Banquetes señoriales y festines cardenalicios: un viaje al lujo gastronómico en la Roma medieval y renacentista

En la Europa medieval y renacentista, la mesa fue un escenario privilegiado donde las élites podían mostrar su poder, riqueza y distinción social. La elección de ciertos alimentos, su preparación y presentación, e incluso la edad y el sexo de los animales cocinados, no solo respondían a las necesidades nutricionales, sino que se convertían en gestos simbólicos. Un reciente estudio arqueológico, publicado en Environmental Archaeology y centrado en varios contextos de alto estatus de Lacio (Italia), ha conseguido reconstruir con detalle cómo se expresaba la opulencia entre los siglos XIV y XVII a través de la comida. Así, los investigadores han podido determinar qué comían los ricos y poderosos en la Roma medieval y moderna, cómo adaptaban sus dietas a las nuevas influencias culinarias y hasta qué punto el lujo alimentario era una herramienta de diferenciación social.

Comer como signo de distinción

El consumo de alimentos en los banquetes aristocráticos no tenía la simple función de satisfacer el hambre. El prestigio se medía en la capacidad de servir carnes tiernas, especies animales poco comunes y productos exóticos. Mientras que las clases bajas subsistían con una dieta basada en los cereales, las legumbres y las verduras, las mesas de la nobleza y el alto clero incorporaban animales jóvenes, frutas selectas y especias costosas que evidenciaban un acceso privilegiado a los mercados y a las redes de intercambio.

Las fuentes escritas del periodo, que incluyen desde recetarios como los de Maestro Martino o Bartolomeo Scappi hasta tratados médicos como el de Baldassarre Pisanelli (1583), refuerzan esta lectura. Determinados alimentos se asociaban de forma explícita al estatus social. Comer ciertas carnes o consumir determinadas especias, por tanto, se convirtió en una afirmación de pertenencia a la cúspide de la jerarquía social.

Recreación fantasiosa. Fuente: Midjourney/Erica Couto

El banquete en los palacios de Lacio

Celleno Vecchio: el lujo de la caza y la diversidad

Entre los siglos XIV y XV, el palacio aristocrático de Celleno Vecchio reutilizó una cisterna como basurero que ha permitido a los investigadores reconstruir la dieta de sus habitantes y huéspedes. Así, los restos faunísticos recuperados muestran una dieta marcada por la abundancia de cérvidos (ciervo rojo y corzo), junto con ganado doméstico y aves de corral. La presencia de especies de caza mayor revela, además, que la aristocracia incorporaba en su dieta la práctica cinegética como símbolo de prestigio.

Además, en Celleno se hallaron otros indicios sorprendentes, entre ellos, la presencia de restos de perro y zorro con huellas de haber sido despiezados. Aunque no es seguro que sus carnes hubiesen formado parte de los banquetes de la élite, reflejan que especies hoy consideradas marginales pudieron consumirse, quizás por los sirvientes o en contextos excepcionales.

Graffignano: dos contextos, dos estatus

El castillo Baglioni-Santacroce de Graffignano, por su parte, alberga dos vertederos de épocas distintas. En el primero, de mediados del siglo XV, predominan animales adultos y signos de reutilización de vajilla, lo que apunta a un consumo de rango más bajo, quizás asociado a la servidumbre.

El segundo pozo, de finales del XV e inicios del XVI, en cambio, muestra el esplendor de la mesa señorial. En él, abundan los restos de corderos, lechones y pollos sacrificados en edades tempranas, que habrían proporcionado una carne mucho más tierna y cara. Un dato llamativo es que la mayoría de los especímenes de cerdos jóvenes eran hembras, lo que contradice la lógica económica de conservarlas para la reproducción. Desperdiciar un recurso de futuro en aras del gusto revela hasta qué punto el consumo funcionaba como demostración de poder.

Ajo, cilantro, pimienta
Recreación fantasiosa. Fuente: midjourney/Erica Couto

El lujo vegetal y animal en la Roma cardenalicia

Santi Quattro Coronati: frutas, especias y novedades del Nuevo Mundo

Datado entre finales del siglo XV y mediados del XVI, el contexto romano de los Santi Quattro Coronati resulta excepcional porque conserva abundantes restos vegetales. Se hallaron más de 6.000 semillas y frutos pertenecientes a 35 especies distintas, entre las que se cuentan uvas, olivas, cerezas, melocotones, higos, nueces y granadas. El hallazgo de calabazas y calabacines procedentes de América, apenas unas décadas después de 1492, demuestra la rapidez con que los productos ultramarinos penetraron en las mesas de las élites romanas.

También se documentaron especias prestigiosas como el cilantro, el hinojo, el ajo, la cebolla y, probablemente, los granos de pimienta negra, cuyo alto precio reforzaba la imagen de exclusividad. En este contexto, la variedad misma de alimentos era un signo de riqueza, pues implicaba amplias redes de abastecimiento.

La carne y los recursos acuáticos

En lo que respecta a los restos animales presentes en el basurero, se muestra un consumo abundante de cerdo joven, seguido de ovinos y aves como pollos y palomas. Lo más distintivo, sin embargo, es el peso de los recursos acuáticos. Pescados, crustáceos y moluscos marinos se servían en abundancia, en parte ligados a las prácticas alimenticias religiosas que exigían abstinencia de carne en ciertos días.

El caso del conejillo de Indias

El estrato SU 521, fechado a comienzos del siglo XVII, aportó un hallazgo insólito: los restos de un conejillo de Indias (Cavia porcellus), primera evidencia arqueológica de esta especie en Italia. Aunque no se puede asegurar que se hubiese consumido como pitanza, la mera posesión de un animal exótico como este era, en sí, una muestra de distinción, rareza y prestigio.

Mesa aristocrática
Recreación fantasiosa. Fuente: midjourney/Erica Couto

Más allá de la dieta: lo que revelan los restos

Técnicas de preparación y consumo

Las huellas de carnicería y despiece presentes en los huesos muestran un procesamiento intenso con herramientas pesadas, destinado a aprovechar cada porción de carne, incluso los sesos. Con todo, los restos carbonizados son escasos. Esto parece indicar que el asado no fue la técnica depreparación predominante, frente a los guisos y los hervidos, más comunes en la época.

Viejos animales como manjar

Aunque las carnes jóvenes eran signo de riqueza, algunos restos muestran el consumo de animales adultos y viejos. Lejos de ser un indicio de pobreza, los recetarios de la época detallan cómo preparar delicias a partir de las vísceras, las cabezas u otros cortes de animales viejos, que, bien aderezados con especias, podían considerarse auténticos platos de prestigio.

Mesa con manjares
Recreación fantasiosa. Fuente: midjourney/Erica Couto

Prestigio a la mesa

Los hallazgos de Celleno, Graffignano y los Santi Quattro Coronati confirman que la mesa fue un espacio de negociación simbólica de la jerarquía, donde se decidía quién podía permitirse contradecir la lógica económica, quién accedía a lo exótico y quién transformaba la necesidad en ostentación. Los banquetes de las élites en la Roma medieval y moderna se convirtieron en escenarios ritualizados de ostentación social, donde cada plato transmitía un mensaje de poder. La preferencia por animales jóvenes y hembras, la incorporación temprana de productos americanos como la calabaza o el conejillo de Indias, y el uso de especias costosas muestran que el lujo alimentario era una construcción cultural compleja, en constante adaptación a las nuevas circunstancias.

Referencias

Cortesía de Muy Interesante



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