
El Papa Francisco, fallecido en Roma este lunes, tuvo presencia en episodios clave de la vida política mexicana con los tres presidentes que le tocó convivir durante su pontificado iniciado en 2013: Enrique Peña Nieto, Andrés Manuel López Obrador y Claudia Sheinbaum.
Con el priista la relación siempre fue de tensiones. Durante la primera mitad de su sexenio la Iglesia Católica cuestión las reformas estructurales del Plan México a tal punto que fue preciso un viaje de Peña Nieto a Roma, a mediados del 2014, para mostrar que existía afinidad entre ambos jefes de estado.
Luis Videgaray, uno de los arquitectos de las reformas estructurales y que acompañó a Peña Nieto a la asunción de Francisco, suele recordar que la curia eclesiástica quería tener un papel, fundamentalmente en la reforma educativa, que violentaba por completo la educación laica.
El desastre de Ayotzinapa cambiaría cualquier intento de sintonía. Los religiosos se lanzaron contra el Gobierno por la desaparición de los estudiantes en Guerrero y generaron el contexto para la visita del Papa a México en el 2016.
Fueron cinco días repletos de nerviosismo porque Peña Nieto temía una exacerbación del caso Ayotzinapa. Desde Los Pinos se había decidido que el Estado Mayor Presidencial funcionara como una sombra de Bergoglio y reportara cada movimiento durante su visita. Finalmente, el Papa no fue a Guerrero y aceptó hablar de desaparecidos en sus apariciones públicas, pero sin puntualizar en un caso en especial.
Cuando López Obrador llegó a Palacio Nacional en 2018 buscó cercanía con el Vaticano desde el inicio. Intentó sumar a Bergoglio a un plan de pacificación con el crimen organizado, ya que el tabasqueño observaba el papel del Papa en los procesos de paz en Colombia, pero esa ambición se topó con una negativa justificada desde la curia vaticana en que el conflicto mexicano no era de tinte sociopolítico sino que el narco es una corporación criminal movida por fines económicos.
Como sea, López Obrador invitó en reiteradas ocasiones a Bergoglio a México y lo elogió decenas de veces en sus conferencias matutinas pero el viaje nunca se produjo. En paralelo, la relación se resintió, especialmente en 2022, cuando dos jesuitas fueron asesinados en Chihuahua lo cual provocó un estallido de esa orden, que era la de Bergoglio, con el gobierno morenista.
El expresidente solía decir que los obispos mexicanos lo distanciaban del Papa con una batería de intrigas. Y es que, de los últimos presidentes, López Obrador fue el más religioso, incluso en su plano político. Su discurso siempre tuvo tintes teológicos: la separación entre ricos y pobres, entre el bien y el mal, la verdad y la mentira, en definitiva, la zona gris como un espectro mínimo en su faceta discursiva.
En su propuesta de paz para la guerra en Ucrania en 2022, que fue ignorada casi por completo, López Obrador proponía que fuera el Papa quien encabezara las negociaciones para alcanzar el fin del conflicto. En privado decía que era lo más lógico porque Vladimir Putin era cristiano ortodoxo y Volodomir Zelensky judío.
La contienda presidencial del 2024 la llevaría a Sheinbaum al Vaticano a las pocas horas de un viaje de la candidata opositora Xóchitl Gálvez. En principio la actual presidenta se inclinaba por ignorar el viaje de su rival pero, cuando en el War Room le mostraron la afinidad entre el voto morenista y el catolicismo mexicano, la entonces aspirante a Palacio no lo dudó y le pidió a un allegado a Carlos Slim que le organizara una incursión a la Santa Sede para también tener su postal con el jefe de la cristiandad.
Cortesía de La Política Online
Dejanos un comentario: