Bill Gates siempre ha logrado salirse con la suya. Su determinación lo ha llevado a encontrar la forma de cumplir sus objetivos. Algunas metas son sumamente ambiciosas, como aquellos relacionados con Microsoft o sus proyectos filantrópicos. Otras son más simples, como coincidir en clases con las chicas que le atraían o incluso abordar un avión cuando este se encontraba a punto de despegar en el aeropuerto.
Esta última anécdota la cuenta Paul Allen, cofundador de Microsoft, en su libro Idea Man: A Memoir by the Cofounder of Microsoft. Relata que una vez él y Gates se encontraban en San Francisco para reunirse con unos clientes. Allen narra que cada uno tenía entrevistas por separado, así que a la hora de volver a casa, él llegó temprano al aeropuerto, mientras que el magnate tecnológico llegó tan tarde que casi pierde el vuelo.
Así logró Gates detener el vuelo
Cuando Bill Gates llegó al aeropuerto todo apuntaba a que el avión se iría sin él y que tendría que tomar otro vuelo (de hecho, la pasarela de embarque ya se alejaba de la aeronave). Pero Gates no aceptó eso y se apresuró por el pasillo hasta el panel de control del motor. Una vez allí, pulsó los botones al azar en un intento por mover la pasarela de regreso al avión y así poder abordar.
Allen cuenta que vio esto con sorpresa y horror, y que comenzó a gritarle que se detuviera, al tiempo que el personal del aeropuerto se acercaba a toda velocidad. El cofundador de Microsoft recuerda que esperaba ser escoltado fuera del aeropuerto junto a Gates, en el mejor de los casos. En el peor, que los arrestaran.
Sin duda, cualquiera que intentara algo así tendría exactamente la suerte que Allen imaginó. Sin embargo, cuando el agente de la aerolínea llegó hasta Gates, simplemente le dijo “señor, señor, espere; haremos que el avión regrese“. Y eso fue exactamente lo que hicieron. Una vez más, Bill Gates consiguió lo que quería.
La procrastinación de Gates
Aunque el relato anterior es una muestra importante de la determinación de Gates para cumplir sus objetivos, lo cierto es que esto no es suficiente. Algún tiempo después de fundar Microsoft, Bill aprendió de unos clientes japoneses que existe algo mucho más importante: la disciplina.
Y es que mientras aún estudiaba en Harvard y durante los primeros años al frente de la empresa detrás de Windows, solía ser un gran procrastinador. Según cuenta él mismo en Código fuente: Mis inicios, su autobiografía, Gates solía relajarse durante todo el semestre y luego estudiaba a conciencia justo antes de los exámenes. Dicha dinámica era compartida por Steve Ballmer, su compañero en Harvard y sucesor al mando de Microsoft años más tarde.
Este hábito de postergar las tareas se mantuvo durante los primeros años tras la fundación de Microsoft, tanto que se convirtió en un verdadero problema al crecer la compañía. Su procrastinación ralentizaba su trabajo y repercutía en la productividad y motivación del resto de su equipo. El cambio llegó cuando Microsoft comenzó a trabajar con clientes japoneses, quienes no toleraban retrasos y enviaban a una persona a vigilarlos. La presión que este pequeño gesto imprimía en su equipo fue lo que lo motivó a cambiar.
Cortesía de Xataka
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