- Autor, Katie Razzall
- Título del autor, Redactora de Cultura y Medios de Comunicación
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Hacia el final de nuestra entrevista, Bill Gates revela nuevas cifras sobre lo que su fundación benéfica ha gastado hasta ahora en sus esfuerzos por combatir enfermedades prevenibles y reducir la pobreza.
“He donado más de US$100.000 millones”, dice, “pero todavía tengo más para dar”.
Es equivalente de modo aproximado al tamaño de la economía búlgara.
Aunque, para ponerlo en contexto, también equivale en un monto aproximado a lo que genera Tesla en un solo año de ventas. (Elon Musk, dueño de Tesla, es ahora el hombre más rico del planeta, una posición que Gates ocupó durante muchos años).
El cofundador de Microsoft y su colega filántropo Warren Buffett están combinando sus miles de millones a través de la Fundación Gates que creó originalmente con su ahora ex esposa Melinda.
Gates afirma que desde muy joven le inculcaron la filantropía. Su madre le decía con frecuencia que “la riqueza conlleva la responsabilidad de regalarla”.
Su fundación celebrará su 25º aniversario en mayo y Gates reveló en exclusiva a la BBC la donación de la cifra que indicábamos más arriba: US$100.000 millones.
Él me cuenta que, por su parte, disfruta donando su dinero (y hasta ahora alrededor de US$60.000 millones de su fortuna han ido a parar a la Fundación).
En lo que respecta a su vida cotidiana, no nota ninguna diferencia: “No he hecho ningún sacrificio personal. No he pedido menos hamburguesas ni he ido menos al cine”. Por supuesto, también puede permitirse el lujo de tener un avión privado y varias casas enormes.
Tiene previsto donar “la gran mayoría” de su fortuna, pero me cuenta que ha hablado “mucho” con sus tres hijos sobre cuál podría ser la cantidad adecuada para dejarles.
¿Serán pobres cuando él se vaya?, le pregunto. “No lo serán”, responde con una rápida sonrisa, y añade: “En términos absolutos, les irá bien, pero en términos porcentuales no es una cifra gigantesca”.
Gates es un gran matemático y eso se nota. En la escuela Lakeside de Seattle, en octavo grado, compitió en un examen regional de matemáticas para cuatro estados y le fue tan bien que a los 13 años era uno de los mejores estudiantes de matemáticas de secundaria en la región.
La terminología matemática le resulta natural, pero, para traducirlo, si tiene un patrimonio de US$160.000 millones, como afirma el Índice de multimillonarios de Bloomberg, dejarles a sus hijos en términos porcentuales una cifra de su fortuna que no es “gigantesca” igual los hace muy ricos.
Estoy con una de las 15 personas del planeta que son centibillonarias (con una fortuna de más de 100.000 millones de dólares), según Bloomberg. Estamos en la casa de su infancia en Seattle, una casa moderna de mediados de siglo con cuatro habitaciones situada en una colina, y nos reunimos porque ha escrito unas memorias, ‘Source Code: My Beginnings’ (Código Fuente: Mis Comienzos), centradas en los primeros años de su vida.
Quiero descubrir qué fue lo que convirtió a un niño desafiante, obsesivo y que no encajaba en la norma en uno de los pioneros tecnológicos de nuestra era.
Ha traído a sus hermanas, Kristi y Libby, y las tres recorren con entusiasmo la casa donde crecieron. No han vuelto en varios años y los propietarios actuales la han reformado (por suerte, los hermanos Gates parecen aprobar los cambios).
Pero recuerdan cosas, como el sistema de intercomunicación entre habitaciones que su madre tanto amaba y que ya no existe desde hace mucho tiempo. Gates me cuenta que su madre lo usaba para “cantarnos por la mañana” y sacarlos de sus habitaciones para desayunar.
Mary Gates también adelantaba ocho minutos los relojes para que la familia pudiera trabajar a su ritmo. Su hijo a menudo se rebelaba contra sus esfuerzos por mejorarlo, pero ahora me dice que su ambición es fruto de esa relación.
Su espíritu competitivo lo debe a su abuela “Gami”, que a menudo estaba con la familia en esta casa y quien le enseñó desde muy joven a ser más astuto que la competencia con juegos de cartas.
Lo sigo por las escaleras de madera mientras se dirige a buscar su antiguo dormitorio de la infancia en el sótano. Ahora es una bonita habitación de invitados, pero el joven Bill pasaba horas, incluso días, allí “pensando”, como decían sus hermanas.
En un momento dado, su madre estaba tan harta del desorden que confiscaba cualquier prenda de ropa que encontraba en el suelo y le cobraba 25 centavos a su testarudo hijo para que la devolviera. “Empecé a usar menos ropa”, dice.
Para entonces, ya estaba enganchado a la programación y, junto con algunos amigos de la escuela expertos en tecnología, había obtenido acceso a la única computadora de una empresa local a cambio de informar sobre cualquier problema.
Obsesionado con aprender a programar en aquellos días nacientes de la revolución tecnológica, se escapaba por la noche por la ventana de su dormitorio sin que sus padres lo supieran para pasar más tiempo frente a la computadora.
– ¿Crees que podrías hacerlo ahora? – pregunto.
Comienza a desenrollar el pestillo y abre la ventana. “No es tan difícil”, dice con una sonrisa mientras sube y sale. “No es nada difícil”.
Parece estar a gusto, y no es solo porque estamos en un entorno familiar. En sus memorias, revela públicamente por primera vez que cree que, si estuviera creciendo hoy, probablemente le diagnosticarían autismo.
La única vez que nos hemos visto antes de este encuentro fue en 2012. Apenas me miró a los ojos mientras hacíamos una entrevista rápida acerca de su objetivo de proteger a los niños de enfermedades que amenazan sus vidas. No tuvimos ninguna charla informal previa a la entrevista. Después de nuestra interacción me llegué a preguntar si él estaba dentro del espectro.
El libro lo explica todo: su capacidad para hiperconcentrarse en temas que le interesaban; su naturaleza obsesiva; su falta de sensibilidad social.
Dice que en la escuela primaria entregó un informe de 177 páginas sobre Delaware, después de haber hecho distintos borradores sobre el estado e incluso tras haber solicitado a empresa locales sus informes anuales. Tenía 11 años.
Sus hermanas me dicen que sabían que él era diferente. Kristi, que es mayor, dice que se sentía protectora con él. “No era un niño normal… se sentaba en su habitación y mordía los lápices hasta dejarlos sin mina”, afirma.
Obviamente tienen una relación muy estrecha. Libby, que es terapeuta, me dice que no le sorprendió oír que él cree que está en el espectro. “La sorpresa fue más bien su disposición a decir ‘podría ser así”, afirma.
Gates dice que no se ha sometido a un diagnóstico formal y que no piensa hacerlo. “Para mi carrera esto tuvo más cosas positivas que negativas”, asegura.
Él cree que la neurodiversidad está “sin duda” sobrerrepresentada en Silicon Valley porque “aprender algo en gran profundidad a una edad temprana te ayuda en ciertos temas complejos”.
Elon Musk también ha dicho que está en el espectro, haciendo referencia al síndrome de Asperger. El multimillonario de Tesla, X y SpaceX es famoso por cortejar a Donald Trump, al igual que otros “tech bros” (hermanos tecnológicos) de la actualidad, como Mark Zuckerberg, de Meta, y Jeff Bezos, de Amazon, entre otros asistentes de Silicon Valley a la investidura de Trump.
Gates me dice que, aunque “se puede ser cínico” sobre sus motivos, él también se puso en contacto con el presidente. Tuvieron una cena de tres horas el 27 de diciembre “porque está tomando decisiones sobre la salud mundial y sobre cómo ayudamos a los países pobres, que es un tema que ahora me preocupa mucho”.
Le pregunto a Gates, que ha sido blanco de algunas teorías conspirativas bastante disparatadas, qué piensa de la decisión que tomó Zuckerberg después de la elección de Trump de eliminar de sus sitios web la verificación de datos en Estados Unidos.
Gates me dice que no está “tan impresionado” por la forma en que los gobiernos o las empresas privadas están navegando por los límites entre la libertad de expresión y la verdad.
“Personalmente no sé cómo trazar esa línea, pero me preocupa que no estemos gestionando esto como deberíamos”, afirma.
También cree que los niños deberían estar protegidos de las redes sociales y me dijo que hay “buenas posibilidades” de que prohibirlas a los menores de 16 años, como está haciendo Australia, sea “algo inteligente”.
Gates me dice que “las redes sociales, incluso más que los videojuegos, pueden absorber tu tiempo y hacerte preocuparte por si otras personas te aprueban”, por lo que tenemos que ser “muy cuidadosos con cómo se utilizan”.
En cuanto al primer candidato de Trump para secretario de Salud de Estados Unidos, Robert F. Kennedy Jr., quien afirma que no está en contra de la vacunación pero ha promovido afirmaciones desacreditadas sobre las vacunas, Gates no le hace mucho caso. Me dice que Robert F. Kennedy Jr. está “engañando a la gente”.
La historia del origen de Bill Gates no es la de una persona que pasó de la pobreza a la riqueza. Su padre era abogado y no le faltaba dinero, aunque la decisión de enviar a su hijo a una escuela privada para intentar motivarlo fue “una exageración, incluso con el salario de mi padre”.
Si no lo hubieran hecho, tal vez nunca hubiéramos oído hablar de Bill Gates.
La primera vez que tuvo acceso a una computadora central fue a través de un teletipo (un dispositivo telegráfico de transmisión de datos) en la escuela, después de que las madres organizaran una venta de objetos usados para reunir el dinero. Los profesores no consiguieron entender cómo funcionaba, pero cuatro estudiantes la utilizaban día y noche. “Pudimos utilizar computadoras cuando casi nadie más lo hacía”, cuenta.
Mucho tiempo después fundó Microsoft con uno de esos amigos de la escuela, Paul Allen. Otro, Kent Evans, el mejor amigo de Gates, moriría a los 17 años en un accidente de escalada. Mientras caminamos por la escuela Lakeside, pasamos por la capilla donde celebraron su funeral y donde Gates recuerda haber llorado en las escaleras.
Juntos tenían grandes planes. Cuando no estaban frente a las computadoras, leían biografías para averiguar qué factores contribuían al éxito de las personas.
Ahora Gates ha escrito la suya propia. ¿Su filosofía? “Gran parte de lo que eres estuvo ahí desde el principio”.
The Making of Bill Gates se emitirá en BBC Two a las 19:00 horas del lunes 3 de febrero y en iPlayer.
Source Code: My Beginnings (Código Fuente: Mis Comienzos) se publica el martes 4 de febrero
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Cortesía de BBC Noticias
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