Béisbol en su máxima expresión: Dodgers y Azulejos firman un inicio de serie memorable


Sin duda, la edición 121 de la Serie Mundial está resultando tan competitiva y espectacular como se anticipaba. Tal como se comentó desde el inicio de este Clásico de Otoño, no existía un claro favorito en el duelo entre los Azulejos de Toronto y los Dodgers de Los Ángeles. Ambos equipos llegaron con méritos propios y argumentos de sobra para disputar la corona del béisbol global: los canadienses tras una intensa serie de campeonato de la Liga Americana ante los Marineros, definida en siete juegos, y los californianos luego de arrasar en cuatro desafíos a los Cerveceros de Milwaukee en la Liga Nacional.

Toronto, al haber cerrado la temporada regular con mejor porcentaje de victorias que su rival —campeón de la división oeste de la Liga Nacional pero con una foja ligeramente inferior—, se ganó el derecho de abrir como anfitrión los dos primeros juegos en su Rogers Centre, lo que a priori suponía una ventaja anímica y estratégica. Sin embargo, el béisbol, tan impredecible como apasionante, volvió a recordarnos que los números solo sirven de referencia: lo que cuenta es el momento, la inspiración y la capacidad de aprovechar cada oportunidad.

En el juego inaugural, si bien es cierto que los Azulejos demostraron poderío ofensivo, también hay que señalar que Los Dodgers evidenciaron debilidad en el bullpen, ya que tras un buen trabajo del abridor  estelar Blake Snell, el relevo se desplomó estrepitosamente en un aberrante sexto inning, en el que los canadienses desataron ofensiva furiosa de 9 anotaciones que definió el marcador final de once carreras a cuatro. En esa ofensiva se lució el receptor tijuanense Alejandro Kirk, quien no solo condujo con inteligencia a sus lanzadores, sino que también contribuyó con el bate al conectar un cuadrangular que impulsó dos carreras, reafirmando por qué es considerado una de las piezas más sólidas del equipo canadiense.

Por el lado de los Dodgers, más allá del revés, pudo destacar  Shohei Ohtani, quien después de fallar en una oportunidad con casa llena, se reivindicó con un bambinazo productor de dos carreras que no fue suficiente para revertir el daño que Toronto infligió ante el débil pitcheo de los relevistas Emet Shehan y el mexicano Anthony Banda, pero dejó claro que al igual que otros torpederos albicelestes como lo son Freeman, Muncy, Beets, Pages, Edman, Smith y los Hernández, pueden explotar en cualquier momento y revertir escenarios. Como suele ocurrir en el béisbol, el que aprovecha los descuidos y castiga los errores, gana. Los Dodgers no lo hicieron esa noche, y Toronto tomó ventaja.

Pero el béisbol también enseña que cada día es una nueva historia. En el segundo juego, la moneda cayó del otro lado: los Dodgers mostraron el temple de un equipo acostumbrado a sobreponerse. Yoshinobu Yamamoto ofreció una actuación memorable, lanzando la ruta completa con autoridad, limitando a los Azulejos a solo cuatro imparables y una carrera. Su dominio fue absoluto, mezclando velocidad y precisión, mientras su ofensiva respondía con cinco anotaciones bien trabajadas, suficientes para emparejar la serie.

El duelo de lanzadores fue notable. Kevin Gausman, por Toronto, tuvo un desempeño digno, manteniendo a raya a la artillería angelina durante buena parte del encuentro, pero el desgaste y la falta de respaldo ofensivo terminaron por pasarle factura. Aun así, su labor fue decorosa, confirmando que el cuerpo de pitcheo canadiense tiene con qué dar pelea.

Al dividir la serie en los dos primeros encuentros, el balance termina siendo favorable para los visitantes. Llevarse una victoria del campo rival siempre representa una ganancia, más aún en un escenario de tanta presión como la Serie Mundial. Ahora los Dodgers regresan a casa con la posibilidad de definir la contienda en el Dodger Stadium, donde podrían coronarse si ganan los tres juegos programados o, al menos, dos, para forzar un regreso a tierras canadienses con ventaja emocional.

Hay quienes sostienen que los equipos que barren en sus series previas llegan con ritmo, pero también con la tentación del exceso de confianza. Y otros, en cambio, argumentan que los que vienen de series más largas llegan templados, curtidos por la exigencia. Lo cierto es que, más allá de la estadística, este duelo tiene todos los ingredientes de un clásico: poder al bate, talento en el montículo, estrategias pulidas y ese nervio competitivo que solo los grandes escenarios despiertan.

La Serie Mundial de 2025 está ofreciendo un espectáculo de altura, con dos equipos que representan lo mejor del béisbol moderno: disciplina, constancia y espectáculo. Toronto y Los Ángeles no sólo disputan un título; encarnan estilos, filosofías y pasiones distintas. Los Azulejos, con su mezcla de juventud y experiencia, buscando revalidar su condición de potencia del norte; los Dodgers, con su maquinaria perfectamente aceitada, decididos a revalidar el trono que sienten propio.

Lo que venga en los próximos juegos será decisivo, pero, pase lo que pase, este duelo ya se ha ganado un lugar entre las grandes series de todos los tiempos. Porque cuando el talento se combina con el corazón, el resultado no puede ser otro que el béisbol en su máxima expresión.

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Cortesía de El Informador



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