Brasil despluma a EU en importaciones de pollo de México

En los anaqueles fríos de los supermercados y en los pasillos bulliciosos de los mercados populares, el pollo brasileño comenzó a ocupar un lugar que parecía imposible. Hace apenas unos años, Estados Unidos dominaba casi por completo en las importaciones mexicanas, con un control cercano a 95% en 2020, mientras Brasil apenas figuraba con 1%.

FERIA DE SAN FRANCISCO

Hacia 2024, la fotografía cambió de manera abrupta, porque Brasil escaló hasta 21.6%, mientras Washington cedió terreno y quedó en 77.4%. Los dos últimos años son cruciales para un mayor crecimiento de las importaciones brasileñas, las cifras se plasman en un reporte del Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA, por su siglas en inglés).

Desde el sur del río Bravo, el pollo estadounidense llegaba desde Alabama, Arkansas, Georgia, Mississippi, Carolina del Norte y Texas, estados con fuerte peso republicano y con un sector avícola que sostiene la balanza exportadora del país. Pero la competencia irrumpió desde Sudamérica

El avance brasileño no se explica únicamente por el precio. El gobierno mexicano abrió la puerta en 2022, cuando el Paquete Contra la Inflación y la Carestía (PACIC) eliminó aranceles y cuotas para productos básicos. Esa decisión permitió que la carne congelada de Brasil entrara sin trabas fiscales, lista para competir en igualdad de condiciones. La oportunidad fue aprovechada con rapidez y en grandes volúmenes.

Ni las crisis sanitarias detuvieron el flujo. En 2025, un brote de influenza aviar en Río Grande do Sul obligó a suspender importaciones por tres semanas, pero el freno resultó anecdótico. Entre enero y mayo de ese año, los envíos brasileños crecieron 95% frente al mismo periodo de 2024, según USDA. Cajas con alas, pechugas y cortes con hueso salieron de puertos sudamericanos y llegaron a México para quedarse.

La industria mexicana de embutidos y carnes frías se ajustó sin resistencia. Donde antes reinaba el pollo fresco que cruzaba la frontera en cuestión de horas desde el Medio Oeste, entró la carne congelada brasileña.

Las plantas procesadoras la mezclaron con producto estadounidense para mantener abasto y costos bajos. El consumidor apenas percibió la diferencia: en los mercados siguió predominando el pollo entero, mientras los fabricantes diversificaron insumos para sus líneas de producción.

El terreno ganado por Brasil encuentra un contexto propicio. México consume más pollo que nunca. En 2025, el país alcanzará los 5.2 millones de toneladas y para 2026 se espera un salto de 3% hasta 5.3 millones. Ninguna otra proteína ofrece tanta estabilidad en el bolsillo de las familias. El pollo entero sigue siendo más barato por kilo que la carne de res o de cerdo, y conserva un lugar indiscutible en la dieta nacional.

El turismo y la urbanización añaden presión. Restaurantes y hoteles demandan cada vez más volumen, mientras una quinta parte del consumo depende de importaciones. Esa dependencia abrió el hueco por el cual Brasil consolidó su avance y puso en entredicho la primacía estadounidense.

La producción nacional también crece. En 2025 alcanzó 4.1 millones de toneladas y en 2026 se proyecta que sumará 4.2 millones. Estados como Jalisco, Puebla y Veracruz concentran la mayor parte de una parvada que ya supera los 600 millones de aves.

Las inversiones en bioseguridad redujeron la mortalidad de pollos y fortalecieron a los grandes productores, que controlan tres cuartas partes del negocio. Sin embargo, la brecha entre lo que México produce y lo que demanda su población de más de 130 millones de habitantes sigue abierta.

La disputa dejó de ser un asunto de cifras comerciales. Refleja la pugna de dos potencias avícolas por conquistar la mesa mexicana. A escala mundial, Brasil es el principal exportador de carne de pollo con alrededor de cinco millones de toneladas y Estados Unidos 3 millones.

Es una realidad que Brasil quiere pisar más fuerte en el comercio con México, no solo en la carne de pollo. Los aranceles de Donald Trump orilla a tener otras opciones.

La política añade una capa de complejidad. “No estamos pensando en un acuerdo de libre comercio sino en colaboración y cooperación en ciertas áreas”, dijo la presidenta Claudia Sheinbaum durante la visita en días recientes del vicepresidente brasileño, Geraldo Alckmin. La declaración cierra años de intentos de ambos países por explorar un tratado.

Pero la cooperación se materializa en memorandos. El 28 de agosto se firmaron acuerdos en materia comercial, de salud, agricultura y energía.

OBRAS DE INFRAESTRUCTURA HIDALGO

Cortesía de Expansión



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