Bases militares de Inglaterra: vestigios coloniales en pleno siglo XXI 

¿Se abre la posibilidad de que Inglaterra pueda aceptar el diálogo en torno a la soberanía en Malvinas? La reciente decisión del Reino Unido de devolver a Mauricio la soberanía de las Islas Chagos, en el océano Indico, y las actuales conversaciones con España y la Unión Europea sobre Gibraltar, ampliaron el debate sobre el papel actual de las bases militares que, como antiguos vestigios coloniales, se encuentran extendidas por todo el planeta. 

Sin datos oficiales, se calcula la existencia de, al menos, 146 bases militares británicas distribuidas en 43 países distintos, cuyo mantenimiento exigiría un sensible aumento presupuestario a cargo de los contribuyentes, según ha definido recientemente el gobierno del laborista Keir Starmer.

La distribución de los distintos emplazamientos militares del Reino Unido da cuenta del pasado de un imperio, hoy decadente, que impulsa su supervivencia a través del resguardo defensivo de una amplia cantidad de territorios ocupados, así como también del involucramiento (cuando no directamente, de la provocación) en una amplia gama de conflictos internacionales.

De manera prioritaria, y en una alianza determinante con las fuerzas de la OTAN, Londres se ocupó de establecer un anillo ofensivo alrededor de Rusia, conformado desde los inicios de la Guerra Fría contra la Unión Soviética, y que se ha reactualizado en estos últimos tres años al calor de la guerra en Ucrania.

Además de los sitios de entrenamiento pertenecientes a la Alianza Atlántica en Europa, Gran Bretaña mantiene cuatro bases en Alemania, y cuenta también con establecimientos en la República Checa, en las ex repúblicas soviéticas de Lituania y de Estonia y, por último, en el norte de Noruega, cuyo emplazamiento militar, fundado en marzo de 2023, constituye la base de más reciente creación, utilizada además para desarrollar tareas de vigilancia contra Rusia en el cada vez más conflictivo océano Ártico.

Londres controla también ambos extremos del Mar Mediterráneo. Por un lado, sigue gobernando Gibraltar, al sur de España, en medio de las demandas de Madrid para devolver el territorio que fue confiscado en 1704, y que hoy constituye un centro global para las empresas de juegos de azar que mueven millones de dólares sin mayor control. Pero, en términos defensivos, es fundamental el dominio inglés en Chipre: la isla alberga 17 instalaciones militares con importancia estratégica por su proximidad con Rusia pero, sobre todo, con Medio Oriente.

El pasado imperial todavía se mantiene en buena parte de los países árabes, ricos en petróleo y en el sustento permanente de British Petroleum, una de las joyas de la corona del Rey Carlos.

El personal militar del Reino Unido está destinado en 15 sitios distintos en Arabia Saudita, apoyando a la seguridad de la familia gobernante, así como también a la represión interna y la guerra en Yemen, gracias a armamentos desarrollados por BAE Systems. Asimismo, cuenta con 16 emplazamientos en Omán, donde está la mayor base británica en el Golfo Pérsico, y en Emiratos Árabes Unidos y Qatar donde controla varios aeródromos. Las fuerzas británicas también contribuyen a resguardar a los regímenes de Bahréin y Kuwait e, incluso, junto con los estadounidenses, actúan en Israel, especialmente, en su relación con Palestina.

Junto con el suministro de petróleo de los países árabes, el otro interés de Londres se centra en la contención al desenvolvimiento de China, para lo que cuenta con cinco establecimientos militares a su alrededor: una base naval en Singapur, guarniciones en Brunei, tres instalaciones en Nepal y una fuerza de reacción rápida en Afganistán. Sin embargo, el centró geopolítico para las fuerzas militares británicas en el Pacífico está ocupado por Australia y Nueva Zelanda, que albergan cerca de 20 bases con suministros de empresas armamentistas como BAE Systems y Airbus.

Frente a sus ambiciones imperiales, Inglaterra también estableció un amplio conjunto de bases en África en siete países con pasado colonial británico. Los militares extranjeros no sólo se caracterizan por su involucramiento en distintos conflictos civiles sino también por las reiteradas denuncias por violaciones a los derechos humanos cometidos contra las poblaciones locales.

América Latina fue también uno de los ejes del expansionismo inglés. Pese a las enormes distancias, en Londres todavía domina un imaginario imperial que considera al Mar Caribe como un “Mare Nostrum”. Y más allá de lo estrictamente territorial, la importancia del área caribeña está definida por su situación privilegiada dentro del sistema capitalista global.

En este sentido, no resulta casual el emplazamiento de bases británicas en los paraísos fiscales del mar Caribe. Son los casos de las Bermudas y de la Isla Monserrat, cuya política de seguridad está directamente a cargo de los militares ingleses, en un modelo de defensa que también fue replicado en otras dos posesiones británicas: las Islas Caimán y las Islas Turcas y Caicos.

La presencia en América Central está garantizada además por la guarnición militar que todavía opera dentro del Aeropuerto Internacional Philip S. W. Goldson, el más importante de Belice. En las inmediaciones se ubican más de una decena de sitios de entrenamiento de guerra en plena selva, lo que posibilita a las tropas británicas el acceso abierto a una sexta parte del territorio de este país.

Obviamente, el punto central en la geopolítica del poder británico se centra en el Atlántico Sur y en su proyección hacia la Antártida: las Islas Malvinas representan hoy un valor estratégico inigualable para la supervivencia de un modelo imperial totalmente caduco.

Londres mantiene un conglomerado militar en las islas: Mount Pleasant, el cuartel y aeropuerto de la Fuerza Aérea, es la base más grande, pero depende de un astillero en Mare Harbour y de tres sitios con misiles antiaéreos en Mount Alice, Byron Heights y Mount Kent. Además, existe un destacamento de defensa local en la capital, Stanley, mientras que los buques de la Marina Real mantienen una patrulla constante en alta mar.

Los números se mantienen en reserva, pero se calcula que en las Malvinas hay más de 1200 soldados y de 400 civiles encargados de la defensa y la vigilancia en el Atlántico Sur, tarea en la que además recibe un apoyo fundamental por parte de la base en la Isla Ascensión, posesión británica cuya principal función como estación aérea es compartida con los Estados Unidos.

Debido al hallazgo de enormes yacimientos petrolíferos, de las ganancias aportadas por la pesca, por el control del Atlántico y del acceso directo al continente antártico, hoy las Malvinas guardan para el Reino Unido un valor estratégico de enorme importancia y de alto impacto hacia el futuro.

Con todo, y con sus amplias diferencias, Chagos, Gibraltar y Malvinas representan hoy aspectos de un mismo debate y de un único cuestionamiento. ¿Qué sentido tienen los imperialismos como el británico en pleno siglo XXI?

El peso de la historia y la realidad del presente se ocuparán de brindar respuestas y acciones convenientes frente a escenarios que se creen inmodificables, pero que en realidad son sustentados en la ocupación ilegal de territorios y en la violación flagrante de derechos soberanos, en muchos casos, con la triste complicidad de gobiernos subordinados y de mandatarios obsecuentes.

Cortesía de Página 12



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