
Bucha, Ucrania. La iglesia San Andrés mantiene el mismo rostro desde marzo de 2022, pocas semanas después de que iniciara la invasión rusa a Ucrania: en sus muros se observa el impacto de balas con diferentes dimensiones.
Alrededor de la iglesia fueron asesinados más de 500 civiles. Hoy su entorno ha cambiado, aunque de manera relativa: madres pasean a sus hijos en carriolas, vecinos se dirigen a la tienda del barrio, pero la guerra continúa.
Bucha se encuentra ubicada a 30 km al norte de Kiev. En efecto, el ejército ruso estuvo cerca de llegar a la capital, pero los ucranianos recuperaron la ciudad 33 días después de haber perdido el control.
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Afuera de la iglesia y una mañana gélida (1°C), Andrii Halavin, párroco, y Dmytro Hapchenko, presidente del ayuntamiento de Bucha, se mueven para distraer el frío.
Hapchenko recuerda cómo en los primeros días Rusia bloqueó todas las entradas de la ciudad sin permitir a los locales evacuar la zona. No había electricidad, agua ni gas. Todos los negocios se encontraban cerrados. La gente cocinaba en los patios y en los jardines de sus casas esperando la oportunidad de escapar.
“Fueron los días en los que los más trágicos eventos tuvieron lugar y civiles fueron asesinados en las calles”, describe Hapchencko.
En enero la invasión cumplirá cuatro años de su inicio.
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Por el momento, Estados Unidos se encuentra negociando un acuerdo que, al parecer, nació muerto. Dos días atrás empeoró el entorno de las pláticas. La filtración de que Steve Witkoff, el enviado de la Casa Blanca, daba consejos a los rusos sobre cómo influir en el presidente Trump, debilita la de por sí anémica confianza sobre Estados Unidos.
Las posturas sobre la guerra entre Marco Rubio y Steve Witkoff parecen irreconciliables.
Iglesia de San Andrés, Bucha, baleada por los rusos.
En los primeros días de la invasión, tanques rusos penetraron desde Bielorrusia para intentar entrar a Kiev desde el norte, y uno de los primeros objetivos fue tomar Bucha e Irpin, y también el cercano aeropuerto de Hostomel. Estratégico para la logística de Ucrania.
Detrás de la iglesia ahora hay un memorial en el que están los nombres de los 561 muertos, pero la cifra no es definitiva.
“Principalmente, las personas murieron de disparos de bala en las calles, fueron asesinadas en sus coches, alcanzadas por francotiradores”, explica Hapchenko.
También hubo gente mayor con condiciones médicas que no pudieron salir a las farmacias a comprar sus medicinas. Hubo una mujer que tuvo un infarto y nadie le pudo brindar asistencia y, para el final del día murió y la enterraron en su patio. Hay un caso de dos hermanas de edad avanzada. Una de ellas todavía podía caminar, así que salió de su casa a buscar comida, pero fue alcanzada por un francotirador, y la otra, que no podía moverse, murió de hambre.
“Vamos a seguir investigando la muerte de cada persona cuyo nombre se lea en el memorial, queremos preservar su memoria y encontrar a la gente responsable de su muerte”, señala Hapchenko, que cambia de gesto cuando se le pregunta por el acuerdo de Trump.
El plan original de Trump contemplaba una amnistía.
“Murieron 16 amigos míos en Bucha. Estos crímenes deben de ser castigados. El mundo entero debe saber los nombres de las personas que violaron las leyes humanitarias y la Convención de Ginebra. Es un crimen que un adolescente de 14 años haya tenido que ver cómo mataban a su padre”, comenta Hapchenko.
Cortesía de El Economista
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