menos que la subida de tasas hubiera adquirido de pronto un poder milagroso, buena parte de esa caída tiene que ser resultado de otro factor; en concreto, la desaparición gradual de perturbaciones en el lado de la oferta, al bajar los precios de la energía y normalizarse las cadenas globales de suministro.
Por supuesto que las subidas de tipos de la Fed deben haber contribuido. Pero como incluso Powell ha insinuado (por ejemplo, en un discurso reciente en el simposio anual de política económica de la Fed en Jackson Hole), los tiempos no respaldan la idea de que el endurecimiento monetario actuó como una cura rápida.
La segunda razón para una bajada de tipos ahora es la equidad. Es bien sabido que la inflación perjudica sobre todo a los más pobres. Como explicamos en Inflation: A Guide for Users and Losers, esto se debe a que los hogares con menos ingresos gastan una parte mayor en bienes de consumo (por ejemplo alimentos, alquiler y energía) que los hogares más ricos.
Pero la subida de tasas también perjudicó a los hogares de menos ingresos, al aumentar los intereses hipotecarios, los pagos de tarjetas de crédito, la morosidad de los préstamos para automóviles y el riesgo de desempleo. Datos del Banco de la Reserva Federal de Nueva York muestran que desde 2022 (año en que comenzó el endurecimiento de la Fed) la morosidad en tarjetas de crédito y préstamos para automóviles entre deudores de bajos ingresos se disparó.
Este golpe doble sobre los hogares de bajos ingresos aumenta la desigualdad. Una investigación del Banco de la Reserva Federal de Boston con datos correspondientes a las áreas metropolitanas de Estados Unidos tomados del Servicio de Impuestos Internos muestra que una subida inesperada de 25 puntos básicos en los tipos de interés aumenta la desigualdad de ingresos laborales más o menos un 0.75% anual, en promedio, que acumulado en cuatro años equivale a un 3%. Este efecto se debe sobre todo a la caída de salarios en el decil inferior, lo que demuestra que un endurecimiento de la Fed perjudica en forma desproporcionada a los trabajadores de bajos ingresos. En otras palabras: desde el punto de vista de los más vulnerables, la política curativa (subida de tipos de interés) empeoró la enfermedad (inflación).
Por estas razones, bajar los tipos de interés no es necesariamente mala idea. Pero en vez de estar discutiendo los costos sociales de tasas altas, se ha desatado una batalla política sobre la independencia de la Fed. El peligro es que al hacer que una bajada de tasas se vea como una capitulación política, el gobierno está poniendo a la Fed ante un dilema irresoluble: o resiste y corre el riesgo de agravar los padecimientos de los más pobres o cede y envía un mensaje de que el banco central es maleable a presiones políticas.
Las opiniones expresadas pertenecen a los autores y no representan necesariamente las de sus empleadores.
El autor
Mark Blyth, profesor de Economía Internacional y de Asuntos Internacionales y Públicos en la Universidad Brown, es coautor (con Nicolò Fraccaroli) de Inflation: A Guide for Users and Losers (W. W. Norton, 2025).
El autor
Nicolò Fraccaroli, economista del Banco Mundial y profesor visitante en la Universidad Brown, es coautor (con Mark Blyth) de Inflation: A Guide for Users and Losers (W. W. Norton, 2025).
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