
Desde el momento en que Donald Trump impuso aranceles a Brasil, el presidente Luiz Inácio Lula da Silva apostó a que EU se jugaba el todo por el todo con una mano débil. La apuesta dio sus frutos el jueves pasado, cuando Trump se retiró cojeando de la contienda.
Mediante una orden ejecutiva, Trump eximió docenas de productos alimenticios brasileños, incluidos el café y la carne de res, de los aranceles incrementados en 40% que impuso en un intento fallido de ayudar al expresidente Jair Bolsonaro a esquivar un juicio por intento de golpe de Estado.
Junto con las exenciones anteriores, esta medida dejará a muchas de las principales exportaciones del país libres de los elevados aranceles estadounidenses, una victoria para una potencia agrícola que se sitúa como el mayor productor mundial de carne de vacuno y café y que cuenta con EU como su segundo socio comercial.
Trump es muy impredecible y no le gusta perder, y las negociaciones comerciales más amplias siguen en curso. Pero, al menos por ahora, Lula parece haber triunfado sin hacer grandes concesiones, una hazaña que pocos han logrado.
“Todos entraron en pánico y se pusieron nerviosos, pero yo no suelo tomar decisiones en caliente”, dijo Lula en un evento en São Paulo tras el anuncio de las exenciones. “Hoy estoy feliz”.
Desde el principio, Lula y sus aliados más cercanos creían tener buenas probabilidades a su favor, incluso mientras se preparaban para un impacto arancelario potencial de 1% a la mayor economía de América Latina.
El objetivo ahora es asegurar un marco comercial más amplio con EE.UU., y el Ministerio de Relaciones Exteriores de Brasil anunció el jueves que seguirá presionando para lograr un acuerdo.
“Quiero decirle al presidente Trump lo siguiente: le agradezco solo parcialmente”, dijo Lula en un video publicado en redes sociales. “Le agradeceré plenamente cuando todo esté acordado entre nosotros”.
Cortesía de El Economista
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